domingo, 27 de mayo de 2007

Brian Wilson


Cantante de los Beach Boys


California nunca volverá a ser la misma.
Los coches convertibles ya no susurran tus melodías al Pacífico.
Algo cambió. Algo se rompió.
El dinero llegó rápido, la familia se resquebrajó.
No dudaste de ser un genio. Dudaste de la fama.
Dudabas de tu voz en la radio, no en el viento.
Entonces vino el encierro. El autoexilio.
Inundaste tu casa de arena y compusiste piezas artísticas
con los pies en una playa bajo techo.
Ese techo. Ese autoexilio.
Marihuana y L.S.D. en cualquier momento.
Que los productores esperen.
Que esas chiquillas que gritan agitando discos de Vinilo
esperen también.
Todo es parte del rock and roll o de la época.
Coquetearon con el demonio que entregó chicas fáciles
en su plan por conquistar al mundo.
El demonio quería cantar.
El demonio mató al feto de Sharon Tate.
El acontecimiento acabó con el sueño de una generación.
De ahí todo fue cuesta abajo:
Engordaste, te enganchaste a la coca, te olvidaste de tu familia.
Nunca dejaste de tocar.
Seguiste en el estudio. Seguiste teniéndole pánico a las giras.
Seguiste viendo como tu hermano se destruía
y no hiciste nada porque tú también te destruías.
La música siempre te planteó un camino en claroscuro.
Sobreviviste.
Tu hermano no.
Tus hijas crecieron y empezaron a cantar.
Tú no te enterabas porque te mantenían bajo control 24 horas,
en un granja de desintoxicación.
No se puede dar una moraleja en esta historia.
La música sigue.
Nunca dejaste de tocar, eso es todo.



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