jueves, 27 de noviembre de 2008

CAPITULO II

CULTURA EN CONTRA


Por: Cesar Sánchez Torrealva y
Miguel Sánchez Locatelli


El término contra cultura procede de la traducción literal del ingles counter culture como resulta fácil de percibir, sin embargo su significado representativo, o expresivo si se quiere, va mas allá de estas simples palabras acuñadas. En todo caso es conveniente señalar que el concepto de cultura no corresponde a elite intelectual alguna. No, la cultura es un todo, un todo disgregado que se respira en cada instante cuando observamos el comportamiento de alguna colectividad humana regida por pareceres, actitudes y expresiones homogéneas. De esta manera, la contracultura ser opone a lo asimilado, a lo aglutinado, a lo establecido; en suma a todo aquello que se masifique al hombre dentro de un “blog cuadriculado” del cual esta nueva cultura pretende escapar.

Las personas que poseen alguna noción al respecto pueden fácilmente relacionar a esta cultura alternativa con una década de flores y cabellos largos ya pasada y en concepto podría decirse que esa percepción no tiene porque se asumida por equívoca mas sí insuficiente porque la historia de esta “oposición existencial” germinó mucho antes de Woodstock y la llegada del hombre a la luna. Como prueba de ello bastaría con señalar que las más destacadas figuras espirituales como Jesús o Buda mostraron una abierta posición antagónica con respecto al sistema establecido en sus respectivos tiempos o espacios. Como prueba de ello proponemos continuación una cronología de los principales movimientos artísticos, intelectuales y filosóficos que a través de la historia se opusieron a la cultura predominante

II.1 Primeros referentes

Goliardos

En el siglo XII bajo un gran fervor cultural en Europa surgían las primeras catedrales y la burguesía progresista se oponía a los poderes feudales. Había trovadores y cortes de amor en los castillos así como juglares que recorrían pueblos y plazas cantando sus historias. Pero ese mundo estaba sometido a dos grandes poderes que se disputaban la hegemonía absoluta. De un lado la iglesia y al otro el imperio.

Es bajo este contexto que los Goliardos intelectuales y estudiantes tratan de gozar del mundo y de la sabiduría, en lo posible, ajenos a estos dos grandes focos de poder. Inician pues una especie de peregrinaje en busca de los grandes centros culturales del momento pero “entreteniéndose” en el camino, en tabernas y burdeles. Discuten, cantan y buscan compañía en las emociones más reprochadas por su sociedad.

Precursores románticos

Es en Inglaterra donde los escritores romanticistas mostraron una actitud más desenfadada frente al orden establecido de su tiempo como lo podemos percibir en poetas como Lord Byron que desafió a la propia corona inglesa.

Quizá podamos referirnos a algunos escritores y poetas románticos de comienzos del siglo XIX como los primeros en iniciarse en la experiencia de los alucinógenos, buscando estados de conciencia iluminados, sueños y visiones que les llevasen lejos de una realidad circundante que, muy a menudo, juzgaban de misérrima. El más ilustrativo referente podemos hallarlo en el poeta ingles Samuel Taylor Coleridge que inicia el romanticismo lírico en Inglaterra. Se estima que Coleridge ingería laudano (solución hidroalcohólica del opio) para combatir malestares de tipo nervioso relacionados con el sueño y sus pesadillas.

El maldito de Rimbaud

En el siglo XIX la sociedad europea era otra a la opuesta siete siglos atrás; ahora, el acelerado avance industrial, así como la consolidación de la casta burguesa colocaban al artista en una posición de marginalidad que este acepta. Y surge así el escritor maldito, que se cubre de galas y suntuosidades para acentuar su desdén al mundo habitual, su aristocrática disidencia.

Jean Artur Rimbaud, hijo de una familia burguesa de Francia, es considerado el principal exponente de una “tribu de escritores malditos”. Tras ser alumno ejemplar durante la etapa escolar, Rimbaud descubre a los nuevos poetas franceses que editaban el parnaso contemporáneo: Theophile Gautier, José María de Heredia y el más joven de ellos Paúl Verlaine.
Inspirado en la rebeldía de estos escritores, Rimbaud empieza a escribir sus primeros versos así como va despojándose de su imagen de niño modelo para adoptar una postura irreverente e intelectualmente violenta.
Antes de cumplir la mayoría de edad, el poeta abandona sus estudios y hogar, para internarse en el submundo literario francés donde conoce a Verlaine con quien vive un apasionado romance.
En 1874, a la edad de 20 años y después de escribir sus mas grandes legados: “Una temporada en el infierno” y “Las iluminaciones”, Rimbaud renuncia al oficio literario para llevar una vida de trotamundos que lo llevaría a inhóspitos lugares como El Cairo donde ejercería oficios de dudosa reputación moral.
A pesar de esta deserción creativa, el poeta nunca renuncia a su afán de búsqueda de una existencia apasionada, nómada y sobre todo contestataria que finalmente le valdría, a través de los años, mantener intacta su imagen de muchacho rebelde que nuca se acopló al molde. Una posición contracultural sin duda alguna.

El Surrealismo

Luego de la primera guerra mundial se produjo en Europa una especie de neorenacimiento que simbolizaría las desenfadadas ganas de vivir de lo que se llamaría “los locos años veinte”.

En lo artístico la corriente que tardaría poco tiempo en predominar sería la conocida como Vanguardismo (caracterizado por su hermetismo, experimentación técnica y afán de originalidad)

Dentro de los diferentes ismos que comprendida la vanguardia (futurismo, dadaísmo, cubismo, etc.) podríamos considerar al surrealismo, como el representante de un choque frontal con muchas cosas como opositores de las normas acartonadas de la moral burguesa, expresándose a través de un real estallido del color.

Así también apelaron al fondo del subconsciente humano trabajando la imagen onírica: “una cosa nos sugiere otra con la cual, aparentemente, no guarda conexión, como sucede en los sueños”. Para los surrealistas todas esas imágenes, racionalmente inconexas, guardan alguna extraña pero exacta relación en el mundo íntimo de nuestro subconsciente y por lo tanto de nuestra vida.

En el aspecto literario se desarrolló la escritura automática a través de la cual el escritor podía expresarse sin control racional alcanzando así grandes logros de expresividad y simbolismo insospechados hasta entonces.

II.2 La Generación Beat

Es sin duda el movimiento más representativo artísticamente hablando surgido en Norteamérica en los últimos 58 años. Hijos de la guerra y la más ortodoxa tradición americana, los beats simbolizaron el error y la desconfianza de la generación atómica encontrando en poetas como Allen Ginsberg, Gary Snyder y Lawrence Ferlinghetti a sus máximos exponentes líricos que marcaron leyenda en recitales salvajes y apasionados que se conocieron como “El renacimiento de San Francisco”.

En prosa destacaron los novelistas Jack Kerouac y William Burroughs con un estilo narrativo tan revolucionario como su temática inspirada básicamente en experiencias personales que buscaban relatar de la manera más sincera y directa su percepción frente al país, su gente, sus lugares, su política y a la vida en general.

Kerouac sustentó los principios de lo que él llamaría “prosa espontánea”; en una edición de la respetable revista norteamericana The New Yorker en donde comparaba la labor del escritor con la de un órgano sexual: “Se debe escribir con fuerza, con una energía interna que nos lleve a sentir los mismos espasmos que percibimos en el máximo esplendor de una relación sexual”

Tras su apogeo en los años cincuenta, los beats fueron tomaron senderos heterogéneos tanto en su obra como en sus vidas personales, sin embargo cabe mencionar el protagonismo de algunos de sus integrantes como Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti en la cultura juvenil de los años sesenta.
Algunos textos en concreto sirvieron como Biblia o manuales de vida para la generación de las flores; novelas como On The Road de Kerouac o Junkie de William Burroughs se convirtieron en libros de cabecera para muchos jóvenes que con collares y cabellos largos invadieron las calles de San Francisco, pero fue el poema Howl de Allen Ginsberg el más paradigmático manifiesto de esta generación.

II.3 La metafísica psicodélica de Timothy Leary

A inicios de los sesentas el catedrático de Harvard, Timothy Leary, se pierde en un inhóspito desierto mexicano donde es auxiliado por unos nativos quienes le dan a probar algunos hongos alucinógenos. Al volver a su país, Leary decide conocer más acerca de “experiencia mexicana” y accede a los laboratorios farmacéuticos de la universidad descubriendo el LSD25 una sustancia psicoestimulante capaz de generar alucinaciones.
Fascinado por los efectos, el doctor decide ir más allá y lleva sus experiencias al salón de clase compartiéndolas con sus alumnos, lo cual le valdría ser expulsado de la universidad. Una vez fuera de los parámetros académicos Leary y sus seguidores (intelectuales destacados en su mayoría) se atrincheran en la mansión Milboork donde realizarían una serie de psicoexperimentos de los cuales nacerían los primeros preceptos de la psicodélia que finalmente desembocaría en el hippismo.
Hasta 1967, Leary es considerado el principal representante del movimiento de las flores publicando una serie de libros y revistas donde detallaba sus ideologías. Tras una serie de arrestos y demás problemas legales pasa esporádicamente a la clandestinidad y de manera paralela lucha por la creación de la “Liga del Descubrimiento Espiritual” (las siglas en ingles eran LSD) donde el uso de estupefacientes estaría permitido como sagrado sacramento religioso.
Al margen de lo polémico de sus ideas y actitudes es innegable que el doctor Timothy Leary fue quizá la figura contracultural más provocadora del siglo XX, lo cual le valió ser considerado el hombre más peligroso de América según el presidente Richard Nixon.
A lo largo de la década del sesenta surgió un gran número de movimientos y tendencias contraculturales entre ellos el más representativo y recordado sin duda alguna fueron los Hippies. A su vez destacó también el movimiento psicodélico bajo la filosofía de Leary y Ken Kesey. Ambos movimientos encontraron una gran similitud e inclusive se sirvieron de complemento uno al otro en sus inicios, sin embargo al finalizar la década las perspectivas ideológicas chocaron hasta volverse casi incompatibles; la psicodelia continuó pregonando el viaje dentro de la mente lo cual fue asumido como una posición muy ortodoxa por los hippies californianos de Haight Ashbury que se trazaban objetivos más tangibles y menos individualistas como la unión y la comprensión de los hombres fuera de las normas y leyes sociales.

lunes, 17 de noviembre de 2008

MARIHUANA Y CONTRACULTURA

Por: César Sánchez Torrealva y
Miguel Sánchez Locatelli

FUNDAMENTACIÓN

Un tema casi polémico, tal vez sea el consumo de marihuana, en este aspecto creemos que es importante investigar el fenómeno contracultural de esta; ya que resulta necesario diferenciar su consumo por la vía de expresión de protesta y la de pasatiempo sin un fin exactamente necesario, no dejando de lado la influencia que ha tenido en el arte ya sea de la pintura como la literatura. Tal vez, como último manifiesto contracultural que el mundo ha vivido ha sido el Flower Power (el poder de las flores) en donde la marihuana o el loto, como describe Homero en su obra la Odisea, también estuvo presente como medio de expresión alternativa o de rechazo hacia los estímulos convencionales -por llamarlos de alguna manera- como el alcohol, citando uno de los ejemplos.

En esta última revolución contracultural, la marihuana ha estado bajo recaudo de artistas como Andy Warhol y escritores como Allen Ginsberg y Jack Kerouac, los Beatles y Bob Dylan admitían públicamente que fumaban hierba, el doctor de Harvard Timothy Leary experimentaba con drogas siendo expulsado de esta universidad. Estos son sólo algunos de los tantos ejemplos de la llamada generación de la paz y el amor libre.

Pero ¿Por qué la marihuana? ¿Por qué la marihuana otra vez? ¿Por qué la marihuana siempre? Estas son algunas de las muchas preguntas que la opinión pública suele hacerse cuando el tema de la contracultura es puesta en el tapete. Pues bien, iremos por partes para facilitar la comprensión del lector empezando por descifrar la “relación mística” entre la marihuana y los primeros referentes contraculturales.

No sólo los alucinógenos y las drogas han sido la única vía para el cambio de vida contra el sistema; Gandhi en su revolución lo demostró y los Hippies la adoptaron, propalando paz y amor, en la propia manera de ser y existir, en los alimentos y en el estilo de vida. En cuanto a la religión, cristo y buda tal vez fueron los primeros seres contraculturales.

La conceptualización actual de la marihuana ha sido masificada como algo dañino y consumida sin motivo alguno, además puede ser la monotonía y el ocio un camino hacia las drogas, la falta de ideologías también pueden llevar a consecuencias extremas en el consumo de este tipo de sustancias, sin embargo los conceptos que se brindará a continuación aclarará el panorama de lo que fue la droga para algunos movimientos contra o culturales, lo que es hoy y lo que hoy significa.

CAPITULO I:

MARIHUANA EN LA HISTORIA

Es inútil extenderse sobre esta sustancia que ya todos conocen. El nombre científico de la planta es Cannabis Sativa:”es una planta psicotónica anual que crece en las zonas templadas”. El término marijuana deriva de la palabra portuguesa Muran cuanco, que significa “intoxicación”. Es originaria del Himalaya. Con el nombre de “la que deleita”, el cannabis era considerado el “alimento especial” de los inmortales que “vivían” en lo alto de las montañas de Grecia, de la India y de China. Los Yogi la emplearon muy pronto bien fumándola, bien comiéndola, para concentrarse en la contemplación incorpórea. Los chinos la usaban ya en el año 2008 a.c con fines textiles y en el año 2337 a.c registraron sus efectos en un tratado de farmacología. Herodoto a descrito los baños de Cannabis entre los escitas durante los siglos V- VI a.c y nos ha descrito también las costumbres de una tribu que ponía yerba Kapnobata en una hoguera y se embriagaba respirando su humo de la misma manera que los griegos se embriagaban tomando vino. Hacia el año 500 d.c se propagó por Europa, donde los árabes lo usaban, con fines medicinales y afrodisíacos, con el nombre de Beng; En la edad media era ampliamente utilizado en Persia y el Líbano. Más o menos por esta época los indígenas del África Central aprendieron a fumar haciendo pasar el humo a través del agua; la pipa de hashish sirvió, pues a los fumadores de Kif (así se llamó el Cannabis en el norte de África) desde un principio.

En los Estados Unidos, donde los mexicanos la usaban desde siempre en las ceremonias religiosas o como tabaco digestivo, fue sembrado intencionalmente por el rey Jacobo I para obtener de las plantaciones abandonadas en 1770, cuando los barcos a vapor comenzaron a sustituir a los barcos de vela, nacieron las mieses salvajes, que pronto comenzaron a ser aprovechadas por los mexicanos modernos: su preparación del Cannabis se llamó Mota.

Los años 20 marcaron en los Estados Unidos una acentuada boga del Cannabis, entre los músicos de jazz especialmente y todos saben que en la segunda post guerra, en San Francisco, la marijuana estaba tan difundida como la coca – cola, entre los escritores contemporáneos, como conocidos experimentadores se podría mencionar a Herman Hesse, Aldous Huxley, George Andrews, Paul Bowles, Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William Burroughs.

La resina del Cannabis Sativa –el hashis– contiene psicotoxinas, cuyos principios activos han sido llamados colectivamente THC: se comenzó a analizar hacia 1839 y fue aislada a comienzos de los años cuarenta por R. Adams de la Universidad de Illinois, que constató que actúa sobre el sistema nervioso central, no produce hábito, no es alcaloide, produce bienestar y visiones.

La primera injerencia represiva sobre el uso del cannabis fue la militar imperialista de Napoleón, que durante la invasión de Egipto, en 1789, sentó las bases de las leyes contra el hashis, que todavía están en vigor. Finalmente en 1923, el gobierno de Sud África propuso al comité para el tráfico de drogas que el cáñamo indio fuese declarado droga tóxica.

En los Estado Unidos, donde la marijuana había comenzado a circular en 1910,
introducida en sur oeste por los mexicanos había entrado en vigor en 1914 el Harrison Act que solamente se ocupaba de los opiáceos. La primera ley que se ocupó explícitamente de la marijuana fue la Marijuana Tex Act, promulgada en 1937 y propuesta y concluida por Harry Anslinger, un ex funcionario en los tiempos del prohibicionismo, que se había quedado prácticamente sin trabajo cuando éste quedó abolido y al cual se había confiado la organización del entonces minúsculo Federal Bureo of Narcotic, cuya misión se limitaba al cobro de las tasas impuestas sobre los opiáceos.
La psicosis impuesta al público por culpa del martilleo propagandístico llegó a ser tan truculenta que, en 1944 el alcalde de Nueva Cork Fiorello de la Guardia, nombró un Comité de investigación cuyas conclusiones concordaron con los suaves resultados a los que en su momento había llegado el viejo comité Anglo – Indio en 1893.
Entre 1963 y 1965 la comisión comenzó a aventurar algunas dudas sobre la peligrosidad del Cannabis y en 1968, después de que en 1967 hubiese habido más de 30 mil arrestos por uso de marijuana, se comenzaron a tener en cuenta las numerosas campañas a favor de su legalización.

El 23 de Marzo de 1972 el Internacional Herald Tribune pareció concluir decenas de discusiones y concluir con calma olímpica el problema de millares de personas arrestadas y encarceladas por el uso de estupefacientes al referir que la Comisión Nacional había decidido “reprimir el uso de la marihuana sin que por ello se considere criminales a sus consumidores”, y había constatado que los daños producidos por la marijuana a la salud eran mucho menores a los producidos por el alcoholismo.

Está claro que la droga, tal como es comúnmente entendida, la propaganda a bombo y platillo por films o publicaciones más o menos sensacionalistas, tiene bien poco que ver con estos discursos que solamente se refieren a las sustancias usadas por los poetas y artistas experimentales de los años cincuenta. Pero de la misma manera que no faltaron imitadores del Estilo de Vida caracterizado por Fitzgerald, tampoco faltaron imitadores del Estilo de Vida inventado por Charlie Parker. Si en la primera posguerra los imitadores se pusieron a beber por el puro placer del peligro o por ostentación económica o, en la mayoría de los casos, por moda, los imitadores de la segunda postguerra fumaron marihuana por el gusto de hacer algo prohibido y cayeron a veces en manos de los proveedores de las drogas duras.
La propaganda espectacular del poder se basa fundamentalmente en estos desgraciados, para los que la droga es un vicio antes que una extensión de la conciencia, de manera semejante como el alcohol podía ser para los alcohólicos de la primera posguerra una enfermedad antes que un gesto de denuncia.

viernes, 1 de agosto de 2008

2da Presentacion de Campamento Amistad



DIEZ AÑOS DESPUÉS



Supongo que los músicos que más nos interesan suelen ser aquellos que se convierten en amigos a la distancia, que escriben canciones que son como cartas dirigidas a nosotros con nombre y apellido. Algo así fue mi experiencia con Andrés Calamaro, cuando escuché Honestidad Brutal de principio a fin una madrugada de 1999. Quizás ese fue el primer disco que realmente “leí” antes de escuchar. Tenía 18 años, escribía mi primera novela (Algunos Hombres Buenos), y me deprimía y fantaseaba con facilidad con cada uno de los 37 temas del disco. Aún recuerdo aquella frase de Son Las Nueve: “Pero si los demás terminan por derramar una lágrima, el cantar será un premio más valioso que el dinero, eso ya lo tengo y la tristeza también”.
Contundente. Y de allí mi vida cambió. Terminé mi novela, cumplí los 19 y ya coqueteaba con la idea de abandonar la universidad para dedicarme a escribir a tiempo completo. Entonces llegó El Salmón, un disco extenso tan actual como anacrónico en un solo concepto: nadar contra la corriente a inicios de un milenio donde la necesidad económica lo domina todo y apocalípticas filosofías de auto superación rigen el inconsciente colectivo.
Pero el disco no sólo hablaba de nadar contra corriente por hacerlo, sino que iba más allá sugiriendo una especie de respuesta: la creación compulsiva como medio de evasión frente a la competencia febril y la alienación comercial. Cinco discos compactos llenos de pólvora que resumían un solo álbum. Ciento tres canciones y muchos días de composición constante parecieron decirme algo: era hora de escribir en serio. Y así empecé a escribir con la misma rapidez con la que vivía. Mis fantasías se convirtieron en novelas. Paralelamente, Calamaro había pasado a una especie de clandestinidad, refugiado en su departamento en Buenos Aires, componiendo canciones subterráneas que se publicaban únicamente vía internet. Cada canción parecía contener un mensaje personal y a la vez un reto a seguir creando cosas que realmente molestasen al sistema. De vez en cuando, leía notas que hablaban del mal estado de salud de Andrés Calamaro, de su alejamiento de los escenarios, de lo incomprensibles y descuidadas que eran sus canciones actuales, en resumen: que en cualquier momento se nos podía ir.
Se estima que en ese periodo de creación frenética Andrés grabó cerca de diez mil temas, entre propios y covers. Yo por mi parte no quise quedarme atrás escribiendo cuatro novelas de manera casi paralela. A fines del 2003 escuché que Calamaro ya no componía, había abandonado su departamento que utilizaba como estudio de grabación y parecía completamente confundido en cuanto a su futuro artístico. A esta etapa de transición, proceden una serie de discos cuasi recopilatorios como El Cantante, El Palacio de Las Flores y Tinta Roja que regresan a Calamaro a la escena musical oficial. Pero eso no era lo que a mí me interesaba exactamente. Quedaba un asunto por aclarar aún: ¿Y ahora qué? Si no se podía vivir de las canciones, ¿entonces que era lo que tenía sentido? Calamaro no tardó en dar algunas respuestas vagas en pro de la familia, el arte sin necesidad de dolor o ausencia y la vida sana. Mi reacción inmediata fue preguntarme ¿tanto esfuerzo, resacas y renuncias para terminar en esto, en lo más obvio? Me sentí casi como un Mark David Chapman flaco cuando leyó la nota en que John Lennon hablaba de fumar cigarrillos franceses, paseando en un yate y que no tenía tiempo para volver a juntarse con los Beatles solo porqué algunos tontos no los vieron en su momento.
Para ese periodo mi estilo de vida y de escritura igualmente habían caído en cierto letargo y afrontaba más espacios de bloqueo creativo y noches de sábado en casa. Fue otro disco el que me ayudó a cerrar el círculo. La Lengua Popular, editado el 2007, se destacaba como una triste oda a la vida, como la esperanza que nace a partir de la aceptación del dolor. Recibe con alegría el cambio reconociendo el trayecto.
Entre fines del 1998 e inicios del 1999 leía con interés adictivo a Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs. Escuchar el Honestidad Brutal significó para mí, una lectura más que fortaleció la decisión de entregarme por completo a mi vocación creativa. De allí en adelante casi todos los discos de Andrés han sido fieles aliados en cuanta batalla personal libraba en busca de inspiración y algo más. De modo que lo importante hoy, diez años después, no es el concierto del 26 de Octubre, para el cual ya tengo una entrada en primera fila en el cajón, sino que todos aquellos sueños, pérdidas y emociones que marcaron mi primera década como “escritor en actividad”, siempre tuvieron una canción de Calamaro de fondo.

DIVAS

Aunque no convenza a muchos, Olivia Goldsmith y Jacqueline Susann, son dos de las autoras que han resaltado con mayor precisión las tribulaciones de la mujer contemporánea, atrapada en la cultura occidental.


Jacqueline Susann (Filadelfia, 1974) empezó desde muy joven soñando con escenarios, luces de neón y alfombras rojas vistas a través de pantallas en blanco y negro. Jamás destacó como actriz; en vez de eso, se casó con un gurú de la publicidad y estando a punto de enfrascarse en una vida de ama de casa común, intentó el estrellato escribiendo. Y lo consiguió. Su novela El Valle de las Muñecas, publicado en 1966 ha vendido 30 millones de ejemplares hasta hoy. Un cáncer de mama, que la acechó durante años, se la llevó en 1974.



Olivia Goldsmith (1949), son palabras mayores. Aunque escabrosas y efectistas, sería muy mezquino negar el gran talento de la autora de Nueva Yersey para construir historias y transmitir ideas. Una brillante consultora de gestiones que empezó a escribir, después de que su marido la abandonase. Tras destacar por su inteligencia y cinismo en el medio intelectual de Nueva York, falleció en el 2004, en un quirófano por complicaciones en una cirugía estética.
A ambas autoras, las une un cierto final trágico e irónico en sus vidas. Una metáfora de lo que escribieron: probar que tanto la mujer que sueña con casarse y tener hijitos, como la liberal que quiere jugar sin comprometerse, no son más que estereotipos machistas.

domingo, 20 de abril de 2008

PROLOGO INEDITO DE CAMPAMENTO AMISTAD POR L.S.V.


Conocí a César hacer unos años, cuando estudiábamos letras en la universidad. Recuerdo que al conversar sobre nuestros asuntos personales, conforme fuimos agarrando confianza, él me dijo que era escritor. No que era poeta ni que le gustaba escribir, como decían muchos, él decía que era escritor y escribía novelas. Sí, claro, brother, pensaba yo.
Después me di cuenta que el tipo si escribía novelas. Después yo también empecé a escribir novelas, o a intentarlo al menos, sumido en un extraño y sutil trance del que ahora sólo quedan recuerdos cada vez más lejanos. No voy a entrar en detalles sobre cual era "el método" para encontrar el punto ideal para sentarse a escribir como si la vida entera se te fuese en ello, ni porqué de pronto se agotó. Sólo recuerdo que en algún momento, ambos recibimos el mismo telegrama metafórico, directo a nuestras conciencias: Oye, muchacho, ¿no crees qué ya es hora de bajar al mundo?
Decidí prestar atención a lo que escondía el mensaje entre líneas, a las oportunidades que había perdido y a las que aún me quedaban por perder. Decidí tomar el tren.
El tren me llevó a innumerables fiestas de facultad, con cerveza, chicas tontas y música mala, hice escalas en trabajos grupales, sesiones de chat y prácticas pre profesionales, llegando a la estación de los graduados con un empleo ya asegurado en un importante medio de comunicación local. Corría diciembre del 2004.
Entonces, coincidí con César en una reunión de amigos en común. Aunque no había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, sin duda nuestra relación se había enfriado notoriamente en los últimos años, al punto de apenas saludarnos cuando nos cruzábamos en la universidad. Él también había tomado el tren, sólo que el suyo iba a otra parte. Había dejado la universidad y decía que escribía a tiempo completo. Tenía una novela publicada en una editorial pequeña y afirmaba tener dos más casi terminadas. Esta vez no me dije: Sí, claro, brother, sino más bien: ¿Pero, por qué?
Me quedé pensando. Recorrí mentalmente los parques, malecones y pasajes del pasado, encontrándole el sentido que le faltaba: aún estaba sumergido en aquel viejo trance adolescente. Lo confirmé cuando recordé lo último que me había dicho al despedirnos aquella noche: Creo que mañana voy a despertarme temprano, hay que aprovechar diciembre para escribir. Confieso que sentí algo de cólera contra él en ese momento. ¿Es que acaso no tiene responsabilidades ni preocupaciones como todos? Sí las tenía, sin duda, tan mundanas como urgentes, como las de los demás, pero eso es algo sobre lo que tampoco voy a entrar en detalles.
He leído las novelas de César, las publicadas y las inéditas y me gustan. Sin embargo, eso carece de importancia, cualquiera puede hablar bien de los libros de su amigo. No soy crítico literario ni pretendo enumerar tecnicismos que a nadie le interesan para persuadir a las personas de que un libro es bueno, por mí que cada cual lea lo que mejor le parezca y se acabó. Pero si voy a hacer, aunque sea por última vez, apología a la enorme voluntad y sentido del compromiso que mueven a escritores como César a soportar prejuicios, censuras e indiferencias con tal de que la siguiente página siempre sea más intensa que la anterior. Entonces, el vulgar oficio de escribir asume la condición de arte.

CAMPAMENTO AMISTAD

Entrevistas dada durante la gira promocional de CAMPAMENTO AMISTAD en Ayacucho
- Campamento Amistad es tu tercera novela que publicas a los 26 años. ¿Te consideras un escritor particularmente prolífico?
Me gustaría serlo. Aún no estoy seguro. La trilogía Lima Ilegal y Campamento Amistad, fueron obras que escribí en poco más de dos años, teniendo recesos muy breves entre cada libro. En la actualidad, siento que no cuento con el espacio físico ni emocional para producir como antes, aunque trato de estar siempre avanzando una nueva novela.
- Dijiste que Campamento Amistad fue creado, de alguna manera, durante el proceso creativo de la trilogía sobre Lima. ¿A qué se debe entonces el cambio de temática o género que hay entre Lima Ilegal y Campamento Amistad?
Se debe a muchas cosas. Una de ellas es a que yo nunca tuve pensado ser un escritor que se quedase etiquetado bajo un sólo tópico. Creo que si uno lee Días Distintos o Placeres Culposos, verá que más allá de la acción y la intriga y el contexto social, se tocan también grandes temas humanos, como la soledad, la ambición o la frustración. Campamento Amistad sigue ahondando en esos temas humanos a pesar de ser en apariencia, un género totalmente distinto.
- Al no sentirte considerado un "escritor de género", como ubicas tu narrativa dentro de las tendencias actuales en el país?
Para ser sinceros y hablar con propiedad, debo decir que soy un ignorante con respecto a las movidas literarias en provincia. En Lima, por lo general, todo se define por modas y la difusión de los medios. Probablemente, hayan varios autores jóvenes interesados también, en reivindicar a la literatura urbana, tan injustamente menospreciada por los críticos actuales. Pero no tienen difusión y no los conozco. En cuanto a las tendencias más saltantes de ahora como la metaliteratura o el periodismo ficcionado, no creo que tengan nada que ver con mi óptica narrativa.
- ¿Te consideras un explorador del lado oscuro de la humanidad, literariamente hablando?
Creo que la mayoría de escritores, al menos los que a mí me gustan, lo son. Y lo son porque eso le da humanidad a sus obras. Las personas satisfechas con su vida diaria no necesitan con tanta urgencia al arte. Uno no escribe para ellos, quizás sí como público comercial, mas no como lector especial. El drama es lo que mueve a las historias que convertimos en novelas. Ahora, la forma del drama puede cambiar, no siempre tiene que ver con crimen y patologías sexuales, por supuesto.
- Volviendo a Campamento Amistad, ¿qué fue lo que te llevó a escribir una novela de terror?
Fue el cine, fue el cine antes que Stephen King, incluso. Desde chico he disfrutado de las películas de terror de serie b taquilleras como Viernes Trece o Masacre en Texas. Claro que Campamento Amistad no es en absoluto una copia o una recreación chicha de estas películas. Me gustó la idea de los jóvenes que se van a un lugar alejado de la ciudad para pasar fiestas y un impertinente los empieza a matar uno por uno. Al margen de eso, Campamento amistad no tiene a monstruos indestructibles que matan por decenas y sin sentido alguno. La historia o la trama, dentro de todo, mantiene verosimilitud siempre.
- Finalmente, ¿qué recomendarías a los jóvenes narradores para no perder la prolijidad creativa?
Constancia, me imagino, y también fe, bastante. Escribir de chico con toda el alma, sin saber si te van a pagar por eso, es aceptado. Después ya no, hay que estar muy comprometido con tu arte para seguir escribiendo como si la vida entera se te fuese en ello, al pasar los 25 años y no ser famoso. La fama le pude dar "calidad" a una obra que no la tiene, pero nunca corazón.

Entrevista 2

- A pesar de ser una novela, relativamente lineal o convencional, en cuanto a su estructura y desarrollo, Campamento Amistad, da la sensación de ser una mezcla de muchas cosas.
Y lo es. Por un lado está el thriller de terror, que es una especie de homenaje a las películas de ese género que me cautivaron de niño, y también la historia sobre la crisis existencial que atraviesan las jóvenes víctimas, lo cual es en realidad el verdadero sustento de la novela y no los crímenes en sí.
- ¿Cómo así surgió la idea de escribir sobre un escritor asesino?
En realidad primero, pensé en las características mínimas de la personalidad del personaje al que llamo Marc, y luego, casi sobre la marcha, ya sentándome a escribir, se me ocurrió que todas las patologías de Marc encajarían perfecto, en un escritor inédito, tímido y con tendencias esquizoides.
- En tus novelas, a pesar de que varían de escenario y temática de una a otra, parecen que ya empiezan a destacar ideas u obsesiones personales que podrían determinar tu obra.
Sí, es cierto, o al menos mi obra hasta ahora. Temas como la ambición, el fracaso, la irracionalidad de una sociedad que todos llegamos a aceptar sin cuestionar, las debilidades humanas, los actos de buena voluntad mal expresados, entre otras cosas han sido recurrentes en mis novelas; por lo general, son sensaciones o sentimientos que van apareciendo en la historia espontáneamente, más que temas que busque desarrollar de manera pre concebida, aunque creo que al final, cada novela te suele dar un concepto.
- Has empezado a publicar a una edad relativamente temprana, y has logrado mantener una regularidad al respecto. ¿Qué tan difícil puede ser mantener ese ritmo en un medio tan limitado de mercado como el nuestro?
Es difícil, pero todo en la medida de lo que busques. Hay autores que no les falta quien les publique sino historias que contar. Otros que imaginación les sobra pero carecen de medios. En todo caso, el publicar en si no te cambia la vida, el poder vivir de la literatura sí, y son dos cosas muy diferentes, al menos en nuestro país. Mi conclusión, es seguir trabajando, en lo mío, que es la creación. Siempre se puede publicar un libro, pero no siempre uno puede escribirlo.
- Hay ciertos autores que parecen destacar como influencias claras en tu estilo narrativo. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
Me gusta mucho la literatura norteamericana del siglo pasado, y también algo de la actual que mantiene la misma línea. Hay autores quizás ya "clásicos", en el estilo que me caracteriza, como Jack Kerouac, Bret Easton Ellis o James Ellroy, pero también hay otras tendencias que me han influenciado bastante. Entre esas están, cierta literatura best seller femenina, bastante aguda como la que hacen Olivia Goldsmith o Mary Higgins Clarke. Me gustan los policiales clásicos como Chandler, Mcdonald, o Hammet. También leí con mucha atención a Camus, Goethe, Wild, D.H Lawrence, Chesterton y otros europeos, mientras escribía la trilogía Lima Ilegal.
- ¿No tienes mucha cercanía con la literatura latinoamericana?
No sé si esa sea la mejor forma de decirlo. Suelo leer lo que me gusta exclusivamente, y así han llegado a mis manos libros de Cortázar, Onetti, Vargas Llosa, García Márquez, Oswaldo Reynoso, etc. Sin embargo, confieso que aunque en si los libros me gustaron, quizás los autores, no me apasionaron tanto como para seguir su obra. Supongo que es algo generacional, eso de sentirse más cercano a ser alguien como Bret Easton Ellis que a Vargas Llosa o Julio Cortázar.

viernes, 29 de febrero de 2008

RICHARD BACHMAN

Memorias de un escritor de culto que no existió

Es razonable que un autor prolífico y exitoso como Stephen King pueda caer en la repetición temática y estilística.
Los más de 30 libros que ha publicado con su nombre son sin duda de niveles heterogéneos. Sin embargo, King, posee una obra, mucho más corta como regular, firmada bajo el seudónimo de Richard Bachman entre 1977 y 1984. Las cinco novelas que “publicó Bachman” responden a diferentes necesidades del autor real, las cuales le dan ese “romanticismo” al conjunto de su obra. Novelas como Rabia o Carretera Maldita mezclan el suspenso psicológico con una fuerte dosis de trasfondo de protesta social, donde los personajes son anti héroes que toman medidas, un tanto extremas, ante un sistema omnipresente y opresor. Asimismo, el “estilo de Bachman”, suele ser más sencillo que el de King, aunque quizás más denso, y menos comercial. Las novelas de Bachman muestran a los demonios de la sociedad contemporánea tal como son, con nombres propios y metáfora más directas.
Cuando la verdad salió a la luz en 1985, se vino la resaca. King había vivido semi refugiado en su casa, acompañado de drogas durante el tiempo que “fue Richard Bachman”. Él no dejó de sacar novelas con su nombre real, y promocionarlas, pero al estar solo podía ser otro, dejar de ser el autor famoso que era, y de algún modo, representar el papel del escritor maldito e inconforme que nunca fue. La muerte de Richard Bachman trajo consigo la vuelta a la realidad para Stephen King. Se rehabilitó, volvió a escribir y adaptarse a la vida familiar. Como manera literaria de cerrar el círculo, escribió las novelas Misery y La Mitad Oscura que relatan los sinuosos senderos que recorren los escritores que se arriesgan a personificar a sus propias creaciones.
Recientemente, Stephen King ha admitido, a pesar de lo vertiginoso de su proceso creativo: “Aquellas cinco novelas las escribí con el corazón, y con una energía que ahora sólo puedo imaginar”.

domingo, 6 de enero de 2008

A JACK

Jack Kerouac, el llamado “rey de los beatniks”, siempre fue un chico tímido e inseguro que anhelaba el éxito literario porque pensaba que sería la única forma en que el mundo lo llegase a aceptar. Hijo de emigrantes franco-canadienses de un pequeño pueblo en las afueras de Massachusetts, creyó que la beca que había ganado para estudiar letras en la universidad de Columbia, le aseguraría el principio de su sueño de convertirse en escritor famoso. Pero no tardó en estallar la segunda guerra mundial y en aparecer personajes como Allen Ginsberg y William Burroughs, que directa o indirectamente lo invitaron a experimentar el desarrollo de su vena creativa en escenarios muy alejados de las aulas.
Así, llegaron los viajes en carretera alrededor del país, el jazz, los, la bencedrina y mil leyendas más. Y para cuando todo esto acabó, Jack bordeaba los 30 años y contaba en su haber con dos fracasos matrimoniales, una novela publicada sin éxito, una carrera inconclusa y una cuenta bancaria inexistente. Muchos decían que a partir de allí empezó a cambiar para siempre. En cinco años había escrito cerca de diez libros, había dejado muchas cosas de lado y el mundo de la literatura pagada le seguía devolviendo el esfuerzo con su indiferencia. Empezó a beber más. Se volvió resentido y receloso.
Hasta que la fama dijo: Aquí Estoy. El contexto político mundial, puso a los beats en el centro de la atención de editores y periodistas de cultura y entretenimiento. Cuando fueron tomados en serio por los medios, los libros se vendieron y la fiebre empezó. Por fin, la gente aceptaba a Jack y el dinero ya no era el eterno problema que siempre había amenazado con hacerlo abandonar su vocación literaria. Pero Jack había cometido un gran error.
En alguna parte del camino había dejado tanta energía, y voluntad que cuando el ansiado instante de vivir tranquilo y recoger los frutos de lo sembrado llegó, no tenía ni idea de donde se encontraba parado. Estados Unidos se caía a pedazos y Jack estaba colmado de fama y miedo. Lo que más pudo haberle afectado, quizás, fue la soledad. En vez de amigos verdaderos, tenía ahora compañeros de copas o colegas del mundillo intelectual que tanto despreciaba. En vez de una mujer que lo cuidase, estaba a merced de groupis que lo utilizaban, y una madre que fomentaba, cada vez más, su misoginia y complejo de Edipo .
Jack nunca fue inocente de su destino. Era tan arribista como ingenuo. Dio la espalda y traicionó a gente que lo quería. Él intentó quererlos también pero ese deseo era inferior al de alcanzar su realización artística. Y un hombre tan frágil como Jack sólo podía tener un deseo en la vida. Lo cumplió y falleció de cirrosis mientras veía televisión en casa de su madre, con su tercera esposa. Corría el año de 1969.

LAS SOMBRAS DEL PASADO:

El mundo de James Ellroy

James Ellroy nació en 1948, en El Monte, una población semi rural en las afueras de California. Sus padres se divorciaron, prácticamente, antes de casarse. Vivió con su madre, Jean Hilliker, quien lo crió sola trabajando a doble turno como enfermera. Pero Jean tenía una doble vida que le permitía aguantar las penas y restricciones: se acostaba con extraños y bebía a escondidas. Sus licencias le pasaron factura. Apareció asesinada tras una refriega sexual al paso “con un hombre moreno”. El asesino nunca fue encontrado.
Armand Ellroy consiguió la custodia legal del niño cuando éste tenía diez años y era un chico grueso, grande e introvertido. La vida con su padre se resumió en seis años de miserias económicas y sentimentales. Cuando falleció de un derrame en 1965, James se había convertido en un extraño adolescente lleno de acné, fantasías y excentricidades. Como era pobre, la combinación no tardó en llevarlo al borde del abismo. Tuvo que robar para vivir y tomar para exaltar su imaginación fértil que era el único refugio contra la realidad. Corrían los últimos sesenta y él despreciaba fervorosamente los alcances de la contracultura, a pesar de vivirla a su manera. Masturbación, voyeurismo y peligrosas drogas de farmacia marcaron aquella etapa que estuvo a punto de hacerle perder la razón. El delirium tremens le salvó la vida. Los constantes ataques lo llevaron al hospital, una noche en la que no podía recordar su nombre. Gritaba y temblaba por los corredores hasta que una enfermera le puso una aguja en el brazo. Entonces, empieza el segundo capítulo.
Eran los setenta, estaba rehabilitado y había conseguido un trabajo fijo como cadi. Tenía 30 años. Aprendió a ligarse mujeres. Una novela que llevaba años dando vueltas en su cabeza vio la luz: Requiem for Brown fue publicada en 1979. Sus libros eran una mezcla híbrida de novela policial y manifiesto autobiográfico. En 1984, aquella fusión logra un matiz perfecto con La Dalia Negra, obra que le permite convertirse en escritor a tiempo completo.
Para ser un autor que a duras penas había terminado la secundaria, su obra se ha caracterizado por ser bastante prolífica y estilizada, incluyendo con sobriedad símbolos de la cultura norteamericana dentro del contexto. Aunque sus novelas, quizás, nunca dejen de estar plagadas de los fantasmas de mujeres muertas y personas que sucumben o vencen a sus debilidades (al no existir un punto medio), Ellroy niega ser un escritor maldito que no pueda escribir sobre algo que no sean sus propios demonios. No importa. Los libros están allí, se venden y le dan al autor atormentado la posibilidad de otra vida: nueva e intacta desde la primera página.

ASÍ EMPEZAMOS EL AÑO

Desde fines del 2005 no terminaba una novela. Factores, muchos: trabajos que quitan la inspiración, la lucha constante de madurar o seguir siendo artista, ciertos alejamientos con mi barrio, amigos y demás cosas a las que uno pertenece y que le dan sentido a la vida, dolorosos episodios de desarraigo, el sexo o la falta de él, según sea el caso...
Hay quienes dicen que dejar una novela inconclusa no es gran drama, otros que es casi un sacrilegio. Todo depende. Depende de que tanto te importe o con cuanta facilidad puedas pasar a otro tema, a otra obra, a otra chica, a otro hábito...
Terminando de escribir el triller, Campamento Amistad, como conclusión de casi tres años de creación ininterrumpida y una especie de bonus track de la trilogía Lima Ilegal, pensé tomarme cierto receso para hacer cosas menos interesantes, pero, supongo, más lucrativas, sin embargo no pude evitar soltar una historia que se me ocurrió una de esas trasnochadas frente al televisor, la comida y la ansiedad por tener que escribir algo.
Veía un talk show, nacional, muy malo, sobre adolescentes problemáticos. Dramones con moraleja. Pero me llamó la atención el testimonio de una chica (de la cual sólo aparecía su silueta para proteger su identidad), no dijo nada original realmente, la vida en si no suele serlo, pero hubo algo en ese momento, una conección, me sentía inquieto, bordeábamos la madrugada, hacía calor y necesitaba una historia que contar, entonces ella me sorprendió con aquella mezcla: rebeldía, despreocupación adolescente, secretos, evasión, melancolía, dulzura, fragilidad, abuso sexual, etc. Una historia conocida pero que por primera vez escuchaba con tanto humanismo, sinceridad, quizás fuese el único caso real del programa.
Entonces, tuve una idea. Una idea un poco diferente a la de mis anteriores obras. Simplemente quise entrar en ella, en esa chica a la que sólo se le veía la silueta, y dejarme llevar, que ella me guiase y me dijese porqué, me mostrase su sensualidad y su tristeza. Cuando la vida es dura ya no vuelves a ser el mismo, no del todo, pero ciertas personas conservan algo, algo que se resiste a romperse, algo que no se termina de manchar. Esa chica de la tele me enseñó eso. Me di cuenta de que era hora de abrir un nuevo cuaderno.
No me fue difícil, en un principio, retomar mi ritmo de trabajo creativo: aún podía pasarme horas escribiendo, material o metafísicamente, sin tener a todo un ejército atrás de seres queridos y algún que otro metiche que nada tenía que ver en el asunto, haciéndome sentir que no hacía más que perder el tiempo estúpidamente.
Algo de razón tienen. Supongo que si aceptas la realidad como algo no traumático y con sentido, no existe motivo alguno para querer escribir.
Ese no era mi caso. Quería escribir. En realidad estaba escribiendo, y ya empezaba a llevar años haciéndolo, pero la gasolina tenía que acabarse tarde o temprano.
La novela relataba una parte fundamental de la vida de la protagonista, Verónica, desde su adolescencia de barrio interrumpida por una violación, su supervivencia como prostituta, y un hijo y un amor que le dan una última posibilidad para volver de su viaje a las tinieblas. Todo aderezado con la cuota de libido, acción, criollismo y denuncia social que suelo aplicar en mis trabajos, sólo que en esta ocasión, la esencia de la novela parecía radicar más en los personajes mismos que en las situaciones que los rodean. Como dije, quise meterme en Verónica y creo que lo conseguí, dejando lo que a mi manera es un manifiesto feminista y sexual en tiempos de capitalismo salvaje y pensamientos corporativos.
Pero no encontraba el final. Había trabajado un noventa por ciento de la novela y no podía verlo, no sabía a donde ir... exactamente: parecía una metáfora de mi vida. Publiqué una segunda novela en esa época y no podía terminar la actual. Me faltaba una última idea, que terminase con todo o abriese la puerta a la esperanza. Daba igual, me sentía como para cualquier cosa, pero aún así tenía que elegir correctamente. Escribir marca, no es algo que superes tan fácilmente, no es cuestión: ya está terminado, pasemos a otro tema.
Tuve que dormir muchas noches con Verónica para encontrar el final escribiendo frenéticamente durante todo diciembre, (tras casi un año de para), en noches iluminadas por luces navideñas, despertándome en la madrugada antes que la idea se fuese, viendo un amanecer, viendo otro, tachando papeles, fumando papeles, recordando melodías y sensaciones que entraban por la ventana de pronto, en medio de cierto vértigo, mi mujer poniendo el anuncio de empleos del diario sobre mi cuaderno, yo sacándolo de encima, volviendo al siguiente párrafo y ya sabes, toda esa mierda: algo bueno tiene que salir de todo esto.
Y salió. Verónica aún no está oleada y sacramentada, Verónica ni siquiera llevará ese nombre cuando se edité, pero Verónica me llegó a dar la respuesta. Allí está, falta maquillar y perfumar un poco, pero allí está. Encontré lo que buscaba. Me siento satisfecho.
Muchos saben toda la entrega que pongo en esto. Sólo algunos lo valoran. Una vez más va por ellos.
Aquí una muestra del inicio de la novela que acabo de terminar.


“Me gustaría tener un hijo pronto”
Aquella frase encabezaba el artículo sobre una joven cantante y actriz argentina muy de moda. Y aunque la frase no le decía mucho, la volvió a leer mientras que con un dedo delineaba la nariz recta, los labios jugosos y las mejillas rosadas de la actriz. Una chica bella sin duda. Verónica pensaba que una mujer bonita debía comportarse como tal en todo momento. Como una profesión o una vocación artística.
La argentina decía algunas cosas sobre sus mascotas, sobre sus últimas vacaciones junto con su familia, del nuevo álbum que estaba escribiendo y, por su puesto, de su interés por tener un hijo con su actual pareja ¡Y sólo tenía 19 años! Todos tenemos sueños. Pero esos sueños en boca de Verónica no importaban a nadie. A ella le pedían que estudie, trabaje y se deje de cojudeces.
–¡Vero, las compras, por favor! –el grito de su hermana mayor se sobrepuso al de la música de Menudo que sonaba en su pequeño radio cd. Verónica tiró el periódico al piso, se puso sandalias y fue a comprar. Claro que era la sexta vez que su hermana se lo tenía que pedir.
Le daba flojera salir de casa, pero quedarse en ella también era aburrido. Recién en la calle se dio cuenta de que el día era claro a pesar de estar por caer la tarde. Sabía que no era tan atractiva como la argentina pero allí, en su barrio, le bastaba para llamar la atención de los chicos que últimamente la saludaban con cierto respeto porque sabían con quien paraba.
La bodega quedaba a dos cuadras y media de su casa. En realidad había una bodega en la esquina y otra a la espalda, como en todo barrio de clase media – baja pero ella siempre buscaba excusas para caminar un poco más y buscar a Cobra.
La bodega de Rosita olía a verduras como siempre. Era pequeña, llena de letreros publicitarios y productos que estaban apretados o colocados uno detrás de otros.
–Señora, una bolsa de detergente, una de arroz, medio kilo de perejil, uno de limones y cinco Montanas.
La vieja Rosita demoró varios minutos en embolsar el pedido.
–Eres menor de edad, no deberías fumar –aconsejó la anciana, mientras le entregaba el vuelto a Verónica.
–Son para mi hermana.
–Ella no fuma.
Verónica no respondió nada y salió de la bodega. Prendió un cigarrillo. Se detuvo en la esquina, frente al taller de mecánica: un lugar lúgubre, donde sonaba salsa a volumen bastante elevado y abundaban almanaques pasados y recientes con fotos de calatas promocionando líquido para frenos.
El Chino se acercó a ella con las manos y los brazos embadurnados de aceite y grasa.
–Vero, ¿pa qué te soy útil?
–Llama a Cobra, Chinito.
–Está chambeando, chiquita. ¿De qué se trata?
–Llámalo, pues Chino, estoy apurada, no me cojudees.
–Ya, ya, chibola, ahorita lo llamo –y murmuró algo más, quizás alguna grosería. Se dirigió a un carro, de esos grandes y viejos que se usan para hacer colectivo hoy en día. Debajo de él, con el rostro negro salió Cobra.
Mientras lo veía limpiarse un poco, Verónica recordó con nostalgia que el apodo le vino por una trasnochada comparación de él con un Silvester Stallone cholo en la película Cobra. Tenía una moto y usaba unos lentes de sol parecidos. También era uno de los jefes de la barra Alboroto Grone y era tratado como el men por los de su edad (veintitantos, más o menos) e incluso por algunos mayores.
Cuando se acercó a ella, ya tenía la cara limpia: de tez clara y suave a pesar del par de cortes (ni tan grandes ni tan chicos) que exhibía. La besó en los labios y pellizcó la cintura.
–Y flaquita, ¿ya te toca?
–Imbécil –respondió ella, riendo– ¿Mucha chamba?
–Allí, pues. Un tío me ha dejado su carro que está como para venderlo en piezas, y eso, y encima lo quiere para mañana.
–Oye, Cobra, sé que los viernes no solemos vernos pero ahora tengo un tono del colegio...
–Con los chibolos huevones.
–Sí, con los chibolos huevones. Yo no quiero ir, ya, pero es para recaudar fondos para la promoción y esas huevadas. Tuve que comprar un par de entradas obligatorias. Y hay un chibolo huevón que me acosa cuando toma y dice que no te tiene miedo cuando le hablo de ti, pero yo sé que con sólo verte allí parado junto a mí...
–Entonces, vamos.
Verónica no procesó bien las dos palabras. Se había quedado sin aliento por seguir el ritmo de sus justificaciones y su cara le quemaba. Quizás se hubiese puesto roja. Él la miraba y su mirada parecía alegre y sincera, bordeando la ternura.
–¿Estás diciendo eso o preguntándolo?
–¿Tú que crees? –la volvió a pellizcar. Le mordió un poco el labio–. Tengo ganas de bailar perreo contigo en ese tonito de mierda.
–Ya pues, buena voz.
–Pero déjame la tarjeta mejor. Voy a quedarme en el taller hasta las diez o más. Me cambio y voy para allá de frente para no buscarte tan tarde y que tu hermana o el baboso de su esposo me quieran hacer chongo.
–Ya pues.
Le dejó un pase y luego se despidieron. De regreso a casa, todavía las veredas eran iluminadas por el sol, sólo que esta vez, el sol se encontraba más bajo. Eso le daba más fuerza pero a la vez, confirmaba que estaba a punto de morir.
Al entrar a su casa, tras la puerta, todo eso quedaba fuera y reinaba una oscuridad entre cuatro paredes y ventanas empañadas, casi estériles.

Discurso (Feria del Libro Ricardo Palma 2007)

Tema: Escritores Degenerados
Manifiesto de escritores independientes que no pertenecen a las tendencias actuales.

Es ambiguo debatir sobre el porque pertenecer o no a la corriente literaria establecida. Es ambiguo, también, determinar hasta donde llega uno a resistirse a seguir una moda y cuando esta moda es la que se niega a aceptarte. En el mundillo literario, esa mezcla de farándula menor y snobismo académico, es difícil diferenciar a un provocador de un fracasado.
He visto a escritores sin talento naufragar en botellas de excesos, en algún bar del centro o en las afueras de alguna facultad de letras, escribiendo cadáveres exquisitos con el corazón en la mano. He visto a escritores de generosa calidad técnica y reconocimiento mediático no tener ni idea de la complejidad de emociones de la persona promedio, la de a pie, la que trabaja demasiadas horas al día como para darse el lujo de leer un libro en sus escasos ratos libres.
Ambos polos me son opuestos. Siempre me tomé la literatura demasiado en serio. No como profesión ni como lenguaje sino como estilo de vida. Porque eso es lo único que eleva un oficio a la condición de arte. Durante dos años y medio me comprometí con la ficción en un estado tal de trabajo, sacrificio y sueños que me dejó como saldo cuatro novelas, las cuales se vienen publicando actualmente, así como varias facturas emocionales que aun no termino de pagar.
Confieso que nunca supe ni hice un verdadero esfuerzo por lograr vencer mis propias ideas en aras de adaptarme a una realidad que no me pertenece. Esa Realidad en la que si pueden convivir instituciones como el mundillo literario y los medios de comunicación. Confieso que mis héroes literarios nunca fueron grandes personajes de las letras de su tiempo ni ejercieron el periodismo de manera destacada y objetiva. Mis héroes literarios viajaron alrededor de su barrio o del mundo, vivieron momentos de plenitud para bien y para mal, lloraron a solas al descubrir su vocación en sucias habitaciones de hotel, combatieron a sus fantasmas en interminables noches de angustia y temblores; algunos encontraron la luz al otro lado del callejón y otros no lograron resucitar al tercer día.
Fueron inútiles, fueron cobardes, fueron altruistas y genios al mismo tiempo. ¿Se imaginan a alguien con la pasión y el tormento de Jack Kerouac, vestido como héroe de la clase trabajadora, relacionándose con los intelectualillos nerds del ambiente literario limeño? O ¿A Bret Easton Ellis en medio de un viaje de egomanía glamorosa, metanfetaminas en cristales y pornografía exclusiva, haciendo un reportaje de investigación sobre la desviación de fondos para las pensiones de jubilación de la policía militar?
En tiempos donde la filosofía de autoayuda nos quiere hacer creer algo que a todas luces es falso, como que el éxito material va de la mano con el éxito personal y que también nos busca convencer de que todos tenemos un lugar para destacar en esta Realidad, que como dije antes no es mi realidad, sino la de ellos, con mundillo literario y prensa incluida, no es de extrañar que ya no haya espacio para el escritor afectado a quien la experiencia de la vida lo sobrepasa y escribe porque no sabe hacer otra cosa que perseguir a sus propios demonios.
Por eso, extraños y conocidos, me aprovecho de su atención está tarde de diciembre, para rendir un justo homenaje, de una vez por todas, a esos artistas serios, artistas de verdad, que saben tanto de desenfreno como de rigor creativo, que sin darse cuenta se quedaron atrapados dentro de tu realidad, pero que aún siguen escribiendo, y allí están, no en lo cocteles ni en las ferias de libros ni en las salas de redacción de un semanario de cultura, los que se quedaron en su habitación y dejaron que se les vaya el tren, todo con tal de escribir esa gran novela que les permitiese morir tranquilos. Aunque no los conozca, sé que existen. Ellos son mi generación.