domingo, 6 de enero de 2008

A JACK

Jack Kerouac, el llamado “rey de los beatniks”, siempre fue un chico tímido e inseguro que anhelaba el éxito literario porque pensaba que sería la única forma en que el mundo lo llegase a aceptar. Hijo de emigrantes franco-canadienses de un pequeño pueblo en las afueras de Massachusetts, creyó que la beca que había ganado para estudiar letras en la universidad de Columbia, le aseguraría el principio de su sueño de convertirse en escritor famoso. Pero no tardó en estallar la segunda guerra mundial y en aparecer personajes como Allen Ginsberg y William Burroughs, que directa o indirectamente lo invitaron a experimentar el desarrollo de su vena creativa en escenarios muy alejados de las aulas.
Así, llegaron los viajes en carretera alrededor del país, el jazz, los, la bencedrina y mil leyendas más. Y para cuando todo esto acabó, Jack bordeaba los 30 años y contaba en su haber con dos fracasos matrimoniales, una novela publicada sin éxito, una carrera inconclusa y una cuenta bancaria inexistente. Muchos decían que a partir de allí empezó a cambiar para siempre. En cinco años había escrito cerca de diez libros, había dejado muchas cosas de lado y el mundo de la literatura pagada le seguía devolviendo el esfuerzo con su indiferencia. Empezó a beber más. Se volvió resentido y receloso.
Hasta que la fama dijo: Aquí Estoy. El contexto político mundial, puso a los beats en el centro de la atención de editores y periodistas de cultura y entretenimiento. Cuando fueron tomados en serio por los medios, los libros se vendieron y la fiebre empezó. Por fin, la gente aceptaba a Jack y el dinero ya no era el eterno problema que siempre había amenazado con hacerlo abandonar su vocación literaria. Pero Jack había cometido un gran error.
En alguna parte del camino había dejado tanta energía, y voluntad que cuando el ansiado instante de vivir tranquilo y recoger los frutos de lo sembrado llegó, no tenía ni idea de donde se encontraba parado. Estados Unidos se caía a pedazos y Jack estaba colmado de fama y miedo. Lo que más pudo haberle afectado, quizás, fue la soledad. En vez de amigos verdaderos, tenía ahora compañeros de copas o colegas del mundillo intelectual que tanto despreciaba. En vez de una mujer que lo cuidase, estaba a merced de groupis que lo utilizaban, y una madre que fomentaba, cada vez más, su misoginia y complejo de Edipo .
Jack nunca fue inocente de su destino. Era tan arribista como ingenuo. Dio la espalda y traicionó a gente que lo quería. Él intentó quererlos también pero ese deseo era inferior al de alcanzar su realización artística. Y un hombre tan frágil como Jack sólo podía tener un deseo en la vida. Lo cumplió y falleció de cirrosis mientras veía televisión en casa de su madre, con su tercera esposa. Corría el año de 1969.

No hay comentarios: