domingo, 4 de noviembre de 2007

Confesiones y Penitencias

Esta noche quiero pedir perdón a todos aquellos seres perfectos del planeta.
Perdón por no estar a la altura de sus gustos de escaparte,
por no encajar dentro de la filosofía de supermercado
planteada por los tiempos modernos y occidentales.
Perdón por llenar mis cigarrillos con algo más natural,
por no contribuir a pagar impuestos con la droga que consumo.
Perdón por no poder llenar mi fin de semana con reggaeton,
cerveza y charla superficial, como todos.
Perdón a George W. Bush, a Donald Trump, a la CIA,
a J. Edgar Hoower, Ronald Regan, Bill Gates, Arnold Schwarzenegger
y a todos los demás gurús tácitos de los seres perfectos de este planeta.
Sólo ellos saben la gran magnitud, lo terriblemente relevante
que es tener un trabajo que odias para comprar cosas que no necesitas.
Quiero que me cuenten el secreto.
Quiero entender a todos aquellos seres perfectos del planeta
cuya funcionalidad social les da derecho a juzgarme sin ser dioses.
O tal vez sí lo sean.
Por eso les pido perdón, por la divagación creativa,
por las horas de trabajo no remunerado frente a la computadora,
por mi libertad de pensamiento, por mi honestidad brutal y sin reservas,
por no ser capaz de esconder mis sentimientos y actitudes,

como debe ser,
por no seguir los horarios esclavos, por mi inofensiva excentricidad...
y por todas las demás cosas, que ahora no recuerdo, pero que acá,
en este paraíso de seres perfectos,
donde es legal el abuso, el alcohol y las guerras,
deben ser muy importantes.



Anette (*)


Si la televisión está encendida más allá de la media noche,
seguramente estarás allí, me imagino,
tras los destellos multicolores de la pantalla
y los gemidos de post edición.
Vaya historia de amor, salida de la red,
muy de nuestros tiempos,
pero más aún, de nuestra soledad compartida.
Nos conocimos una tarde fría,
estabas perdida entre miles de cuerpos desnudos,
agujeros elásticos y miembros de tamaños sobre naturales.
Estabas allí y hacía frío en aquel mercado ambulante,
donde miles de ojos marginales,
hambrientos y fracasados,
te devoran y luego pasan a la siguiente portada, como si nada...
Porque sólo quieren un poco de amor, de caricias y suciedad.
Y tú lo sabes y se los das, en altas dosis, entonces generas adicción.
Mi Adicción.
Por ti y por esa insaciable e interminable garganta profunda
que todo le entra, hasta la última gota, la mía y la de él.
Porque es así Anette.
Lo acepto y no me importa
que te tires al primer hombre que se te cruce,
no me importa que tu parámetro de selección sexual
se reduzca a cualquier especie con una verga de 15 cm a más.
Conozco varias chicas y un par de primas que abrirían las piernas
por menos sin llegar a tener una décima de tu encanto infernal.
Porque es así Anette y lo acepto
con tal de que vuelvas a mí cada noche,
algunas noches aunque sea, con tu sombrero nazi,
tu vara de castigo, tu mirada de enferma,
tus ojos semi desorbitados,
el rimel corrido con el glorioso sabor de tus lágrimas.
Vuelve con algo nuevo.
De vez en cuando al menos.
Para poder sobrevivir, para poder soñar.
Ambos sabemos mejor nadie que la vida es triste
y que sólo el placer nos redime.
Porque el placer no es placer.
Es evasión. Es el no yo. El no compromiso.
Yo si entiendo la miel que encuentras en la humillación.
Y pienso guardar el secreto.
Somos raros Anette. Por igual. Tú por estar.
Yo por aceptarte y estar dispuesto a pagar el precio, siempre.
Anette: follar, conversar y fumar.
Anette: tardes de encierro interminables, de fantasías perversas,
de abandono, de retorcida fertilidad creativa.
Anette: una pequeña pero muy dura perrita alemana de 24 años,
despertando anhelos reprimidos y batiendo records de deseo
y litros de fluidos que gustosamente tragas,
mirándome a los ojos, dentro, muy dentro –en lo profundo–,
de tu espacio de lujuria y éxtasis,
fuera de este mundo de mortales, timoratos,
de hombres con reglas y horarios
que te espían a solas en una cabina de internet
o frente a un televisor a puerta cerrada.
Anette, acá están mis Placeres Culposos,
ofrecidos, sacrificados e inmolados,
por tu causa: dinero, pruebas de vih negativas
y caros vestidos sexys con los que fantaseabas de niña.
La niña que un día fuiste y que soñaba sin penes en la boca.
Y también habrá un día en que nos encontraremos
y después de coger como animales,
me confesaras al oído, ese pecado y ese dolor
que ninguna cámara fue capaz de registrar jamás.



(*) Dedicado a la actriz porno alemana Anette Schwarz, responsable de más de una hazaña en las competitivas lindes del sexo oral.

2 comentarios:

Argos dijo...

Compañero un consejo: menos compu y mas vida social, estás grave papito, un poco de aire fresco no cae mal. Annette está tan lejos de nosotros como lo está la constelación de Orion, ella diosa, nosotros mortales. Pero si se añeja de la compu y le das oportunidad a los que te rodean encontrarás mujeres, mortales como usted, pero con el potencial de superar cualquier diosa y de verdad, no a manera de quimera, sirva el porno solo para gestar ideas, pero nunca jamás para creer que nos estamos relacionando y enamorando de alguien que ni nos pela, un punto a favor suyo es que con esa lirica le echas el cuento a cualquiera, no derrame su talento en alguien que no de broma leería sus pensamientos, ni aunque se los tradujeran, ¡vamos afuera! deja esa compu ¡te está volviendo loco!

Anónimo dijo...

Te pones a escribir en penitencia a escribir 100 veces NO DEBO DECIR ESTAS PALABROTAS POR INTERNET .