domingo, 4 de noviembre de 2007

Fragmentos de White City Blue.

La mejor novela que he leído en el año. Publicada a fines del siglo pasado, consolida a Tim Lott como un autor de peso en la literatura inglesa contemporánea, abordando temas como la amistad, las vanidades y complejos masculinos y el temor a ser parte de una sociedad moderna que en muchos casos nos es ajena e insustancial.

* * *


Que curioso, aquel día, allí donde íbamos, teníamos la impresión de no ver a nadie más, como si estuviéramos en un universo privado. Yo me sentía omnipotente, invulnerable, cuando tomamos posiciones unos frente a otros, Collin y yo por los Rangers y Nodge y Tony por el Chelsea. La droga y la luz del sol corrían por mis venas como una furiosa electricidad; observé las caras sonrientes de mis amigos y sentí una adoración secretea, era como si nos conociéramos desde siempre y fuéramos a conocernos por siempre jamás. Un perro ladraba a lo lejos. Por alguna parte se oía el traqueteo de las ruedas del tren.
Por lo general cuando jugábamos a algo nos domina la intensidad de la competitividad, pero esta vez todo era gloriosos, suave, generoso. Jugábamos bien a pesar de la bebida y la coca; solo estábamos los cuatro en aquel espacio abierto verde y enorme y el perro merodeando por el perímetro. En un momento dado, cuando el marcador estaba empatado, Nodge lanzó un tiro largo y salió corriendo hacia la portería desee medio campo. El balón tocó el suelo e iba a escurrirse junto al poste izquierdo cuando el perro entró a la carrera en el terreno de juego y lo metió de un trompazo por el centro de la portería. Tony y Nodge se tumbaron de espaldas, derribados por sus propias risas, mientras Collin perseguía al perro pidiendo falta a voz en cuello. No tuvo importancia. Aquel día nada tenía importancia. El presente pasó a ser el haz de luz de un solo reflector a ser una iluminación general y nosotros estábamos en el centro, moviéndonos como espectros felices y gloriosamente estúpidos.
(...) En cierto momento saqué la cámara de alguna parte y les dije a todos que posaran desnudos. Levantamos nuestras cervezas al sol y reímos con una risa auténtica. El balón flotaba en la piscina. Preparé el disparador automático de la cámara, cuyo chasquido se propagó por todo el parque.
Entonces, sin que siquiera viniese a cuento, mientras estaba sentado en la piscina, me sobrevino una súbita tristeza. No duró más que un segundo, como una imitación en miniatura del éxtasis que había sentido antes, pero tuve la impresión de que me golpeaba con la fuerza suficiente como para dejarme sin respiración. Fue una sensación confusa de que estaba en un extraño punto de inflexión en mi vida. Ya no podrá volver a ser tan perfecto, estaba seguro, y ese momento se deslizó hacia otros momentos, momentos llenos de imperfección, indiferencia y aburrimiento. La sensación de pérdida me desgarró como la descarga eléctrica de un matadero; de pronto me ví en el futuro, recordando ese día, preguntándome que habría ocurrido con aquel momento resplandeciente y porqué no volvió a repetirse. Entonces, tan repentinamente como había llegado la tristeza pasó.

* * *
–Voy a casarme.
Todos echan a reír menos yo, e incluso yo me uno a ellos poco después, sencillamente por que la risa es contagiosa y de pronto sin que venga a cuento pienso como quiero a mis amigos.
Los quiero o al menos eso creo. Se que debe de ser así, pero es difícil estar seguro por completo. El amor a los amigos es como el amor a tu padre y tu madre. Se supone que está ahí, pero no lo sabes con seguridad hasta que uno de ellos te falta o algo así. El amor a los amigos y los padres solo se manifiesta en su ausencia, mientras que con las mujeres si la cosa marcha bien, lo sientes lo notas sin la menor duda. Al menos durante el primer par de semanas de sexo.
De modo que el amor a los amigos es en gran mediada una cuestión de fe. Y yo la tengo, tengo esa fe. Tony, Nodge, Collin, mis más viejos y queridos amigos. Los quiero. También los apreciaba de verdad, solo que siempre surge algún impedimento. El principal suele ser el pasado y aunque es el problema, también es lo que nos mantiene unidos. Hace tiempo que he dejado de preguntarme porqué nos apreciamos. Sencillamente somos...amigos. ellos consiguieron el puesto, existen como parte de mi historia ¿no? De otro modo ¿qué eres? ¿quién eres?

* * *


El trayecto a la iglesia dura cinco minutos. Nodge y yo no hablamos. Me limito a mirar por la ventanilla. En la esquina de Shepherd s Bush Green, hay un puñado de chavales con mala pinta que llevan el pelo engominado y tienen latas de cerveza en la mano. Uno lleva una camiseta de lo Rangers. Ven acercarse el taxi, se fijan en que tenemos las banderitas del mismo equipo en el parabrisas y empiezan a gritar y aplaudir al tiempo que saludaban con la mano. Yo también saludo, pero a diferencia suyo, mi saludo es de despedida.


Confesiones y Penitencias

Esta noche quiero pedir perdón a todos aquellos seres perfectos del planeta.
Perdón por no estar a la altura de sus gustos de escaparte,
por no encajar dentro de la filosofía de supermercado
planteada por los tiempos modernos y occidentales.
Perdón por llenar mis cigarrillos con algo más natural,
por no contribuir a pagar impuestos con la droga que consumo.
Perdón por no poder llenar mi fin de semana con reggaeton,
cerveza y charla superficial, como todos.
Perdón a George W. Bush, a Donald Trump, a la CIA,
a J. Edgar Hoower, Ronald Regan, Bill Gates, Arnold Schwarzenegger
y a todos los demás gurús tácitos de los seres perfectos de este planeta.
Sólo ellos saben la gran magnitud, lo terriblemente relevante
que es tener un trabajo que odias para comprar cosas que no necesitas.
Quiero que me cuenten el secreto.
Quiero entender a todos aquellos seres perfectos del planeta
cuya funcionalidad social les da derecho a juzgarme sin ser dioses.
O tal vez sí lo sean.
Por eso les pido perdón, por la divagación creativa,
por las horas de trabajo no remunerado frente a la computadora,
por mi libertad de pensamiento, por mi honestidad brutal y sin reservas,
por no ser capaz de esconder mis sentimientos y actitudes,

como debe ser,
por no seguir los horarios esclavos, por mi inofensiva excentricidad...
y por todas las demás cosas, que ahora no recuerdo, pero que acá,
en este paraíso de seres perfectos,
donde es legal el abuso, el alcohol y las guerras,
deben ser muy importantes.



Anette (*)


Si la televisión está encendida más allá de la media noche,
seguramente estarás allí, me imagino,
tras los destellos multicolores de la pantalla
y los gemidos de post edición.
Vaya historia de amor, salida de la red,
muy de nuestros tiempos,
pero más aún, de nuestra soledad compartida.
Nos conocimos una tarde fría,
estabas perdida entre miles de cuerpos desnudos,
agujeros elásticos y miembros de tamaños sobre naturales.
Estabas allí y hacía frío en aquel mercado ambulante,
donde miles de ojos marginales,
hambrientos y fracasados,
te devoran y luego pasan a la siguiente portada, como si nada...
Porque sólo quieren un poco de amor, de caricias y suciedad.
Y tú lo sabes y se los das, en altas dosis, entonces generas adicción.
Mi Adicción.
Por ti y por esa insaciable e interminable garganta profunda
que todo le entra, hasta la última gota, la mía y la de él.
Porque es así Anette.
Lo acepto y no me importa
que te tires al primer hombre que se te cruce,
no me importa que tu parámetro de selección sexual
se reduzca a cualquier especie con una verga de 15 cm a más.
Conozco varias chicas y un par de primas que abrirían las piernas
por menos sin llegar a tener una décima de tu encanto infernal.
Porque es así Anette y lo acepto
con tal de que vuelvas a mí cada noche,
algunas noches aunque sea, con tu sombrero nazi,
tu vara de castigo, tu mirada de enferma,
tus ojos semi desorbitados,
el rimel corrido con el glorioso sabor de tus lágrimas.
Vuelve con algo nuevo.
De vez en cuando al menos.
Para poder sobrevivir, para poder soñar.
Ambos sabemos mejor nadie que la vida es triste
y que sólo el placer nos redime.
Porque el placer no es placer.
Es evasión. Es el no yo. El no compromiso.
Yo si entiendo la miel que encuentras en la humillación.
Y pienso guardar el secreto.
Somos raros Anette. Por igual. Tú por estar.
Yo por aceptarte y estar dispuesto a pagar el precio, siempre.
Anette: follar, conversar y fumar.
Anette: tardes de encierro interminables, de fantasías perversas,
de abandono, de retorcida fertilidad creativa.
Anette: una pequeña pero muy dura perrita alemana de 24 años,
despertando anhelos reprimidos y batiendo records de deseo
y litros de fluidos que gustosamente tragas,
mirándome a los ojos, dentro, muy dentro –en lo profundo–,
de tu espacio de lujuria y éxtasis,
fuera de este mundo de mortales, timoratos,
de hombres con reglas y horarios
que te espían a solas en una cabina de internet
o frente a un televisor a puerta cerrada.
Anette, acá están mis Placeres Culposos,
ofrecidos, sacrificados e inmolados,
por tu causa: dinero, pruebas de vih negativas
y caros vestidos sexys con los que fantaseabas de niña.
La niña que un día fuiste y que soñaba sin penes en la boca.
Y también habrá un día en que nos encontraremos
y después de coger como animales,
me confesaras al oído, ese pecado y ese dolor
que ninguna cámara fue capaz de registrar jamás.



(*) Dedicado a la actriz porno alemana Anette Schwarz, responsable de más de una hazaña en las competitivas lindes del sexo oral.

jueves, 20 de septiembre de 2007

SE ACABARON LOS CUARTELES

Un invierno más al que logramos sobrevivir. Así lo muestran los calendarios. Se terminaron los cuarteles con un fin de fiesta a lleno total, como no podría ser de otro modo. Doce poetas en escena, un violinista, música en vivo a cargo de Qalin y la presentación oficial en Lima de La Lengua Popular de Andrés Calamaro. Las buenas vibras de Delfus (el legendario Sargentito) contribuyeron para poco más de dos horas de arte y expresiones. Esperamos sincera e inevitablemente reunirnos de nuevo en Diciembre, mes idóneo para cualquier cosa, a recibir la llegada del calor e intercambiar experiencias.


Al lado, mi pata Gonzalo o Pedro Casusol


Agradecemos a todos los que se acuartelaron este invierno no tan sangriento (aunque siempre corre algo): John Martínez, Claudia Ulloa, Cecilia Podestá, Gabriel Ruiz Ortega, Karen Luy, Milagros Martínez, Leonardo Aguirre, Luis Bocelli (violinista), Miguel Sánchez Locatelli, Miguel Gutierrez, Pamela Loaiza, Eva Velásquez, Diego Vivanco, Enrique Carro, Lizette Crespo; a Delfín, por el espacio, el rock and roll y la buena honda y a nuestros proveedores de alegría.
Se acabaron los cuarteles pero siempre quedarán algunos momentos memorables como los sonidos irreproducibles de John, o la nostalgia matizada con humor negro de Pierre, o el sorpresivo y algo más que auspicioso debut de Miky, y finalmente, claro, el texto de cierre a cargo de Gisella que calentó a todos los que sobrevivimos acuartelados a las penas de este invierno.

Pierre Castro y Gonzalo

Los Organizadores: Pedro Gonzalo Casusol, César Sánchez, Pierre Castro y Gisella Soto.



"Por eso, si en invierno hace frio, tambien bajo al infierno un poco"


Texto de Cierre (19/10/07)

Gisella:
“Como algunos saben César esta escribiendo una novela erótica, que se podría pensar que contiene ciertos matices autobiográficos, ya que narra la historia de un matrimonio joven que empieza experimentar sexualmente, jugando con los márgenes de lo permitido. Quiero aclarar, que es una novela de ficción, aunque si quieren pensar lo contrario por mi no hay ningún problema. Esta escrito a dos voces. Y lo que les voy a leer está narrado por Jenny, la joven y bella esposa.

Bueno, acá estamos. Si la primera vez me pareció raro, ahora me encuentro en otra dimensión. O algo así. Llevamos más de una hora tomando vino y casi media, desnudos en el jacuzzi de la habitación con jazz de fondo.
Me agradó Rafael, de primera impresión. Era guapo, educado, entretenido... pero no sabía quién era en realidad y eso no me dejaba soltarme del todo. Andrés por su parte lucía más tranquilo y relajado de lo que hubiese esperado. No creo que esté cómodo exactamente, sin embargo se le ve un tanto distante, lo que podría denotar, en su caso particular, que no se siente considerablemente afectado por la situación, porqué cuando lo está hace lo posible por demostrarlo a través de actitudes o frases cínicas.
Llegamos al punto –afortunadamente, supongo–, en el que ya no quedaba nada por conversar. Entonces es que Rafael se anima a besarme en serio por primera vez en lo que va de la noche. Lo hace repentinamente y no atino a reaccionar bien... al principio. Con los segundos algo empezó a cambiar. La inquietud que me albergaba se disipaba, sus brazos me inspiraron confianza, entre mis piernas algo se calentaba y no tenía nada que ver con el agua del jacuzzi.
Años, ya no sé cuantos, que nadie que no fuese Andrés me tomaba así entre sus brazos, comiéndome la boca y el cuello, envolviéndome en un manto de emoción y deseo. Y aún más, porqué este no era mi chico de toda la vida, era Rafael, un virtual desconocido que me engatusó en el ciber espacio y que conforme han ido pasando los minutos –y las copas– ha confirmado ese poder seductor en persona.
Sus dedos exploran mi clítoris y vagina con decisión. Acto seguido, susurra cosas a mi oído, cosas sucias, cosas un poco tontas, cosas que no llego a entender del todo pero que no son necesarias de entender, porque el simple echo, la forma como salen de sus labios para introducirse en mis oídos, son suficientes para hacer que empiece, por fin, a olvidarme de mis pensamientos, a abandonar esa bendita costumbre mía de ser tan consciente de mi misma siempre. En ese momento es que noto, vagamente, que Andrés sale del jacuzzi. No estoy del todo segura. No me atrevo a mirar, a saber si está molesto, si piensa irse, si...
Entonces me doy cuenta que ya lo estoy besando, apasionadamente, o eso me parece. Me estruja con un brazo fuertemente, mientras que con la otra introduce, no sé cuantos dedos en mi vagina. Intento de algún modo zafarme. El no me deja. Sabe que quiero zafarme. Y también sabe que su negativa a soltarme me resulta evidentemente placentera. Tanto que hago esfuerzos para no correrme, no aún. Lo toco. Me aferro a su pene con fuerza, casi con rabia, y lo masturbo a tal ritmo, que a los pocos minutos, él es quien tiene que detenerme para no venirse.
Nos miramos. Estamos conectados. Nuestros ojos están encendidos por algo más que el vino y la marihuana. Recién entonces reparó en mi marido, que está sentado al borde de la cama, con un polo encima, y desnudo de cintura para abajo, fumado, con los ojos no clavados, sino atravesados en nosotros. Era la mirada más indescifrable que le había visto jamás.
–Ve con él. Vamos –dijo Rafael en un tono de voz que no sé si Andrés ha llegado o no a escuchar. El jazz suena enloquecidamente.
Salgo del jacuzzi. Me cubro con la toalla e intento secarme torpemente. Él me espera. Termina de fumar mientras yo me acerco caminando despacio, muy despacio...”





miércoles, 19 de septiembre de 2007

martes, 31 de julio de 2007

lunes, 30 de julio de 2007

Las Cosas que Importan

Tengo facilidad para engancharme. De allí quizás mis tendencias tanto al compromiso como a la falta de él. No puedo decir que siempre hice lo que quise pero si, siempre lo que sentí. Inobjetablemente. Mis aspiraciones literarias eran más que todo una suma de principios y convicciones de vida. Las frases bonitas y las palabras rebuscadas nunca me llamaron la atención. Escogí a los autores que quería leer muy al margen de los que “había que leer”.
Después de escribir mi primera novela Algunos Hombres Buenos, sobre el final de mi adolescencia, intenté una suerte de autobiografía ficcionada, con mucho espíritu beat, que llevó el título provisional de Algún Lugar Encontraré. La idea era recrear expresivamente un estilo de vida del cual me sentía orgulloso de llevar: vivir para adentro, era la consigna, compartirlo todo con un grupo de amigos que parábamos sumergidos en nuestras propias historias sin importar lo que pasase alrededor. El futuro no existía. Teníamos nuestros propios códigos, nuestra propia línea ética y artística. Salir al mundo no valía la pena. Era un poco superfluo en realidad. Pero pertenecíamos a algo bastante cercano de parecernos propio y auténtico, en años donde la falsedad funcional es aceptada acaso no celebrada ya.
No pude terminar de escribir Algún Lugar Encontraré. Tal vez me quedé sin ideas, tal vez en ese momento mi asombro por la vida que llevaba superó mi asombro por la novela que escribía, lo cual, supongo es algo maravilloso, de algún modo u otro. Porqué meses después conseguí enfrascarme en un torbellino creativo de poco más de dos años y medio que dejaron como saldo cuatro novelas de ficción, infinidad de borracheras, esperanzas, desilusiones y tantos recuerdos de momentos y lugares como canciones que hasta ahora consiguen transportarme sensorialmente a una época muerta de la que aún no consigo (ni quiero) desligarme del todo.
Sin ese periodo de fertilidad supongo que ahora no podría sentirme seguro de considerarme escritor. Ahora lo soy. O quizás no, quizás sólo me he ganado el derecho a tener la osadía de pretender ponerle algo de arte (o sentimiento, me da lo mismo), entre líneas, al aburrido universo de las letras.
Entonces, ¿ valió la pena? No perdí ni la cabeza ni el corazón. Todo lo demás no sé donde está, no se quien se lo llevó ni si algún día volverán –los amigos, las noches en los parques de Chacarilla, la expectativa por la llegada de Diciembre y otras cosas que hacen soportable la vida–, pero acá los sigo esperando, aunque sé que es en vano. Por eso, vuelvo a intentarlo. A escribir, aunque sea sobre mí, cuando no encuentres salida, toca un blues, dijo Robert Jhonson.
Tenía razón, el buen Bobby...

El Día que Cayó la Bomba

1.
Nos conocimos en diferentes épocas
pero coincidimos en nuestro mejor momento.
Quizás crecimos de un día para otro,
quizás nos demoramos demasiado.
Nos asombramos, nos entusiasmamos,
compartimos secretos a voces.
Empezamos a escribir a causa de un efecto dominó.
Encontramos el sol en una casa abandonada
a medio construir en California;
una casa en la cima de la montaña. Nuestra montaña.
Desconocíamos haber llegado a una cima
de la que sólo quedaba descender.
Y descendimos, casi hasta el final,
donde ya se siente ese calor mortal
que te anuncia que estás cerca.
Las deudas terminan por saldarse siempre.
Odiamos al mundo con ideas, marginalidad y literatura.
Y el mundo nos devolvió ese odio
de una forma más sutil y efectiva.
Alguien dijo que teníamos que madurar.
Nuestra respuesta inmediata fue la acoplación.
Cerramos filas en torno a nosotros mismos
y a un músico yunkie que tenía miedo a terminar el día
sin haber compuesto una canción.

Y el mundo siguió presionando, con los padres, el dinero,
los compromisos y la policía.
Y de pronto ¡Plum!
Explotó.
Se desgastó.
O eso nos hicieron creer.
Todos teníamos problemas personales, guerras internas, heridas infectadas.
El mundo nos llegó a odiar tanto, que entonces, ¿qué hicimos?
Odiarnos entre nosotros, buscar trabajo, escribir cosas irrelevantes,
tolerar la vanidad intelectual, cambiar viejos amigos por nuevos extraños
o chicas tontas y feas para llenar la cama por una noche.
No debería sorprenderme, claro, es la ley de la vida,
la evolución y degeneración de todo proceso.
Sólo que en el fondo, muy adentro y escondido en mí,
creí que éramos diferentes, que éramos artistas de verdad,
que permaneceríamos juntos y lo lograríamos.





1er Marc El Loco en el Ekeko de Barranco

2.
Perdiste tu segunda oportunidad.
Sabías que sucedería tarde o temprano.
Las ilusiones no duran para siempre.
Llegó el tiempo de ser razonables o eso parece.
Ahora a estas alturas he decidido cuidarme un poco.
Nadie sabrá lo que pasó en mi cuarto, las mujeres que llevé,
las drogas que tomé, las noches que no dormí.
Un vago sabor amargo queda después de todo.
Hay cosas que no volverán a ser las mismas,
sólo por la literatura, y sabes qué: no vale la pena.
De eso estoy seguro.

Perdiste tu segunda oportunidad, igual que yo.
Bienvenido al club. Ponte una cerveza.
Entre perdedores no hay discriminación, ¿o tal vez sí?
Las palabras dejaron de alcanzar en algún momento del camino.
No más lamentos .No más nostalgia. No más mañanas con resaca.
Pero claro, sigo teniendo miedo; miedo a lo que sea,
las ideas creativas ya no me despiertan a mitad de un sueño,
sólo los fantasmas pornográficos
parecen encender cierta dosis de imaginación en mi interior.
Quedan fragmentos, quedan textos inéditos,
quedan algunas pocas colillas por fumar
y buenas novelas por leer.

Después de eso tendremos que improvisar.
Alguien dijo que sólo los cobardes y los héroes son recordados.
Sería más fácil si no hubiese que elegir.
Dejarse llevar.
Cerrar los ojos.
Esperar a que termine la canción y haber conciliado el sueño.




Yo, en una de las tantas encerronas en la casa de Gonzalo

3.

Y si lo recuerdas bien, Marc, no es tan difícil
ni lejano.
Y el parque sigue estando allí,
las palomas se siguen cagando sobre las bancas,
la cabeza de Miroquesada nos sigue mirando,
igual que cuando tú fumabas también,
y aunque no lo quisieses la pasabas bien.

La diversión de los sábados por la tarde sin nada que hacer,
sólo nuestras risas y chistes, algunos tontos, algunos olvidados
entre el sol y las hojas de los árboles,
películas en VHS al atardecer del domingo,
y es curioso, porque de alguna manera, siguen estando allí,
aquellos momentos, la ansiedad de cuatro chicos
a la expectativa de lo que les deparase la noche.
Y así sucesivamente.
Buenos tiempos.
Entonces dijiste: ¨Se acabó la vida, ahora si¨.
Y tenías razón, se acabó para ti y para todos
desde que decidiste olvidar que la alegría,
esa que nada tiene que ver con la felicidad,
es todavía lo único gratis.



4.
El día que cayó la bomba pasó rápido,
sin prisas ni angustias conscientes.
El pensar vino después y sin avisar.
La pena y la nostalgia no se representan como tales.
Tenía muchos papeles que ordenar y botar sobre el escritorio
y algunas heridas que dejar cicatrizar.
No, nunca fuimos buenos a la hora de hacer el recuento de los daños.
La ficción, quizás, nunca deje de ser el mejor mundo
para tratar de arreglar las cosas.
Pero acá la bomba cayó y por algún lado había que empezar.

Después de la noche, el sol lastima los ojos
y no siempre muestra un camino.
Preferiría mirar dentro de mí. O de ti.
Pero tú ya terminaste y los demás te siguieron
para abandonarte también.
Dices que está bien. Digo que está mal.
Y no me refiero a esa necesaria y dudosa tranquilidad
que ablanda la cama y cuida los sueños.

Finalmente, nada se puede hacer solo.
¿Alguien sería realmente capaz de empezar de nuevo?
Si te devuelvo tu hoja en blanco, ¿podrías hacerlo mejor?
Habrá que aprender a vivir.
Es la consigna de esta mañana y no es nueva.
Como no es nada nuevo lo que vivimos ayer.
Se puede vivir sin moralejas ni sacrificios
pero nunca sin ideas.
¿Cómo ensuciaré mi escritorio después de ordenarlo?
Si sólo se puede escoger entre construir o destruir
prefiero quedarme en la cama,
en esa cama a la que ya no le tengo miedo,
a pesar de los recuerdos de insomnio y desesperación,
viejos fantasmas, que en tu ausencia, a veces regresan
a pintar las horas muertas
que el pasado olvidó borrar
el día que cayó la bomba.

5.
Las estrellas no nacieron en el cielo
esperar tampoco es mi mejor propuesta
pero sé hacerlo, si es necesario.
Sé aguantarlo –si es necesario– todo
y sin embargo seguir aquí,
mirar tu mismo cielo, pisar el mismo piso,
soñar con una sola luna
y volver a tomar aire.

Acepto la derrota antes de empezar la partida
y no es conformismo,
es más de lo que muchos podrían llegar a hacer.
Y aún con todo no he dejado de leer ni un solo día;
ni una mirada, ni una sonrisa que hoy ya no están
han logrado arrancarme una lágrima, jamás.

Enciende la luz, estate atento,
salva tu espíritu,
canta una bonita canción que todos entiendan
pero no olvides mirar a las leyendas desde abajo.
Las estrellas no nacieron en el cielo.


Con el Dr. John Martinez en la puerta de mi casa conversando

con el manuscrito original de Placeres Culposos

Algún Lugar Encontraré

Novela Inconclusa escrita entre el año 2001 – 2002

Fragmento
V

Pasaron tres semanas después del Año Nuevo –del que no me molestaré en recordar por lo poco fructífero de la aventura– y Celeste no manifestó señal de existencia alguna. No, no lo hizo, en vez de eso llamó un sábado por la mañana y dijo:
–Diego, ¿como estás?
–He estado peor.
–Es mejor que nada, acompáñame a Chaclacayo a visitar a mi abuela.
–Avísale a Ron y pasa por mi departamento en 45 minutos.
Y colgó; y sabía a no tenía derecho a no comunicarse durante tres semanas y luego llamarme para satisfacer una necesidad suya. Pero aquel sábado, no había nada que hacer y llamé a Ron y en cincuenta y cinco minutos tocábamos el intercomunicador del edificio de Celeste. A nuestras espaldas, el parque de la cabeza – monumento exponía su idiosincrasia sabatina que florecía entre aves melódicas y algunas pocas nubes tercas.
Quince minutos después bajó ¨la nueva chica del barrio¨ con un vestido azul un poco más arriba de la rodilla y unas botas cortas marrones. Nos abrazó y caminamos hacia la avenida.
¡Que agradable mañana! Había que reconocerlo: Sol radiante, frescura de verano, calles bailando al ritmo del silencio y una chica de lascivo contorneo caminando junto a nosotros, entrelazándonos los brazos y ahora si lo sabíamos, lo sabíamos porque girábamos al ritmo de sus deseos. No había duda, la deseábamos aunque no llamase y ella lo sabía y no parecía preocuparle en lo absoluto. Está bien, podíamos convivir algunas semanas en ese plan, pero no podía sacar de mi mente la curiosidad de saber hasta donde sería capaz de llegar aquella chica que no dejaba nada a medias.
Celeste nos contó en el camino que fue en casa de aquella señora, la madre de su padre, donde pasó los mejores momentos de su infancia: Me vacilaba estar allá, caminar por aquellas larguísimas y solitarias calles rodeadas por cerros y pinos majestuosos. Si había un problema en casa, cuando papá y la abuela discutían, siempre encontraba un lugar donde esconderme de ellos, de sus gritos, de todo lo no grato en general. Fue ahí donde empecé a fumar. En tardes un poco tristes y otoñales, en las que el caminar no evitaba que la soledad me doblegase, se me dio por comprar cigarrillos en la bodega más lejana para que la abuela no se enterase, entonces, con mi nuevo y taciturno amigo humeante me sentaba a escuchar el río y otra vez los gritos y todo lo no grato en general se alejaba de mí.
La casa de la señora Clara quedaba en la urbanización Los Angeles de Chaclacayo, a más de dos km. de la carretera Central, lo cual brindaba una paz y alejamiento de la urbe dignos de destacar. Eran pocos los recuerdos que tenía de aquel lugar. De niño había pasado un par de veces por ahí, sin notar lo hermoso que era, lo cálido que era, el verdor de sus caminos, el pastar esporádico de una caballo de paso, manso, como las hojas de los árboles y lo amplio y relajado de sus residencias escondidas de la carretera.
El taxi nos dejó enfrente de la terracita exterior donde la señora Clara parecía esperarnos escuchando una zarzuela y comiendo uvas verdes de un tazón con simpáticos diseños orientales. La anciana parpadeo un par de veces antes de acomodarse las gafas y comprobar que su adorada nieta había llegado. Se abrazaron con ternura y en seguida fuimos presentados. (...)

(...)Entonces, sin perder tiempo nos aventuramos sobre las extensas calles de Los Angeles en busca de cualquier cosa distinta para nuestros ojos cansados de edificios, buses y simbología urbana.
El primer punto al que nos llevó nuestra guía turística estaba casi a espaldas de la casa de la abuela. Se trataba de una construcción de dos pisos a medio terminar en mitad de un pequeño cerro paralelo a las laderas de California. La entrada al pequeño cerro estaba cerrada por una malla de poco más de metro y medio.
–Está cerrada –dije deteniéndome en frente del letrero de ¨NO CRUZAR¨ que colgaba de la malla metálica.
–El que esté cerrado, no significa que no podamos pasar –replicó Celeste y acto seguido, con suma facilidad trepó la malla metálica, dejando ver la totalidad de sus piernas y un poco más, al momento de hacerlo. En segundos se encontraba del otro lado sin barrera alguna para llegar a la construcción a medio terminar. Ron y yo nos miramos sonriendo al unísono por lo ridículo de habernos detenido frente a la malla como si de un muro de concreto se tratase y seguimos a Celeste que ya nos llevaba varios metros de ventaja.
Ingresamos a la construcción de material noble, como niños curiosos, asombrados de la más mínima novedad que el destino nos ponía enfrente. Corrimos, gritamos, divirtiéndonos con el eco de nuestras voces y finalmente desde el techo contemplamos el mundo; los árboles, los autos que pasaban por la carretera Central a lo lejos y a un grupo de ovejas que desfilaban por un pueblo aledaño a orillas de otro cerro de mayor tamaño que nos observaba en forma diagonal.
–Celeste.
–Qué Ron.
–Desde cuando existe esta construcción, casa o lo que sea.
–Algunos meses, supongo.
–¿Algunos meses? ¿Quieres decir que al igual que nosotros no tenías ni idea de que alguien poco agradable podía habitar aquí y dispararnos o algo así?
–Bueno, Roni querido, técnicamente así es –dijo Celeste mirando hacia el horizonte por unos segundos, sin inmutarse en lo más mínimo ante la indignación de Ron. Pero el horizonte sabía que la bella Celeste estaba en lo cierto. Él nos lo dijo cuando lo observamos los tres juntos y no pudimos evitar sentirnos bien.
Bajamos de la pequeña montaña media hora más tarde y caminamos hacia ningún lugar por una calle abierta que parecía no tener límite alguno. Pero sí la tenía y ese límite era nada menos que los ríeles del tren, perdidos entre la maleza, piedras y poblaciones rurales, se extendían sendero arriba en línea curva desapareciendo por las montañas fantasmales que invitaban a la exploración.
–¡Qué esperamos! –exclamó Celeste que, como siempre, se adelantó a nosotros y ya se deslizaba hacia las vías del tren.
Un cielo despejadísimo se alzaba en lo alto, las aves merodeaban alrededor de él con sigilosa libertad. Las poblaciones de al lado a pesar de su ruralidad indómita no inspiraban temor alguno, simplemente estaban allí al igual que los árboles y rocas, eran parte insustituible de aquel cuadro apacible por el que caminábamos sin molestar ni ser molestados por nadie.
–A veces creo que los padres nos meten todo ese rollo del ser realistas, del madurar, con el único propósito de que no descubramos otro tipo de vida como esta y así su sistema de trabajo y rutina no peligren –fue mi primera impresión a orillas de la vida rural. Los muchachos parecieron estar de acuerdo.
Caminamos cantando y zigzagueando sobre los rieles casi una hora hasta que a pocos metros de una curva señalada por una montaña inclinada, escuchamos la aproximación de un rugido que atravesaba el silencio de los bosques: ahí venía el tren.
Trepamos rápidamente sobre un montículo de rocas y lo vimos pasar como un aullido largo y melancólico y misterioso antes del atardecer. El pesado sonido de fierro y vagones vacíos y lúgubres me hacían recordar a un blues de Robert Jhonson. La oportunidad del camino arreciaba contra el viento.
Sentados sobre un banco de piedras liamos un porro mientras el tren terminaba de pasar y lo fumamos lentamente cuando los primeros vagones se empezaban a perder en la eternidad del horizonte a un lado del sol.
–Es probable que en menos de dos horas se ponga el sol, allá, en el fondo, donde apenas podemos atisbar vestigios de luz –decía yo dando pie al monólogo– y para cuando eso suceda, aquel montón de fierros seguirá rodando en la oscuridad y aunque sé que no es cierto, casi puedo imaginarme a un vagabundo negro sentado en algún vagón vacío viendo como la noche se va yendo ante él.
–Como en uno de los relatos de On The Road –añadió Celeste con una lacónica sonrisa en su semblante, una sonrisa que reviviría la magia de nuestro primer encuentro. La literatura era un punto aparte en aquellas palabras, como en los relatos de On The Road.
–Para eso aún tendrían que existir vagabundos –opinó Ron antes de exhalar el humo.
–¿Y qué es un vagabundo? –preguntó Celeste en sensual tono de provocación, como siempre cuando buscaba la maliciosa polémica escondida bajo un manto de dulce ignorancia.
–Un personaje de ficción en la literatura de carretera –repuso Ron y le pasó el porro a Celeste.
–Un personaje de aura romanticista es cierto, pero no por eso menos tangible que un comerciante o un agente de aduanas –añadí yo que siempre tengo la mala costumbre de no poder guardar mis opiniones.
–Es un artista –intervino Celeste–. Conceptual, pragmático o impresionista o lo que sea, la cuestión es que su obra posee más fuerza que cualquier cuadro vanguardista o poema de maldito porque su obra es su vida.
–Que un vagabundo sea la máxima expresión del artista, puede ser –continuó Ron unos segundos y unas pitadas después–, eso llevaría a concluir que hoy en día los artistas ya no existen porque los vagabundos ya no existen, se escondieron y desaparecieron entre las hojas de los libros neoromanticistas de mitad de siglo y toneladas de bolsas de basura. Ahora sólo quedamos nosotros para hablar de ellos, de lo que hicieron y de lo que nunca hicieron, el resto son mendigos en una esquina esperando un pan, tampoco se les puede culpar por ello.
–Es bastante razonable, poco agradable pero razonable –agregué.
–¿Entonces, cuál es la solución? –preguntó ella.
–El caso es que esa solución no existe –prosiguió Ron– por eso es que vivimos con nuestros padres, asistimos a la universidad, buscamos empleos y fumamos yerba para no sentirnos tan cuadriculados pero el camino es el mismo. A veces me preguntó hasta que punto somos diferentes al resto del mundo.
Ser diferentes. ¿Realmente lo éramos? ¿Realmente alguien podía serlo en estos violentos tiempos modernos? Los tres sabíamos que no se trataba de llevar el pelo largo ni succionar el santo grial de las bibliotecas ni siquiera de aquella falacia moderna acerca de ganarse la vida haciendo lo que a uno le gusta. Consistía en pertenecer a algo distinto, a algo que pudiésemos considerara como nuestro. Y en efecto teníamos una idea común pero aún deambulaba en las redes del subconsciente abstracto –¿a dónde ir?

viernes, 29 de junio de 2007

Escritores, Chicas y Noches Tristes

Las personas le resultaban extrañas, por lo general. Todo lo que había hecho en su vida era escribir; año tras otro, mes tras mes.
Las personas le resultaban extrañas. Tan afectadas por la realidad, con muchos horarios y pocos feriados. Él sólo había escrito: año tras otro, mes tras mes.
Las personas quizás lo supiesen, pero no dejaban de extrañarse por eso.
Él construía mundos paralelos, prisiones y fugas por doquier, en un constante entrar y salir.
Las personas tomaban y la música sonaba. Una chica lo miró por algún motivo. Parecía muy joven, sus ojos vagaban en la soledad.
–¿Nos vemos después? –le preguntó él–. Más tarde, en esta vida, ¿quizás?
–Claro –dijo ella, luego de dudar un rato. Él le sonrió–. Creo que te quiero.
–Yo no puedo hacer nada por ti, sólo sé escribir.
–Por eso te quiero.
* * *

Tu mirada se parte en dos en el espejo
...en el mar.
Una noche que acaba: estrellas
que no iluminan un lugar a donde ir
en un desierto pavimentado
...horas, tiempo: un viejo cassette de Spineta clavado en la sien
Cuando pase la tormenta al alba.
Con tu cabello cayendo sobre mis piernas.

La Felicidad


Hay algo especial que suelen tener aquellas novelas cortas que devoramos en un par de noches, y cargamos todo el tiempo. Tengo buenos recuerdos de El Extranjero, Menos que Cero y Desayuno en Tiffany´s.
Y recientemente, después de un par de años de no dar con un libro de esas características, me encuentro con ¨Felicidad¨ de Dennis Robert.

Los más suspicaces ya habrán deducido que el nombre no tiene nada que ver con un manual de autoayuda, y que por el contrario, la exultante connotación del título supone un factor altamente perturbador escondido en sus páginas.

Y así parece ser. Narrado a manera de diario, a dos voces, Felicidad es la historia de un escritor casado, que coincide con una mujer de igual condición civil, con quien empieza una intensa aventura sexual.

Hasta allí, el tema parece conocido, repetitivo incluso, pero no lo es. Existe una atmósfera, sutil pero penetrante, de thriller durante toda la obra, la cual contradice varias características de la novela erótica convencional.

Leer Felicidad me trae a la mente una sensación de ansiedad claustrofóbica, similar a la de la película Requiem por un sueño. En Felicidad, el sexo es una droga, pero no una droga cualquiera, sino una de las duras, de las mundanas, alejada de ese apasionamiento, muchas veces colmado de indignante e incomprensible ingenuidad, que presentan las novelas de este género.

Otro punto que genera inquietud en Felicidad es la ausencia de nombres de los personajes. La intimidad entre dos personas a las cuales no puedes nombrar en ningún momento, es una metáfora del anonimato de las relaciones sexuales contemporáneas; porque en muchos aspectos, estamos hablando de una obra de época; de nuestra época. Una época con páginas web para pedófilos y películas porno capaces de hacerlo todo. La tensión sexual aparece constantemente expuesta a través de un inconsciente colectivo que es el reflejo de una sociedad alienada, que en cierto momento llega a hacerte desear follar con todos, ante la imposibilidad de poder matarlos.
Violencia contenida, represión y tentación. Un mundo hostil: estos términos también aparecen metafóricamente, completando la atmósfera sórdida sobre la que se cimientan las fantasías sexuales de los personajes.

En Felicidad no hay esperanza. Y quizás, esa es la idea y la moraleja de la novela. Ya lo advierte el conveniente epígrafe de Krishnamurti, donde sin preámbulo alguno, califica al sexo de ser ¨la máxima evasión de la condición humana¨.
Y, claro, todos queremos evadir: la rutina, la familia, los proyectos, uno mismo.
A diferencia de varios autores reconocidos del género erótico (Almudena Grandes, Margaritte Duras, Elizabeth McDonald, etc.) Dennis Robert se muestra escéptico desde el principio. Parece siempre consciente de la limitación del placer físico, pero se aferra a él ante las limitaciones aún mayores que ofrecen los placeres establecidos: consumo, viajes, imagen.
Conforme van avanzando las páginas, la historia adquiere los estragos de una competencia desesperada entre hombre y mujer por ver quien es capaz de llegar más lejos en su intento por escapar de la realidad, sin destruirse en el intento. Hasta que llega el punto, en que el no destruirse, deja ya de ser relevante. Entonces, acaba la novela erótica y empieza el thriller pornográfico, como una relación de una sola noche.

domingo, 24 de junio de 2007

ENTREVISTA

Entrevista dada a la revista virtual Caja Negra en el 2004.
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REVISTA VIRTUAL DE MUSICA LITERATURA Y CINE

CÉSAR SÁNCHEZ

Escribe: Edith Baltazar
Fotos: Dany Salvatierra

Con una prosa que se asemeja a las novelas policíacas de James Ellroy, y a la cual ha decidido invertir la mayor parte de su tiempo, César Sánchez se aventura a la carrera literaria con su primer hijo: Días Distintos. Una novela de contextos y personajes preponderantes, pero que a la vez, trae consigo aires atemporales.

EL NACIMIENTO DE UNA AFICION

César siempre tuvo unas ganas imperantes de vivir cosas arriesgadas y complicadas. Sin embargo, a su vez, era consciente de su talante ensimismado –lo cual difiere de tímido–, por ello, encaminó su capacidad abstractiva para fundirlas en la imaginación y creación de historias, las mismas que se gestan por un puro afán de contar experiencias personales. Será a partir de los 17 años, que empiece a escribir sus primeras narraciones, y con ellas lograría encontrar, el camino que lo llevó a definir su perspectiva artística.

“ De hecho hay algo de expresión en lo que hago, pero lo que más me importa es crear una historia y vivirla a través de lo que uno escribe ”.

AMIGOS DE GENERACION

En las épocas de colegio, las primeras influencias narrativas que César recibió, vinieron de parte de la “Generación Beat”. Autores como Kerouac, Burroughs y Ginsberg, satisfacían por completo sus intereses literarios del momento.
Sin embargo, pese a tener la vocación del relato, César no tenía plenamente definido que quería hacer de el una profesión, fue cuando se decidió a estudiar comunicaciones, y finalmente en el camino descubrió que la literatura era lo que realmente lo apasionaba.

“ Cuando escribía en el colegio era un poco inmaduro, y en el fondo tenía la duda de que en verdad no sirviera para esto. Quizás si tuviese la oportunidad de empezar de nuevo estudiaría literatura ”.


LAS PRIMERAS VISIONES

A los 18 años, César escribió su primera novela, Algunos Hombres Buenos. La historia es toda una fantasía adolescente acerca de la cultura de los años 60. Sin embargo, pese a los errores que le reconoce –motivo por el cual no la publicó–. César le tiene especial cariño al manuscrito, en vista que le dio la oportunidad de probarse que era capaz de empezar y culminar una novela.

“ Tiene mucho espíritu, pero le falta madurez. Hay demasiada imaginación, en el sentido que no respeta lo que realmente sucedió en esa época ”.


DIAS DISTINTOS

Días Distintos es el primer libro publicado por César Sánchez, también es el trabajo con el cual inicia una trilogía. Con esta obra, César trata de darle un carácter más estándar a su prosa, cuyo tema principal son las vivencias juveniles, en una urbe como Lima. Es una novela ambientada a finales de los 90, en la época de las primeras fiestas electrónicas en las playas del sur, así como de las bandas de traficantes universitarios. El resultado, es un texto que mezcla de una manera eficaz la ficción con los temas generacionales, por su recurrencia constante a la música e íconos culturales del momento.

“ Para la presentación conté con la presencia de Oswaldo Reynoso, y posteriormente envié algunos ejemplares a medios como la revista Somos y el suplemento El Dominical, de los que recibí criticas constructivas ”.

FINANCIAMIENTO
César tenía el deseo impetuoso de publicar su opera prima, para lo cual en un primer momento pensó en llevarlo por su cuenta a alguna imprenta. Sin embargo, luego de una aguda reflexión, decidió recurrir a una editorial. Se inclino por el fondo editorial San Marcos, en vista a su apoyo constante a los nuevos valores. Finalmente, lanzó un tiraje de 1000 copias, obteniendo toda la experiencia de trabajar en el proceso integro de publicación.

“Quedamos en financiarlo mitad y mitad. Me quede con una parte y la editorial con la otra. Yo vendo mi parte y esa es mi ganancia y recuperación”.

COMPLETANDO EL TRIO
Actualmente ya tiene terminado el borrador de su segundo libro, Placeres Culposos, la cual es una historia paralela cronológicamente a su ópera prima, en la que aborda temáticas más adultas, como el sexo y la ambición. Tiene la intención de publicar el libro en el transcurso de este año. Mientras que a su vez ya ha terminado de escribir la última novela que completa la trilogía.
Entre sus planes a mediano plazo estaría la posibilidad de emigrar, no sólo por mejorar su labor literaria, sino, por llevar acabo algunos proyectos personales.

“A veces un artista cuando se mete mucho en su obra y cuando siente que hace algo bueno, tiene que hacer algo distinto o mejor a lo anterior”.

VISIONES DE LOS DIAS
Para César Sánchez vivir de la Literatura no le parece imposible. Aunque es consciente de que depende mucho que la cultura peruana aprenda a seleccionar cualitativamente su tipo de lectura. Pese a cualquier contratiempo planea siempre estar ligado a la prosa, ya sea en actividades cercanas a la escritura, como el periodismo, aunque es consciente que este último, es un oficio que no lo llena del todo, como si lo hace la narrativa de ficción.

“Yo me veo, en unos años, escribiendo de manera constante y remunerada (risas); quizás no como medio de vida, pero si convertirlo en mi oficio y profesión”.

sábado, 23 de junio de 2007

Presentación Días Distintos

Por: Oswaldo Reynoso

Discurso dado por el escritor Oswaldo Reynoso en la presentación de mi novela Días Distintos, el día lunes 26 de julio del 2004 en La Noche de Barranco.
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(...) Cuando comencé a leer la novela, un día él me llamó por teléfono y le dije que la novela me parecía un poco superficial, que tomaba los temas que siempre se están tomando y eso fue una falta de mi parte porque yo debí ser más prudente y decirle que esperaba leer toda la novela. Pero, conforme iba avanzando en la lectura, esa primera impresión desapareció por completo. Y eso tiene que ver con lo siguiente:

Actualmente, los críticos, estudiosos y comentaristas de periódicos y revistas sobre la narrativa peruana y latinoamericana han dado por calificar como novela light a todas las novelas que tratan de las drogas, del sexo, de algunos acontecimientos que tienen que ver con el crimen e inmediatamente les clavan el apelativo de novela light.
Y yo siempre he sostenido que esa calificación es errónea porque lo light no está dado por los temas, lo light está dado por el tratamiento que se da a los temas.
Necesariamente, una novela trata de lo humano y en lo humano está el sexo, el amor, los celos, el crimen, la traición, el poder. En la medida, en que el autor enfoque estos temas, la novela será light.

Es posible, que algunos críticos califiquen a esta novela como una novela light. A mi me parece que no tiene nada de light. Es una novela profunda.
Se dirá: Habla de sexo. Y, hay dos formas de hablar de sexo. Habla de drogas. Sí pues, pero hay dos formas de hablar de drogas. Habla del desenfreno de una juventud actual. Depende de la forma como nosotros enfoquemos, en una obra narrativa, estos problemas.
Y aquí, César, a pesar de su edad y a pesar de ser la primera novela que publica, tiene profundidad.
No es simplemente el relato de una intriga, de una ventura policial o de una novela negra light. Porque cuando la novela negra o policial es profunda, se introduce en los problemas fundamentales del ser humano. Ese tratar de descubrir el futuro, ese tratar de descubrir las diferentes relaciones que se presentan en la vida y eso lo hace César y lo hace con verdadero talento y no es ninguna exageración. Yo no tengo la costumbre de exagerar.
Ahora, quiero referirme a algunos asuntos en relación con la novela:

1) Las Influencias del Autor
Efectivamente, detrás de cada escritor hay un libro o hay varios libros. No hay, hasta el momento, ningún escritor que no haya recibido influencias. Pero depende como esa influencia nos influye.
Se puede recibir una influencia en la que el autor es un fiel seguidor del escritor que considera su maestro. Se puede tratar de superar al maestro. Y la otra influencia saludable, es cuando la creación se transforma en un campo de batalla contra el maestro que influye.
Que es lo que sucede acá –mostrando el libro–. La lucha de César contra los maestros de la novela negra y policial. Él acá libra una batalla, se ve, a lo mejor, él no es consciente de esa batalla pero yo he visto que libra una batalla contra los maestros que influyen en él.
Me parece que esta es una influencia saludable.

2) Realidad Real vs Realidad Ficcional
Hay la realidad que podríamos decir real, nosotros estamos acá, es una realidad. El tiempo está pasando, no podemos detener el tiempo, es una realidad total, definitiva y completa.
Pero, hay otra realidad, la realidad ficcional, la realidad que el autor construye en forma paralela a esta realidad que pasa y no va a volver. Pero, el autor puede tomar como elemento de su ficción esta realidad real y darle la categoría de una realidad ficcional. Pero, esta ficción no puede ser arbitraria porque esta realidad que se construye en forma paralela a la realidad real tiene que tener también una estructura, tiene que tomar determinadas reglas de creación. Y eso es lo que yo encuentro en esta novela ¨Días Distintos¨.
Se dirá, por ejemplo, que hay algunas escenas que no corresponden a la realidad real, y eso no interesa, porque él no está haciendo un testimonio de la realidad real, él está construyendo una realidad y esa realidad es un universo y ese universo tiene sus reglas.
Si un personaje se presenta en tales características, ese personaje, a lo largo de la novela, tiene que tener su desarrollo dentro de ese universo. Es posible, que ese desarrollo no se dé en la realidad real pero si se dé en la realidad ficcional, y si el lector, al introducirse en esa realidad, encuentra que eso obedece a determinadas reglas dentro de esa realidad ficcional, la novela es lograda.
Por eso, a veces, también me extraña que algunos críticos siempre están comparando la realidad ficcional con la realidad real. Se pueden hacer comparaciones, porque además esa realidad ficcional parte de una realidad real. Es decir, hay algunos vasos comunicantes, pero hay que saber tratar esos vasos comunicantes.
A lo largo de la novela, los personajes reflexionan sobre esta realidad real sin escapar de la realidad ficcional. Y eso, es un elemento importante, no sólo en la novela policial sino en todo tipo de novela.

3) Vocabulario
Actualmente, se ha puesto de moda el exigir a la narrativa una forma de lenguaje estándar. Ya estoy leyendo yo algunos comentarios: No, no. Esa novela maneja muy bien el lenguaje estándar. No hay manejo correcto, artístico de la lengua estándar. Pero eso es un contra sentido. Porque hay una lengua estándar culta y una lengua cotidiana. Ahí podemos poner la forma como hablan los jóvenes, los pirañitas. Los jóvenes universitarios, actualmente, tienen una jerga propia de ellos, que va evolucionando.
Ahora, el narrador puede hacer un trabajo artístico, tanto de la lengua estándar o culta como de la lengua coloquial o popular. Si la literatura es arte y toma como referencia la palabra, entonces el autor tiene pleno derecho de trabajar artísticamente la jerga y la lengua culta y eso es lo que hay en esta novela. Ha captado, en los diálogos, la forma como actualmente hablan los jóvenes de un estrato social determinado.
Es posible, que algunas personas se extrañen, se asombren, porque en una novela encuentren groserías, pero que quieren, si el personaje es un muchacho actual de una universidad, ¿quieren qué hable como el Cardenal Cipriani?, aunque, a veces, él también hable groserías.
Pero, cuando los parlamentos obedecen exactamente a los personajes y cuando se lee la novela y da la sensación de estar escuchando al personaje, se ha conseguido un aspecto interesante en la novela moderna, que es la oralidad.

4) Influencias de la Novela Norteamericana
También se puede criticar, yo ya he visto que han aparecido algunas novelas que dicen que tienen influencias de la novela norteamericana, que a lo largo de la novela, dan la marca de las ropas, la marca de los perfumes, la marca de los cigarros. Y también, hay bastantes alusiones a la música moderna, a bandas, a diferentes tipos de ropa.
Se dirá, que es una copia de la novela norteamericana, a mí me parece que no. Y me sorprende que digan eso, las mismas personas que hablan de la globalización. O es que acaso, nosotros no estamos viviendo en un mundo consumista.
Eso de dar las marcas de la ropa, de los perfumes y los cigarros y de la música moderna, eso lo vemos todos los días en Lima. Otra cosa sería, si ese fenómeno no se presentara en Lima y por la influencia de la novela norteamericana, nosotros lo colocáramos en nuestra narrativa. No! Eso es natural en Lima. Entonces, porque un escritor no puede tomar ese elemento de la realidad y trabajarlo artísticamente.
Así que a lo mejor, van a ver algunos críticos que te van a decir eso, no les hagas caso, porque no tienen absolutamente ninguna razón.

5) Manejo de Personajes, Espacio y Tiempo
En una novela, fundamentalmente, hay tres elementos: el manejo de los personajes y el manejo del espacio y el tiempo.
- Ya he hablado de los personajes, los personajes están muy bien delineados, en los parlamentos de los personajes se ve que, efectivamente, hay un trabajo de oralidad, que es importante en una novela.
- En lo que se refiere al tiempo, el tiempo narrativo es vertiginoso, no hay respiro y eso corresponde exactamente a la trama de la novela. Una novela trabajada con esa trama, policial y de intriga, no puede ser, pues, una novela lenta. Pero, ese tratamiento del tiempo vertiginoso, tiene que tener dos condiciones: tensión e intensidad. Y efectivamente, en toda la novela hay tensión, es decir, que se plantea la novela de tal forma que parece que en cualquier momento se va a romper, como si estuviésemos jalando un elástico. Pero, en momentos claves, hay la intensidad que va dando los pasos para el final de la novela.

No les voy a hablar del argumento de la novela. Solamente les puedo decir, que es un argumento muy interesante, es un argumento verdaderamente impresionante. El lector, a lo largo de la lectura, siempre está en vilo.

Para terminar, yo he marcado algunas partes que quisiera leerles. Por ejemplo, dice:

–¿Estás drogado?
–Estoy drogado de sueños, de fe.
–¿De fe en qué?
–Vane, si tú me preguntas eso, no, no, mejor dicho, si yo respondo de manera lógica a eso, entonces estaría contraponiéndome a todo principio de fe.
–Álvaro...
–Donde las palabras callan –interrumpiéndola–, el silencio encuentra respuesta.
–¿Y eso qué quiere decir?
–Es un acertijo milenario. El día que alguien pueda explicarlo coherentemente perderá toda energía mística, lo mismo para con la fe.

Esta novela está salpicada de estos diálogos que demuestran una profundidad. Dice:

–¿Y por eso preferiste vender droga?
–Tal vez, aunque no creas que eso me hace feliz. Es sólo un pasatiempo, una forma de ganar dinero pero en el fondo es la misma mierda. Cuestión de superficies, en realidad no importa mucho.
–¿Qué es lo que importa?
–Nada. La manera como te ganas la vida, como se ve tu cabello, tus ideales, el tiempo, hagas lo que hagas en estos días da igual.
–Tiene sentido.
–Pero al menos tú eres escritor, puedes ocupar tu tiempo libre en algo mejor.
–¿Y para qué? ¿A quién le importa las palabras? Cuando acababa la secundaria escribí una novela corta, muy buena, modestia aparte. Fue directa, actual, agresiva, vanguardista en cierto punto, con el fin de remover a la gente que me rodeaba, captar polémica, interesar a las chicas. La publiqué con mi dinero y al ingresar a la universidad la tomé como mi carta de presentación. Los supuestos intelectuales dijeron que era precaria, que la música, el sexo, las drogas y la desolación juvenil era tema de escritor sensacionalista. El resto dijo que era bonita, que es lo mismo que nada.

Esto es importante, es una reflexión sobre la misma novela que hace el autor, porque esta novela trata de eso: de música, de sexo, de drogas y de la desolación juvenil. Y el mismo autor está reflexionando sobre lo que está haciendo. Por eso me ha agradado la novela porque, por lo general, yo he leído este tipo de novelas y los autores simplemente describen, presentan, muestran pero los personajes no llegan a esta profundidad de reflexión. Dice:

Una interrogante saltó del subconsciente. ¿Es esta mi generación o sólo un estereotipo de mi medio social?

Les estoy leyendo estos párrafos para que Uds. capten la profundidad, una pista sobre la sociedad. Dice:

–Un kilo sin cortar –dijo el Lagarto moviendo la bolsa en su mano–. Necesito nueve más de estas bolsitas porque seguramente, quizá tú o algunas personas lo vean como un simple polvito que se meten por la nariz pero para mí cuñao, para mí esto es más profundo, más místico, esto es... –y en mi oído añadió– PODER... y dinero por supuesto, mucho.

Verdaderamente, a mí me han conmovido estas reflexiones de los personajes dentro de un mundo de ficción. Y para darles un ejemplo de una prosa nerviosa, de una prosa que está a tono del mismo torbellino de la acción:

Jueves, día soleado, cielo celeste, nubes algodonescas, medio día: bermuda de corduroy, polo con cuello, zapatillas, lentes Oakley modelo clásico, mochila Quiksilver. En el taxi, rumbo al hostal...

Este es el ritmo de la prosa.

–¿Esto es tuyo? ¿Tú lo construiste?
–¿Yo? No Álvaro, yo no lo construí, lo hizo mi viejo, sabes, hace muchos años que dejó de invertir en el Perú por la época oscura que atravesábamos, pero ahora que las cosas parecen mejorar, ha decidido darle una oportunidad al país y realizar esta obra para el pueblo. El gobierno ha estado presionando mucho a la familia, nos han llenado de impuestos hundiendo nuestras empresas, pero como ves, no es fácil desaparecernos del mapa. Mi padre está fuera por el momento solucionando ciertos problemas legales y no tardará mucho en regresar por la puerta grande.

Debo advertir que los personajes que aparecen en esta novela pertenecen a altas clases sociales y clases con mucho poder económico y político en el país. Ese es otro elemento importante. Por lo general, este tipo de novelas, como las de Galarza y la de otros escritores jóvenes, presentan personajes de una clase media acomodada. Dice:

Y sobrevivimos.
Ese fue el problema: las chicas, las drogas, la ropa, nuestros viejos siempre ocupados o estresados después del trabajo, en la mesa, en la Nochebuena, a la hora de escoger los regalos en el centro comercial. Y antes, cuando no había centros comerciales, ¿te acuerdas? Apagones, colas para la comida y todo eso que en realidad no nos afectó porque éramos muy libres. Después pasó el toque de queda, llegó la adolescencia y ya se podía salir de noche con relativa tranquilidad.

Sólo somos víctimas de la superficialidad, no promotoras de ella. Nuestros padres tuvieron la culpa, ellos se vendieron, nosotros tuvimos que crecer sin la identidad que nos robaron.

¿Escuchaste alguna vez eso de generación X? Creo que así nos denominaban, de cualquier forma nunca nos hablaron sobre eso en el colegio, ni en la universidad, ni en casa; no, en esta parte del mundo se conformaron con decirnos que el terrorismo estaba terminado y nos sentaron frente al Súper Nintendo.

Como Uds. podrán apreciar, simplemente he querido dar lectura a algunas partes muy pequeñas para que Uds. vean que no se trata de una novela light. Novela light sería si solamente se limitara a describir los abatares y peripecias de este grupo de jóvenes universitarios que entran al delito, porque como Uds. habrán comprobado con estas lecturas, que es una novela que reflexiona, que es una novela, voy a emplear una frase de un escritor, es una novela que constantemente se está mirando el ombligo. GRACIAS.
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Discurso que di en la presentación de mi novela Días Distintos.

“Días Distintos no pretende ni pretendió ser una novela bonita. Es quizá, por un lado, un manifiesto generacional, la alternativa criolla a la Generación X determinada por noches de juergas llevadas al límite, la obsesión por la actitud escapista y pornográfica del sexo, los confusos y dispares intentos por asentar una cultura de consumo en un país tercermundista como éste; y claro, la desolación representada por los excesos y la falta de opciones por parte de la sociedad.

Por otro lado, Días Distintos es una novela de trama, que gira, y este es el verdadero móvil de la obra, en base a la resolución casi policiaca de un acto de tráfico ilícito de drogas.
Es un libro que toma diferentes vertientes que el lector decide o no tomar en cuenta. Mucho de lo dicho en la novela carece de importancia en un sentido, y es bastante simbólico por otro.
La alusión semiconstante de personas conocidas y lugares comunes, responde al carácter visual de la narración. Es, de alguna manera, una obra pop; pop pero con raíces chicha, es decir, llevando a la parodia a este término. Sin embargo, se reconoce a la superficialidad como contexto general del individuo promedio, no exclusivamente de los jóvenes.

Días Distintos no pretende ni pretendió ser una novela bonita. Ofrece sí una salida, que no es una solución.

Es el primer eslabón de tres novelas que ofrecen cierta visión de Lima, una visión que no busco imponer a nadie.

Días Distintos, al ser una novela juvenil, muestra planos improvisados e intencionalmente inmaduros de reflexión, pero que entrelíneas, a través del ojo cínico, terminan siendo bastante contundentes.

Es más cómodo, para un escritor, escribir sus obras que hablar sobre ellas. La mayoría de cosas que uno hace con nobleza literaria son tomadas con maldad. Hay cosas que no volvería a hacer ni a escribir. Si puedo resultar pesimista prefiero que sea así en mis novelas y no en la vida.
Yo no hago libros para la crítica, ni con afán de alimentar la pretensión fatua del lenguaje; los libros son de aquellos que los quieran leer y de nadie más”.

domingo, 27 de mayo de 2007

LA VIDA NO ES UNA EXCUSA

Algún día alguien descubrirá estas líneas en una noche oscura,
o en una noche sin planes, o en una de esas noches
en que hay tantas responsabilidades encima
que no se puede dejar pasar la oportunidad
de desentenderse de ellas,
para leer esto que escribí cuando el mundo me exigía
que haga otras cosas.
Pero aquí no hay rebeldía ni reacción;
el que entienda lo que hago
encontrará las llaves antes de empezar a buscarlas.
A esa persona es a la que le debo mis obras, mis tachones,
mis horas de insomnio, la belleza y el horror.

* * *

Y de pronto encontré la pena que yacía invisible,
palpable en otras dimensiones.
Esa pena de los momentos importantes, del hablar de amor,
de la santidad del arte,
de la madrugada que se va convirtiendo en día
y del asco en la garganta.
Esta pena, el chute, un gesto sensual
o la canción flotando bajo un mismo cielo,
enredados en las mismas nubes de humo.
Después el despertar,
la imposibilidad de despegarte de la almohada,
el despertar con jazz o música del recuerdo,
el toque mágico para empezar el día.
Porque escribimos tras unas rejas,
miramos a través de algunas ventanas
y robamos lo que podemos.
Cuando la semana corre hacia su fin,
hacia su espacio donde todo acaba
y va cayendo el día en espera de la noche
sobre Chacarilla Halley,
este otro lugar, estas otras calles,
los parques que conosco,
las pistas que huyen del neón,
el abandono del dolor,
abriendo nuevas puertas,
estas puertas a ningún lugar de la eternidad.

* * *

Un carril, una ruta marcada, el ascenso –
la quimera de la pasión – mi amada.
Un caballero sin caballo, con la espada aferrada a la mano,
el escudo algunos metro más allá –
estas botas pisan más que tierra,
este corazón rompe silencios vanos, trampas para listos,
telarañas de vampiros.
La luna cuelga del cielo,
el Expreso de medianoche se va sin decir más.
Esperaremos por vino o cerveza, esperaremos más,
rayaremos canciones,
esperaremos al hombre, callemos al aburrimiento,
saboriemos a frígidos intervalos
después de una ronda más.
Un libro, una frase, un recuerdo,
el ritmo que no para,
las palabras que se suceden,
que mueren una tras otra.
No hay remedio.
Pasémosla bien entonces,
esperaremos un poco más...
huyamos del alba,
que el sol no nos coja despiertos.
Rescatemos un par de canciones de amor
y te las regalo a ti, mi mujercita.
Después de un último suspiro no hay nada.
Caer en el pesimismo es demasiado fácil.
Alertas
Conscientes
Lucidez claustrofóbica.
Algunas noches que no terminan bien,
otro retraso,
la cola para ir al baño.
Los mismos cabellos, besos,
la búsqueda del punto final.
Escribo desde el fondo.
Nada vale más que esto.

Un beso para ti, mujercita,
un beso para los chicos,
un beso para la familia.
Este adiós es el principio.

* * *

Confesiones de madrugada a falta de sueño
y el aguante de la garganta.
El descanso de la novela, las fuerzas para crear con palabras;
estas horas se hacen solas,
cuando los sentidos están dopados no se puede mentir.

Confesiones que reflejan que el corazón es frágil,
que se puede romper, que se acelera con la coca,
que respira con el amor.

Confesiones fotográficas, imágenes cinematográficas en los libros,
el recuerdo de las viejas cantinas;
el centro de Lima y su arquitectura.
Y sus historias.

Nada de mártires, nada de héroes ajenos.
Sólo yo canto en la torre.
El reino de Halley, al otro lado de la ventana,
me hace pensar en que ya viene diciembre
y en que no hay suficiente tiempo para escribir,
si lo piensas bien.

La radio de madrugada a veces ayuda un poco;
en otras ocasiones desespera y me eriza los vellos.
Cuando la noche se sumerge
y la luna cada vez más alta,
se va y se va.

Este canto es por la verdad de la noche.
El tilín que impulsa nuestras frases.
El clima cambia, la madrugada es cálida;
bajo las sábanas se calienta algo

Eso es lo que cuenta.

* * *

Noches de Diciembre

Qué son esas luces rutilantes
que cuelgan de las ventanas a lo largo de las calles,
silenciosas a veces, congestionadas después.
Sumergidas en oscuridad cálida,
pasando largas horas bajo los árboles,
absortas en la nebulosa humareda.

La sensación de diciembre,
las canciones navideñas que corren en el ambiente.
Y sino, también, las fiestas, los días lunes,
el lánguido despertar cubierto por las mañanas soleadas.

El tiempo es corto,
vuelven los teoremas literarios
que nos mantienen despiertos después de horas,
alejados de la cama, con la ropa acumulada junto con los libros,
con las bebidas, con la música,
con las cosas pendientes que ya desaparecieron.

En la esquina, los chicos toman helados en shorts.
Las chicas se lucen con poca ropa,
pero ahora sí, sin sentir frío.

Tal vez, no todos los amaneceres arrastren el terror de la existencia
con el canto de los pájaros, ese canto que anuncia que todo acabó,
una historia a la que se le pone punto, pero no encuentra final.

Esta noche estás ahí, hundido en el sillón,
observando la película a través de la ventana,
perdido y libre.

* * *

Una última palabra – año que muere – hechos, sucesos –
amor y furia – picaduras – literatura y fracaso.

Sol que cae sobre las hojas verdes –
canciones que suenan tristes y gloriosas al amanecer –
las noches de copas, el lento caer de las seis,
ese mar que se extiende en el horizonte.

Técnicas aprendidas – desilusión y bohemia –
contar estrellas es como contar dinero y viceversa – a la larga –
patrullas de criminalística rondarán las calles en Año Nuevo –
Andrés Calamaro hornea un pavo y algunas cosas más esta noche.

En los discos piratas que ahora traen bonus tracks
y son más prácticos y reemplazables –
estos derechos de autor que quizá prevalezcan,
las letras de todas las músicas sin letra conmigo a la tumba se irán.
31/12/03
* * *

Los buenos momentos que aún se dan,
que inquietan con ambiguas invitaciones a los sueños,
horas grises,
cielos rotos,
un minuto de pensamiento libre.
Las duchas ahora son largas,
el agua se traga al cuerpo,
No queda más que la banca del parque para descansar
...descansar ideas,
descansar violencia difusa,
extraña,
ajena.
El fin de tu último capítulo,
el fin de aquella canción,
de sensaciones de verano,
el fin de tus recuerdos,
esas exquisiteces egoístas,
esos buenos momentos que aún se dan sin avisar,
cuando piensas que no volverán más.
El teléfono pronto dejará de sonar,
caerá la tarde,
olvidaremos ciertos gritos
y mañana volverá el invierno.

Brian Wilson


Cantante de los Beach Boys


California nunca volverá a ser la misma.
Los coches convertibles ya no susurran tus melodías al Pacífico.
Algo cambió. Algo se rompió.
El dinero llegó rápido, la familia se resquebrajó.
No dudaste de ser un genio. Dudaste de la fama.
Dudabas de tu voz en la radio, no en el viento.
Entonces vino el encierro. El autoexilio.
Inundaste tu casa de arena y compusiste piezas artísticas
con los pies en una playa bajo techo.
Ese techo. Ese autoexilio.
Marihuana y L.S.D. en cualquier momento.
Que los productores esperen.
Que esas chiquillas que gritan agitando discos de Vinilo
esperen también.
Todo es parte del rock and roll o de la época.
Coquetearon con el demonio que entregó chicas fáciles
en su plan por conquistar al mundo.
El demonio quería cantar.
El demonio mató al feto de Sharon Tate.
El acontecimiento acabó con el sueño de una generación.
De ahí todo fue cuesta abajo:
Engordaste, te enganchaste a la coca, te olvidaste de tu familia.
Nunca dejaste de tocar.
Seguiste en el estudio. Seguiste teniéndole pánico a las giras.
Seguiste viendo como tu hermano se destruía
y no hiciste nada porque tú también te destruías.
La música siempre te planteó un camino en claroscuro.
Sobreviviste.
Tu hermano no.
Tus hijas crecieron y empezaron a cantar.
Tú no te enterabas porque te mantenían bajo control 24 horas,
en un granja de desintoxicación.
No se puede dar una moraleja en esta historia.
La música sigue.
Nunca dejaste de tocar, eso es todo.



El Fantasma del Campamento Amistad

Novela Inédita

Sinopsis: Marc Van Ritter lleva una vida sosegada y carente de emociones en un condominio a las afueras de la ciudad donde pasa los días escribiendo y buscando que la realidad no lo perturbe. Sin embargo, cuando un grupo de jóvenes llega a pasar el Año Nuevo, se irán revelando una serie de secretos y rencores que conllevarán a descubrir una realidad tormentosa y violenta.

Fragmento:

El Campamento Amistad no era exactamente un campamento y la amistad era relativa. Ubicado a 50 kilómetros de Lima, dos horas más o menos, el Campamento fue un espacio de vegetación y buen clima. La existencia del Lago Amistad, con presencia de animales y peces, le daba un toque paradisiaco.
En los setenta, un pequeño grupo de gente, digamos un poco acomodada, clase media-alta, burgueses prósperos, entre los cuales estaban los padres de Rodrigo, –jóvenes esposos en busca de una vida diferente–, compraron el terreno, votaron a los animales, cortaron algunos árboles, instalaron tuberías, sistemas de electricidad y levantaron casas amplias, cómodas, funcionales y a la vez rústicas con piscinas, hamacas y porches.
Sólo un letrero anunciaba:


CAMPAMENTO AMISTAD
Propiedad Privada

La gente se relajaba y llevaba una vida tranquila o eso parecía. Se empezó a volver caro vivir allí, la zona, en esa época estaba mucho más alejada de la ciudad que hoy en día y producía sensaciones de aislamiento. Para bien y para mal.
Se pusieron a la venta más terrenos. Al principio, no hubo respuestas. Se tuvieron que hacer nuevos cálculos y bajaron los precios. Poco a poco, semana a semana, mes a mes, se levantaron casas por aquí y por allá.
La vida en Campamento Amistad era relajada y tranquila pero también extraña.
En los ochentas, ya había una segunda generación que se lo pasaban haciendo travesuras con la complicidad de los árboles y los espacios abiertos y alejados por la noche: fumaban hierba. Chicos y chicas se toqueteaban. A veces habían peleas. Algunas adolescentes empezaban a salir embarazadas antes de terminar el colegio, lo cual generó rencores irreconciliables entre familias vecinas.
Se produjeron robos misteriosos. Cercaron el lugar y colocaron vigilantes armados:

CAMPAMENTO AMISTAD
Propiedad Privada
SÓLO SOCIOS


La vida de los adultos maduros también giraba ya sobre un eje decadente: agobiantes problemas económicos; enfermedades costosas, dramáticas y patéticas; infidelidades que duelen; depresión e hijos rebeldes.
Corrían los primeros noventas, cuando sucedió la tragedia.
Un grupo de jóvenes, chicos y chicas, considerados de los más revoltosos y sospechosos de haber perpetrado los robos dentro del Campamento, se internaron en el bosque, cargados de drogas, alcohol y música estruendosa.
Se dice que se bañaron todos juntos y desnudos en el Lago; que totalmente colocados utilizaron y luego destrozaron los juegos infantiles. Celebraron una orgía, se perdieron en la noche rodeada de montañas, bajo la luna... y amanecieron muertos los cinco, regados por distintas partes del Campamento Amistad.
La policía investigó, se tejieron vagas teorías y no se llegó a nada. Sin embargo, la idea de que el asesino fuese un vecino, siempre fue la más fuerte. Muchas familias se fueron de allí, incluyendo la de Rodrigo.
Se establecieron normas estrictas. No se admitió nuevos propietarios, ni se construyeron más casas. Por lo tanto, la familia de Rodrigo jamás vendió la casa, ahí estaba, ahí seguía, eventualmente mandaban a alguien a mantenerla habitable, incluso la utilizaron un par de veces como nidito de amor.
Pero nada más.
No tenía vida, era una casa muerta por casi 15 años.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Ciudad Pánico

Sinopsis: Conclusión de la trilogía Lima Ilegal

Gianfranco, el villano de Días Distintos, ha salido de la cárcel con un nuevo grupo de amigos: Los Cuates. Juntos se dedicarán a secuestrar a las jovencitas más adineradas de la capital.
Álvaro, alejado de las juergas, tras alcanzar cierto reconocimiento literario atraviesa una mala racha creativa y personal, mientras sostiene una relación con una de las jóvenes secuestradas, se reencuentra con un personaje de su pasado quien lo volverá a poner cara a cara con Gianfranco.
Personajes de la primera y segunda parte de la trilogía entrelazan sus destinos en una ciudad convulsionada por la violencia, el tráfico de menores y la indiferencia colectiva.

Fragmento:
1997

EMERGENCIA. CENTRAL Nº5. ASALTO A AGENCIA BANCARIA EN SURQUILLO. SOSPECHOSOS FUGAN POR AV. ANGAMOS HACIA LA VÍA EXPRESA. VAN ARMADOS.

Las Águilas Negras fueron las primeras en lanzarse tras los asaltantes, haciendo aullar sus sirenas y agitando revólveres en la mano. Las patrullas Pathfinder del distrito se sumaron algunos minutos después. Y luego los Serenazgos y motos. Rezagada se quedaba una camioneta de prensa que intentaba, como fuera, llegar a la cabecera de la persecución.
Todos iban tras una Station Wagon ploma que volaba a velocidad sideral por las calles de Surquillo ante cientos de miradas atónitas.
Los polis se anunciaron con disparos de revólver. Los maleantes contestaron con ametralladoras automáticas. Un Águila Negra quedó fuera de combate.
Los de la prensa decían que eran momentos de alta tensión.
Las hélices de un helicóptero comenzaron a golpear a un cielo celeste, claro y despejado.
–¡Carajo, huevón, se nos vienen encima! –exclamó uno de los delincuentes cargando su arma. El que conducía giró hacia una calle transversal evitando ser cercados por una patrulla del distrito. Había sido muy hábil para esquivar a los policías hasta el momento, pero la buena suerte siempre tiene tiempo limitado.
Atravesaron un mercado, doblaron a la izquierda y ahí los sorprendió un Águila Negra. Dispararon a quemarropa contra las ventanas. Los vidrios y los casquillos calientes de las armas perforaron la cara y el cuello de uno de los asaltantes. Ignacio no perdió el control del timón y siguió a toda marcha. Entonces se reventó una llanta de la Station y después otra. Chocaron contra los postes de energía. Media Policía Nacional en pleno intentaron rodearlos. Uno de los delincuentes tomó la ametralladora automática.
–¡Yo no vuelvo a la cana, huevón!
Y salió de la Station disparando con furia. Hirió a una par de policías y todo el resto de ellos se dedicaron a coserlo a tiros.
Ignacio vio todo reflejado en el espejo retrovisor. Los disparos cesaron y se hizo un silencio de esos que dejan espacio para el miedo. Periodistas desde el fondo trataban de grabarlo todo. Cinco o seis policías avanzaron hacia la Station sosteniendo sus armas con firmeza y ansiedad.
–¡Salga con las manos en alto!
Ignacio suspiró. Se permitió observar a su alrededor antes de obedecer: sabía que pronto estaría extrañando la suciedad y la necesidad de las calles.
–Contra el auto.
Ignacio siguió las indicaciones. Un policía lo revisó.
–Está limpio.
–Espósalo. Ya se cagó por bacancito.
–Yo no maté a nadie, sólo manejaba –arguyó Ignacio. Como respuesta inmediata recibió golpes al azar en costillas, pecho y mejillas.
–A ver como te manejas en la cana ahora, o mejor dicho, como manejas tu culito –los polis echaron a reír. Ignacio escupió sangre sobre el asiento de la Station Wagon. Los del Serenazgo formaban un cordón anticuriosos y antiprensa.
Le clavaron las esposas en las muñecas y lo metieron en una camioneta con lunas polarizadas.
Los que lo conducían, quisieron molestarlo un poco por el arete que llevaba en la oreja izquierda: tas rica, mamita, vas a ser la sensación en Luri... pero Ignacio no hizo caso, sólo iba a disfrutar de esa última mirada a su ciudad en total silencio.
I

Me desperecé, me enderecé. Sentía un poco de frío en mi pecho desnudo aunque ella decía que ya era verano.
–Si tú lo dices –le dije. Ella no hizo caso y prendió un cigarrillo apagado por la mitad. Me sentía cansado, cierta luz se colaba por las persianas. Música festiva sonaba desde alguna parte.
–Estás tenso –dijo Celeste al cabo de un rato.
–Un toque, como todo escritor.
–Ya vas a empezar. Es el momento en que hay que compadecerte porque eres escritor, ¿no, mi amor? –me lanzó un beso volado y se concentró en un libro de bolsillo que no era mío. La vi leer y fumar, pasar varias páginas y votar humo, ejercicios similares... la cara de Celeste tenía cierto parecido con la de Britney Spears aunque no era rubia.
Se escuchaba una canción de Afrodisiaco.
–Atrás están en tono.
–Así parece –respondió.
Puse hierba sobre un papel, le pase la lengua, lo encendí. Celeste me rodeo con sus brazos. Parecía denotar cariño en ese gesto pero sus brazos resultaban siempre fríos o inertes.
Di largas caladas al porro.
–No deberías pensar tanto –sugirió.
–No es tan fácil.
–Lo sé –me besó en la cabeza y regresó a su libro de bolsillo.

Una hora más tarde salí a encontrarme con mi editor, o con mi ex editor, o con el tipo que me publicó un par de novelas exitosillas a fines de los noventa, en un bar.
–Frank.
–Álvaro, pareces tenso.
Pase por alto el comentario.
–¿Qué planes para la noche?
–Tú sabes como son mis noches –dijo, sorbiendo de su cerveza. Yo tomaba Coca-Cola y comía papas fritas.
–Sí, las conozco de memoria.
–Entonces, ¿extrañas a los muchachos?
–He tenido 18 toda mi vida, pero ya estoy cansado y con ganas de anclar.
Frank bostezó y miró su reloj.
–Todo hombre cuando se acerca a los treinta piensa eso, yo también tuve veintitantos, años locos, pendejadas por aquí, por allá, las hembritas... después tienes tu calato y todo se acaba pues, ha empezar de nuevo.
Frank disfrutaba escucharse hablar; un autodidacta de clase trabajadora que la hizo como editor y ratoncito de biblioteca útil.
Frank me deprimía. Verlo era “prepárate para pasarla mal y disfrutarlo”, como una metida por el culo o una rayita de coca.
–Sé como gira la cosa, hombre... estoy terminando una novela.
–¿Y a mí que chucha? Somos patas, uno de los pocos que te quedan, ya no tu editor.
–Tómalo como quieras, tengo una novela por terminar.
–La leeré en mis ratos libres.
Frank dio un gran trago a su cerveza. Me preguntaba como sabía una cerveza después de tanto tiempo, ese saborcito a fuego cuando ya te has tomado varias, las ganas de ir al baño a cada rato, ya sea para atender a la vejiga o a la nariz.
Terminó y pagó la cuenta de ambos. No sabía si tomarlo a mal por dar a entender que no tenía para pagar lo que consumía aunque, en realidad, me hacía un favor de cualquier modo.
–Nos estamos viendo –dijo levantándose de su asiento que adornaba un cuadro de Marilyn Monroe desnuda para Playboy–. Intenta divertirte un poco.
–Ajá.

Regresé caminando al Hostal. Me adentré por calles de putas que se corrían de los Serenazgos con los tacones en las manos.
Celeste miraba la televisión. Me quité la camisa y el jean. Me eché a su lado, me froté contra ella. Respondió a mis requerimientos. Me la acarició. Después me subí sobre ella y le sobe el clítoris con mi pene. Y después la penetré una y otra vez como una rutina, buscando la eyaculación.
La música festiva seguía sonando.
Las mujeres siempre disfrutaban más que los hombres... aquellas perras.
Nos arreglamos y salimos del Hostal. Me subió en su auto y me jaló hasta Benavides.
–Ahí hablamos –fue todo lo que nos dijimos.
Caminé por calles desiertas fumando un porro, como desamparado de la vida, hasta llegar a mi departamento medio dormido.
Mi departamento no era lo suficientemente grande ni elegante para lo que estaba acostumbrado, pero al menos quedaba en Surco. Me había refugiado ahí después de haber decidido dejar la chamba en prensa para dedicarme a escribir a tiempo completo.
El departamento entonces era pequeño; una salita, cocina, un cuarto con baño y otro de visita. Eso es lo mejor.
Ahora nadie quiere mis libros. Publiqué un par con éxito entre 1998 y 1999; historias juveniles plagadas de emoción y soledad. No estaban mal.
Por estos días, busco crear algo más personal, fuera del mundo social, pero a las editoriales grandes les importa un carajo. Quieren que siga haciendo historias truculentas que resulten adaptables para el cine.
Vivo solo en este departamento y no recibo mucho apoyo.
Saqué una botella de agua y volví al porro. Luego me puse a escribir, lo hice un rato, no recuerdo cuanto, hasta que empezó a aclarar al otro lado de la ventana y sabía que tenía ya poco tiempo. Dejé el texto a un lado y entre las sábanas con olor a hierba y a semen, me escondí del sol.

Una semana después, me reunía con Frank y un par de escritores izquierdistas, para planificar unos asuntos sobre el Gremio de Escritores que formábamos. Fue en el Queirolo del Centro. Llegué un poco tarde.
–Disculpen la demora.
Uno era barbón y el otro llevaba lentes. El barbón me saludó con la cabeza y el de lentes me dio la mano. Vasos de cerveza para cada uno de ellos y también para Frank que dijo:
–No están de acuerdo con el material que el Gremio pretende incluir en su antología sobre autores contemporáneos.
–Ajá.
Los rojitos no entendieron mi expresión, el barbón colocó libros sobre la mesa, mencionando a los autores.
–James Ellroy, Easton Ellis, John Grisham... entre otros.
–No consideramos adecuado este material como parte de un plan de revolución de las letras del siglo XXI –añadió el cuatro ojos dando un buen sorbo a su chop.
–¿No quieres un vasito, Álvaro? –preguntó el barbón.
–No, gracias.
–Álvaro ya no toma –redondeó Frank.
Los escritores se miraron con muecas burlescas. El barbón terminó su cerveza y dijo.
–¿Qué pasa Alvarito, estás light? –el de lentes rió.
Frank miró a otra parte aunque creo que rió también.
–Lo que pasa es que en la época de la universidad tomé suficiente alcohol y drogas como para dejarles fritos sus rojos cerebros que sobrios apenas pueden funcionar para poner trabas a las propuestas innovadoras.
No llegamos a mucho aquella tarde.