martes, 8 de mayo de 2007

Placeres Culposos

Sinopsis: 2da entrega de la trilogía Lima Ilegal.
(Editorial Zignos, 2007)

Placeres Culposos es una visión tabloide de la capital, post fujimorista, a través de un detective privado de poca monta, alrededor de quien se tejen las intrigas, ambiciones y pasiones de un matrimonio de edad madura venido a menos; un gigoló arribista y una atractiva conductora de un programa infantil; un broadcaster inescrupuloso con problemas legales y su fiel correcto abogado, desencadenando una violenta persecución en busca de un cuantioso botín; de un último esfuerzo por darle un sentido a sus vidas.

196 páginas

Valor: 20 soles

Pedidos: cesarst_escritor@hotmail.com / cesarescritor@gmail.com

Fragmento:

Tony dejó el centro.
La cosa se puso fea. Él buscaba a alguien. Ese alguien lo buscaba a él. Sentía odio y miedo a la vez. Eso lo motivaba y lo frenaba en dosis homogéneas. Dejó el centro y se fue a San Juan de Miraflores. Buscó una pensión clandestina en el tercer piso de una casa frente al mercado municipal. La música de Axe Bahía lo despertaba por la mañana. Afuera hacía frío. Se hacinó en la pensión. Se deshizo de la Station Wagon y consiguió un sencillo para arreglárselas un par de semanas.
No hacía mucho. Su obsesión por el sexo decayó. De noche, enfrente de la pensión, se paraban putas en faldas cortas, desfiguradas por el maquillaje de imitación, confundidas entre algunos travestis. Tony las observaba desde su habitación sin interés.
Contactó a un ex colega. Este ex colega le consiguió una pistola y documentos falsos.
Un día quiso hacer algo diferente. Pensó: Karla tendría amigas o al menos conocidas en el cine Florida. Sus colegas estarían seguramente manejadas por algún allegado a Pedro. Sería como ir a la boca del lobo. Pero no tenía otra opción.

Se enfundó el arma. Tomó la ruta: Tacna–San Juan.
En los techos de las casas se erguían descoloridas banderas nacionales por fiestas patrias. Se venía un fin de semana largo. Oscurecía. Algunas personas cargaban mochilas y salían de Lima a pasar fiestas.
Regresar al centro le recordó cierta sensación de anonimato, una sensación única, una sensación bien peruana de estancamiento. Las calles, la pobreza, el desgaste, el placer tercermundista bajo los neones de los casinos y los cabarets, las putas sin brasier en Camaná, los edificios fantasmas, los bares y su desilusión, los picarones, la papa rellena de 50 céntimos, las agencias de empleo fraudulentas, los gringos paseando por la plaza y los bricheros al acecho. Imágenes fugaces que reflejaban el único mundo al que pertenecía.
Bajó de la custer, caminó por Abancay. Ahí estaba el cine Florida. Un letrero anunciaba: Promoción por fiestas patrias: Función doble continuada (Fantasías anales y Colegialas calientes). Show de Strip Tease en vivo toda la noche. Feliz día Perú.
Compró un ticket. Se sentó a un extremo. El lugar estaba casi lleno. Había mucha gente solitaria en fiestas patrias. Tony se sentía uno de ellos, siempre percibía ese efecto de marginalidad en época de fiestas. Señores alrededor de él se tocaban el bulto por encima del pantalón, señores alrededor de él comían basura y botaban las envolturas. Los asientos permanecían abarrotados de papel higiénico sucio. Tony distinguió una toalla higiénica a sus pies. La pateó. Se rascó las axilas, se frotó los ojos y vio con claridad: Colegialas calientes en su última escena: La habitación de un hotel barato de paredes verdes y un espejo tamaño natural. Sobre la cama un hombre fornido de cabello corto penetraba a la chica por el ano. Un segundo hombre, flaco y bajo, se la metía por la boca. Ella cerraba los ojos mientras chupaba; él se la frotaba por la nariz, por la barbilla; hilos de semen le cruzaban la cara. Atrás la penetraban con fuerza. Ella intentaba moverse, pero mostraba cierta torpeza al intentar hacerlo, cierta fragilidad.
Tony captó el rostro. Tony captó el culito. Le pareció que la chica era muy joven. Tony captó que se escuchaba música de Euforia entre mezclada con los gritos de la chica. El sujeto flaco y bajo terminó en su cara. Ella no sabía que hacer mientras una telaraña de semen se le expandía por el rostro con la cámara haciéndole un acercamiento poco nítido. Entonces el hombre fuerte le dio nalgadas y le gritó:
–Habla, perra, habla charapita puta.
–Así, dame fuerte –empezó a exclamar ella. Él no se contentaba.
–Grita, carajo, ahh, ahh, así quiero que hagas, ahí, mirando a la cámara. –más nalgadas.
Tony sintió repulsión. Vio a la chica. Vio al hombre fuerte. Vio a Karla y a su asesino.
Salió de la sala antes de que el hombre fuerte se corriese. Fue al baño. El baño era un asco. Papel higiénico por todos lados, orina, semen, condones. Meó en el inodoro. Mientras orinaba leyó algunas frases obscenas escritas en la pared: Da gracias que lo que tienes en la mano, no lo tienes en el ano. ¿Dónde está Pedro?
Tony lo leyó en voz alta. Se distrajo, se orinó en el pantalón. Salió del baño. Palpó su arma con la mano. Ahí estaba, camuflada en el cinturón.
Buscaba problemas.
Sabía que había entrado al lugar indicado.


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