viernes, 29 de junio de 2007

La Felicidad


Hay algo especial que suelen tener aquellas novelas cortas que devoramos en un par de noches, y cargamos todo el tiempo. Tengo buenos recuerdos de El Extranjero, Menos que Cero y Desayuno en Tiffany´s.
Y recientemente, después de un par de años de no dar con un libro de esas características, me encuentro con ¨Felicidad¨ de Dennis Robert.

Los más suspicaces ya habrán deducido que el nombre no tiene nada que ver con un manual de autoayuda, y que por el contrario, la exultante connotación del título supone un factor altamente perturbador escondido en sus páginas.

Y así parece ser. Narrado a manera de diario, a dos voces, Felicidad es la historia de un escritor casado, que coincide con una mujer de igual condición civil, con quien empieza una intensa aventura sexual.

Hasta allí, el tema parece conocido, repetitivo incluso, pero no lo es. Existe una atmósfera, sutil pero penetrante, de thriller durante toda la obra, la cual contradice varias características de la novela erótica convencional.

Leer Felicidad me trae a la mente una sensación de ansiedad claustrofóbica, similar a la de la película Requiem por un sueño. En Felicidad, el sexo es una droga, pero no una droga cualquiera, sino una de las duras, de las mundanas, alejada de ese apasionamiento, muchas veces colmado de indignante e incomprensible ingenuidad, que presentan las novelas de este género.

Otro punto que genera inquietud en Felicidad es la ausencia de nombres de los personajes. La intimidad entre dos personas a las cuales no puedes nombrar en ningún momento, es una metáfora del anonimato de las relaciones sexuales contemporáneas; porque en muchos aspectos, estamos hablando de una obra de época; de nuestra época. Una época con páginas web para pedófilos y películas porno capaces de hacerlo todo. La tensión sexual aparece constantemente expuesta a través de un inconsciente colectivo que es el reflejo de una sociedad alienada, que en cierto momento llega a hacerte desear follar con todos, ante la imposibilidad de poder matarlos.
Violencia contenida, represión y tentación. Un mundo hostil: estos términos también aparecen metafóricamente, completando la atmósfera sórdida sobre la que se cimientan las fantasías sexuales de los personajes.

En Felicidad no hay esperanza. Y quizás, esa es la idea y la moraleja de la novela. Ya lo advierte el conveniente epígrafe de Krishnamurti, donde sin preámbulo alguno, califica al sexo de ser ¨la máxima evasión de la condición humana¨.
Y, claro, todos queremos evadir: la rutina, la familia, los proyectos, uno mismo.
A diferencia de varios autores reconocidos del género erótico (Almudena Grandes, Margaritte Duras, Elizabeth McDonald, etc.) Dennis Robert se muestra escéptico desde el principio. Parece siempre consciente de la limitación del placer físico, pero se aferra a él ante las limitaciones aún mayores que ofrecen los placeres establecidos: consumo, viajes, imagen.
Conforme van avanzando las páginas, la historia adquiere los estragos de una competencia desesperada entre hombre y mujer por ver quien es capaz de llegar más lejos en su intento por escapar de la realidad, sin destruirse en el intento. Hasta que llega el punto, en que el no destruirse, deja ya de ser relevante. Entonces, acaba la novela erótica y empieza el thriller pornográfico, como una relación de una sola noche.

1 comentario:

Fabricio Rebatta dijo...

interesante tu comentario, buscaré la novela