domingo, 20 de abril de 2008

CAMPAMENTO AMISTAD

Entrevistas dada durante la gira promocional de CAMPAMENTO AMISTAD en Ayacucho
- Campamento Amistad es tu tercera novela que publicas a los 26 años. ¿Te consideras un escritor particularmente prolífico?
Me gustaría serlo. Aún no estoy seguro. La trilogía Lima Ilegal y Campamento Amistad, fueron obras que escribí en poco más de dos años, teniendo recesos muy breves entre cada libro. En la actualidad, siento que no cuento con el espacio físico ni emocional para producir como antes, aunque trato de estar siempre avanzando una nueva novela.
- Dijiste que Campamento Amistad fue creado, de alguna manera, durante el proceso creativo de la trilogía sobre Lima. ¿A qué se debe entonces el cambio de temática o género que hay entre Lima Ilegal y Campamento Amistad?
Se debe a muchas cosas. Una de ellas es a que yo nunca tuve pensado ser un escritor que se quedase etiquetado bajo un sólo tópico. Creo que si uno lee Días Distintos o Placeres Culposos, verá que más allá de la acción y la intriga y el contexto social, se tocan también grandes temas humanos, como la soledad, la ambición o la frustración. Campamento Amistad sigue ahondando en esos temas humanos a pesar de ser en apariencia, un género totalmente distinto.
- Al no sentirte considerado un "escritor de género", como ubicas tu narrativa dentro de las tendencias actuales en el país?
Para ser sinceros y hablar con propiedad, debo decir que soy un ignorante con respecto a las movidas literarias en provincia. En Lima, por lo general, todo se define por modas y la difusión de los medios. Probablemente, hayan varios autores jóvenes interesados también, en reivindicar a la literatura urbana, tan injustamente menospreciada por los críticos actuales. Pero no tienen difusión y no los conozco. En cuanto a las tendencias más saltantes de ahora como la metaliteratura o el periodismo ficcionado, no creo que tengan nada que ver con mi óptica narrativa.
- ¿Te consideras un explorador del lado oscuro de la humanidad, literariamente hablando?
Creo que la mayoría de escritores, al menos los que a mí me gustan, lo son. Y lo son porque eso le da humanidad a sus obras. Las personas satisfechas con su vida diaria no necesitan con tanta urgencia al arte. Uno no escribe para ellos, quizás sí como público comercial, mas no como lector especial. El drama es lo que mueve a las historias que convertimos en novelas. Ahora, la forma del drama puede cambiar, no siempre tiene que ver con crimen y patologías sexuales, por supuesto.
- Volviendo a Campamento Amistad, ¿qué fue lo que te llevó a escribir una novela de terror?
Fue el cine, fue el cine antes que Stephen King, incluso. Desde chico he disfrutado de las películas de terror de serie b taquilleras como Viernes Trece o Masacre en Texas. Claro que Campamento Amistad no es en absoluto una copia o una recreación chicha de estas películas. Me gustó la idea de los jóvenes que se van a un lugar alejado de la ciudad para pasar fiestas y un impertinente los empieza a matar uno por uno. Al margen de eso, Campamento amistad no tiene a monstruos indestructibles que matan por decenas y sin sentido alguno. La historia o la trama, dentro de todo, mantiene verosimilitud siempre.
- Finalmente, ¿qué recomendarías a los jóvenes narradores para no perder la prolijidad creativa?
Constancia, me imagino, y también fe, bastante. Escribir de chico con toda el alma, sin saber si te van a pagar por eso, es aceptado. Después ya no, hay que estar muy comprometido con tu arte para seguir escribiendo como si la vida entera se te fuese en ello, al pasar los 25 años y no ser famoso. La fama le pude dar "calidad" a una obra que no la tiene, pero nunca corazón.

Entrevista 2

- A pesar de ser una novela, relativamente lineal o convencional, en cuanto a su estructura y desarrollo, Campamento Amistad, da la sensación de ser una mezcla de muchas cosas.
Y lo es. Por un lado está el thriller de terror, que es una especie de homenaje a las películas de ese género que me cautivaron de niño, y también la historia sobre la crisis existencial que atraviesan las jóvenes víctimas, lo cual es en realidad el verdadero sustento de la novela y no los crímenes en sí.
- ¿Cómo así surgió la idea de escribir sobre un escritor asesino?
En realidad primero, pensé en las características mínimas de la personalidad del personaje al que llamo Marc, y luego, casi sobre la marcha, ya sentándome a escribir, se me ocurrió que todas las patologías de Marc encajarían perfecto, en un escritor inédito, tímido y con tendencias esquizoides.
- En tus novelas, a pesar de que varían de escenario y temática de una a otra, parecen que ya empiezan a destacar ideas u obsesiones personales que podrían determinar tu obra.
Sí, es cierto, o al menos mi obra hasta ahora. Temas como la ambición, el fracaso, la irracionalidad de una sociedad que todos llegamos a aceptar sin cuestionar, las debilidades humanas, los actos de buena voluntad mal expresados, entre otras cosas han sido recurrentes en mis novelas; por lo general, son sensaciones o sentimientos que van apareciendo en la historia espontáneamente, más que temas que busque desarrollar de manera pre concebida, aunque creo que al final, cada novela te suele dar un concepto.
- Has empezado a publicar a una edad relativamente temprana, y has logrado mantener una regularidad al respecto. ¿Qué tan difícil puede ser mantener ese ritmo en un medio tan limitado de mercado como el nuestro?
Es difícil, pero todo en la medida de lo que busques. Hay autores que no les falta quien les publique sino historias que contar. Otros que imaginación les sobra pero carecen de medios. En todo caso, el publicar en si no te cambia la vida, el poder vivir de la literatura sí, y son dos cosas muy diferentes, al menos en nuestro país. Mi conclusión, es seguir trabajando, en lo mío, que es la creación. Siempre se puede publicar un libro, pero no siempre uno puede escribirlo.
- Hay ciertos autores que parecen destacar como influencias claras en tu estilo narrativo. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
Me gusta mucho la literatura norteamericana del siglo pasado, y también algo de la actual que mantiene la misma línea. Hay autores quizás ya "clásicos", en el estilo que me caracteriza, como Jack Kerouac, Bret Easton Ellis o James Ellroy, pero también hay otras tendencias que me han influenciado bastante. Entre esas están, cierta literatura best seller femenina, bastante aguda como la que hacen Olivia Goldsmith o Mary Higgins Clarke. Me gustan los policiales clásicos como Chandler, Mcdonald, o Hammet. También leí con mucha atención a Camus, Goethe, Wild, D.H Lawrence, Chesterton y otros europeos, mientras escribía la trilogía Lima Ilegal.
- ¿No tienes mucha cercanía con la literatura latinoamericana?
No sé si esa sea la mejor forma de decirlo. Suelo leer lo que me gusta exclusivamente, y así han llegado a mis manos libros de Cortázar, Onetti, Vargas Llosa, García Márquez, Oswaldo Reynoso, etc. Sin embargo, confieso que aunque en si los libros me gustaron, quizás los autores, no me apasionaron tanto como para seguir su obra. Supongo que es algo generacional, eso de sentirse más cercano a ser alguien como Bret Easton Ellis que a Vargas Llosa o Julio Cortázar.

viernes, 29 de febrero de 2008

RICHARD BACHMAN

Memorias de un escritor de culto que no existió

Es razonable que un autor prolífico y exitoso como Stephen King pueda caer en la repetición temática y estilística.
Los más de 30 libros que ha publicado con su nombre son sin duda de niveles heterogéneos. Sin embargo, King, posee una obra, mucho más corta como regular, firmada bajo el seudónimo de Richard Bachman entre 1977 y 1984. Las cinco novelas que “publicó Bachman” responden a diferentes necesidades del autor real, las cuales le dan ese “romanticismo” al conjunto de su obra. Novelas como Rabia o Carretera Maldita mezclan el suspenso psicológico con una fuerte dosis de trasfondo de protesta social, donde los personajes son anti héroes que toman medidas, un tanto extremas, ante un sistema omnipresente y opresor. Asimismo, el “estilo de Bachman”, suele ser más sencillo que el de King, aunque quizás más denso, y menos comercial. Las novelas de Bachman muestran a los demonios de la sociedad contemporánea tal como son, con nombres propios y metáfora más directas.
Cuando la verdad salió a la luz en 1985, se vino la resaca. King había vivido semi refugiado en su casa, acompañado de drogas durante el tiempo que “fue Richard Bachman”. Él no dejó de sacar novelas con su nombre real, y promocionarlas, pero al estar solo podía ser otro, dejar de ser el autor famoso que era, y de algún modo, representar el papel del escritor maldito e inconforme que nunca fue. La muerte de Richard Bachman trajo consigo la vuelta a la realidad para Stephen King. Se rehabilitó, volvió a escribir y adaptarse a la vida familiar. Como manera literaria de cerrar el círculo, escribió las novelas Misery y La Mitad Oscura que relatan los sinuosos senderos que recorren los escritores que se arriesgan a personificar a sus propias creaciones.
Recientemente, Stephen King ha admitido, a pesar de lo vertiginoso de su proceso creativo: “Aquellas cinco novelas las escribí con el corazón, y con una energía que ahora sólo puedo imaginar”.

domingo, 6 de enero de 2008

A JACK

Jack Kerouac, el llamado “rey de los beatniks”, siempre fue un chico tímido e inseguro que anhelaba el éxito literario porque pensaba que sería la única forma en que el mundo lo llegase a aceptar. Hijo de emigrantes franco-canadienses de un pequeño pueblo en las afueras de Massachusetts, creyó que la beca que había ganado para estudiar letras en la universidad de Columbia, le aseguraría el principio de su sueño de convertirse en escritor famoso. Pero no tardó en estallar la segunda guerra mundial y en aparecer personajes como Allen Ginsberg y William Burroughs, que directa o indirectamente lo invitaron a experimentar el desarrollo de su vena creativa en escenarios muy alejados de las aulas.
Así, llegaron los viajes en carretera alrededor del país, el jazz, los, la bencedrina y mil leyendas más. Y para cuando todo esto acabó, Jack bordeaba los 30 años y contaba en su haber con dos fracasos matrimoniales, una novela publicada sin éxito, una carrera inconclusa y una cuenta bancaria inexistente. Muchos decían que a partir de allí empezó a cambiar para siempre. En cinco años había escrito cerca de diez libros, había dejado muchas cosas de lado y el mundo de la literatura pagada le seguía devolviendo el esfuerzo con su indiferencia. Empezó a beber más. Se volvió resentido y receloso.
Hasta que la fama dijo: Aquí Estoy. El contexto político mundial, puso a los beats en el centro de la atención de editores y periodistas de cultura y entretenimiento. Cuando fueron tomados en serio por los medios, los libros se vendieron y la fiebre empezó. Por fin, la gente aceptaba a Jack y el dinero ya no era el eterno problema que siempre había amenazado con hacerlo abandonar su vocación literaria. Pero Jack había cometido un gran error.
En alguna parte del camino había dejado tanta energía, y voluntad que cuando el ansiado instante de vivir tranquilo y recoger los frutos de lo sembrado llegó, no tenía ni idea de donde se encontraba parado. Estados Unidos se caía a pedazos y Jack estaba colmado de fama y miedo. Lo que más pudo haberle afectado, quizás, fue la soledad. En vez de amigos verdaderos, tenía ahora compañeros de copas o colegas del mundillo intelectual que tanto despreciaba. En vez de una mujer que lo cuidase, estaba a merced de groupis que lo utilizaban, y una madre que fomentaba, cada vez más, su misoginia y complejo de Edipo .
Jack nunca fue inocente de su destino. Era tan arribista como ingenuo. Dio la espalda y traicionó a gente que lo quería. Él intentó quererlos también pero ese deseo era inferior al de alcanzar su realización artística. Y un hombre tan frágil como Jack sólo podía tener un deseo en la vida. Lo cumplió y falleció de cirrosis mientras veía televisión en casa de su madre, con su tercera esposa. Corría el año de 1969.

LAS SOMBRAS DEL PASADO:

El mundo de James Ellroy

James Ellroy nació en 1948, en El Monte, una población semi rural en las afueras de California. Sus padres se divorciaron, prácticamente, antes de casarse. Vivió con su madre, Jean Hilliker, quien lo crió sola trabajando a doble turno como enfermera. Pero Jean tenía una doble vida que le permitía aguantar las penas y restricciones: se acostaba con extraños y bebía a escondidas. Sus licencias le pasaron factura. Apareció asesinada tras una refriega sexual al paso “con un hombre moreno”. El asesino nunca fue encontrado.
Armand Ellroy consiguió la custodia legal del niño cuando éste tenía diez años y era un chico grueso, grande e introvertido. La vida con su padre se resumió en seis años de miserias económicas y sentimentales. Cuando falleció de un derrame en 1965, James se había convertido en un extraño adolescente lleno de acné, fantasías y excentricidades. Como era pobre, la combinación no tardó en llevarlo al borde del abismo. Tuvo que robar para vivir y tomar para exaltar su imaginación fértil que era el único refugio contra la realidad. Corrían los últimos sesenta y él despreciaba fervorosamente los alcances de la contracultura, a pesar de vivirla a su manera. Masturbación, voyeurismo y peligrosas drogas de farmacia marcaron aquella etapa que estuvo a punto de hacerle perder la razón. El delirium tremens le salvó la vida. Los constantes ataques lo llevaron al hospital, una noche en la que no podía recordar su nombre. Gritaba y temblaba por los corredores hasta que una enfermera le puso una aguja en el brazo. Entonces, empieza el segundo capítulo.
Eran los setenta, estaba rehabilitado y había conseguido un trabajo fijo como cadi. Tenía 30 años. Aprendió a ligarse mujeres. Una novela que llevaba años dando vueltas en su cabeza vio la luz: Requiem for Brown fue publicada en 1979. Sus libros eran una mezcla híbrida de novela policial y manifiesto autobiográfico. En 1984, aquella fusión logra un matiz perfecto con La Dalia Negra, obra que le permite convertirse en escritor a tiempo completo.
Para ser un autor que a duras penas había terminado la secundaria, su obra se ha caracterizado por ser bastante prolífica y estilizada, incluyendo con sobriedad símbolos de la cultura norteamericana dentro del contexto. Aunque sus novelas, quizás, nunca dejen de estar plagadas de los fantasmas de mujeres muertas y personas que sucumben o vencen a sus debilidades (al no existir un punto medio), Ellroy niega ser un escritor maldito que no pueda escribir sobre algo que no sean sus propios demonios. No importa. Los libros están allí, se venden y le dan al autor atormentado la posibilidad de otra vida: nueva e intacta desde la primera página.