domingo, 6 de enero de 2008

LAS SOMBRAS DEL PASADO:

El mundo de James Ellroy

James Ellroy nació en 1948, en El Monte, una población semi rural en las afueras de California. Sus padres se divorciaron, prácticamente, antes de casarse. Vivió con su madre, Jean Hilliker, quien lo crió sola trabajando a doble turno como enfermera. Pero Jean tenía una doble vida que le permitía aguantar las penas y restricciones: se acostaba con extraños y bebía a escondidas. Sus licencias le pasaron factura. Apareció asesinada tras una refriega sexual al paso “con un hombre moreno”. El asesino nunca fue encontrado.
Armand Ellroy consiguió la custodia legal del niño cuando éste tenía diez años y era un chico grueso, grande e introvertido. La vida con su padre se resumió en seis años de miserias económicas y sentimentales. Cuando falleció de un derrame en 1965, James se había convertido en un extraño adolescente lleno de acné, fantasías y excentricidades. Como era pobre, la combinación no tardó en llevarlo al borde del abismo. Tuvo que robar para vivir y tomar para exaltar su imaginación fértil que era el único refugio contra la realidad. Corrían los últimos sesenta y él despreciaba fervorosamente los alcances de la contracultura, a pesar de vivirla a su manera. Masturbación, voyeurismo y peligrosas drogas de farmacia marcaron aquella etapa que estuvo a punto de hacerle perder la razón. El delirium tremens le salvó la vida. Los constantes ataques lo llevaron al hospital, una noche en la que no podía recordar su nombre. Gritaba y temblaba por los corredores hasta que una enfermera le puso una aguja en el brazo. Entonces, empieza el segundo capítulo.
Eran los setenta, estaba rehabilitado y había conseguido un trabajo fijo como cadi. Tenía 30 años. Aprendió a ligarse mujeres. Una novela que llevaba años dando vueltas en su cabeza vio la luz: Requiem for Brown fue publicada en 1979. Sus libros eran una mezcla híbrida de novela policial y manifiesto autobiográfico. En 1984, aquella fusión logra un matiz perfecto con La Dalia Negra, obra que le permite convertirse en escritor a tiempo completo.
Para ser un autor que a duras penas había terminado la secundaria, su obra se ha caracterizado por ser bastante prolífica y estilizada, incluyendo con sobriedad símbolos de la cultura norteamericana dentro del contexto. Aunque sus novelas, quizás, nunca dejen de estar plagadas de los fantasmas de mujeres muertas y personas que sucumben o vencen a sus debilidades (al no existir un punto medio), Ellroy niega ser un escritor maldito que no pueda escribir sobre algo que no sean sus propios demonios. No importa. Los libros están allí, se venden y le dan al autor atormentado la posibilidad de otra vida: nueva e intacta desde la primera página.

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