domingo, 6 de enero de 2008

Discurso (Feria del Libro Ricardo Palma 2007)

Tema: Escritores Degenerados
Manifiesto de escritores independientes que no pertenecen a las tendencias actuales.

Es ambiguo debatir sobre el porque pertenecer o no a la corriente literaria establecida. Es ambiguo, también, determinar hasta donde llega uno a resistirse a seguir una moda y cuando esta moda es la que se niega a aceptarte. En el mundillo literario, esa mezcla de farándula menor y snobismo académico, es difícil diferenciar a un provocador de un fracasado.
He visto a escritores sin talento naufragar en botellas de excesos, en algún bar del centro o en las afueras de alguna facultad de letras, escribiendo cadáveres exquisitos con el corazón en la mano. He visto a escritores de generosa calidad técnica y reconocimiento mediático no tener ni idea de la complejidad de emociones de la persona promedio, la de a pie, la que trabaja demasiadas horas al día como para darse el lujo de leer un libro en sus escasos ratos libres.
Ambos polos me son opuestos. Siempre me tomé la literatura demasiado en serio. No como profesión ni como lenguaje sino como estilo de vida. Porque eso es lo único que eleva un oficio a la condición de arte. Durante dos años y medio me comprometí con la ficción en un estado tal de trabajo, sacrificio y sueños que me dejó como saldo cuatro novelas, las cuales se vienen publicando actualmente, así como varias facturas emocionales que aun no termino de pagar.
Confieso que nunca supe ni hice un verdadero esfuerzo por lograr vencer mis propias ideas en aras de adaptarme a una realidad que no me pertenece. Esa Realidad en la que si pueden convivir instituciones como el mundillo literario y los medios de comunicación. Confieso que mis héroes literarios nunca fueron grandes personajes de las letras de su tiempo ni ejercieron el periodismo de manera destacada y objetiva. Mis héroes literarios viajaron alrededor de su barrio o del mundo, vivieron momentos de plenitud para bien y para mal, lloraron a solas al descubrir su vocación en sucias habitaciones de hotel, combatieron a sus fantasmas en interminables noches de angustia y temblores; algunos encontraron la luz al otro lado del callejón y otros no lograron resucitar al tercer día.
Fueron inútiles, fueron cobardes, fueron altruistas y genios al mismo tiempo. ¿Se imaginan a alguien con la pasión y el tormento de Jack Kerouac, vestido como héroe de la clase trabajadora, relacionándose con los intelectualillos nerds del ambiente literario limeño? O ¿A Bret Easton Ellis en medio de un viaje de egomanía glamorosa, metanfetaminas en cristales y pornografía exclusiva, haciendo un reportaje de investigación sobre la desviación de fondos para las pensiones de jubilación de la policía militar?
En tiempos donde la filosofía de autoayuda nos quiere hacer creer algo que a todas luces es falso, como que el éxito material va de la mano con el éxito personal y que también nos busca convencer de que todos tenemos un lugar para destacar en esta Realidad, que como dije antes no es mi realidad, sino la de ellos, con mundillo literario y prensa incluida, no es de extrañar que ya no haya espacio para el escritor afectado a quien la experiencia de la vida lo sobrepasa y escribe porque no sabe hacer otra cosa que perseguir a sus propios demonios.
Por eso, extraños y conocidos, me aprovecho de su atención está tarde de diciembre, para rendir un justo homenaje, de una vez por todas, a esos artistas serios, artistas de verdad, que saben tanto de desenfreno como de rigor creativo, que sin darse cuenta se quedaron atrapados dentro de tu realidad, pero que aún siguen escribiendo, y allí están, no en lo cocteles ni en las ferias de libros ni en las salas de redacción de un semanario de cultura, los que se quedaron en su habitación y dejaron que se les vaya el tren, todo con tal de escribir esa gran novela que les permitiese morir tranquilos. Aunque no los conozca, sé que existen. Ellos son mi generación.

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