viernes, 16 de febrero de 2007

Algunos Hombres Buenos

Novela Inédita
Sinopsis: Una mirada vertiginosa a la década de los 60s en Norteamérica a través de un joven que participa de los inicios del movimiento hippie viviendo sus momentos claves (festivales, conciertos, protestas, vida en comuna) y soportando los abates de su decadencia (adicciones, intolerancia, desilusión).

Fragmento:

(...) Eran los días del auge, del apogeo, como la torrente lluvia en la cosecha luego de la seq
uía. La gente se había logrado acoplar y todo funcionaba. Hablar de lo hippie ya no era sólo hablar de un estilo de vida sino de un mundo en todo el sentido de la palabra o lo que ésta represente. Se había logrado una uniformidad perfecta. El mundo hippie era un universo aparte donde todo daba lo mismo, todo. Y es que es así, en el fondo, si pensamos en una verdadera y total autenticidad del ser humano todo da lo mismo, el ser humano y cualquier cosa que viva, es igual. En este mundo giraba la vida por la vida, sin un fin o propósito, todos éramos hijos de las flores y existíamos en una extraña eternidad efímera. Los conceptos se abolían por completo, nada tenía una definición porque era igual y la conceptualización de algo significaba un límite parametrado. El tiempo sólo flotaba, todos éramos fantasmas, santos en una nube de espacio, lo único capaz de existir era la búsqueda de la alegría -“Be Happy”- era uno de los lemas más oídos por esos días. La naturalidad se vivía porque no podía ser explicada, ¿para qué? Se trataba de dejar fluir la espontaneidad inherente y libre de la persona en una estado armónico y lo armónico es bello.

El verano 67 no sólo abrió a San Francisco al mundo sino también a todo el hermoso arte que éste conllevaba. Los Jefferson Airplane, Janis Joplin y The Quicksilver Messenger Service, entre otros, lanzaron sus primeros discos oficiales a todos los lados del océano. La música era sencillamente divina como un bono extra del cielo. Todo transcurría en tiernas imágenes de niños con flores en el cabello, gurús, collares y más flores por todos lados, el hombre por fin había aprendido ese significado que la vida nos ha preparado. La apacibilidad y el encanto de toda esa gente era algo único en la historia de la humanidad. Los Grateful Dead eran los alcaldes de san Francisco, su casa que habían comprado en el centro de Haight - Ashbury estaba abierta todo el tiempo. Y siempre había algo que hacer. El mundo estaba en nuestras manos, sólo quedaba llegar a la cúspide y seguir caminando. (...)


(...) De nuevo en la asquerosa calle cada uno tomó caminos diferentes e inciertos. El despertar a los 70s después de haber dormido tres años en el campo correspondía a la parte más abstracta del cuadro; tipos con cabello al estilo Elvis, pantalones acampanados de color blanco, zapatos de charol y camisas de colores que parecían la más vulgar sátira de la ropa psicodélica de la vieja década anterior. Lo cierto es que los 70s parecían un circo de los 60s. En los escaparates comerciales sonaba una música a la cual llamaban Disco y encontrar a un hippie en la ciudad resultaba una tarea imposible.
Por la noche ya cada uno había tomado su propio camino; la gente del Village volvió a Nueva York a buscar no sé qué y el resto se repartió entre California y Florida. Estábamos solos de nuevo vagando por la ciudad debajo de todos esos carteles luminosos de Coca Cola y Panasonic que parecían haberse reproducido indiscriminadamente en los años que estuvimos fuera.
Me sentía como la primera vez que me fui de casa aquel verano de 1963 después de acabar la preparatoria con mis viejos amigos de la infancia. Recuerdo que era la primera vez que fuimos tan lejos de casa sin nuestros padres y en el viaje también estuvimos en San Francisco parados, desolados, sin rumbo, en una esquina, tal vez en esta misma esquina en la que ahora me encuentro sentado junto a Carol y a mi hijo por nacer observando todo pasar delante de nosotros al ritmo de la canción “Dancing Queen”. Todo resulta tan extraño viéndolo desde esta esquina, creo que es domingo, sí, es domingo y de noche, ¿sabes lo que esto significa? -nada- no significa nada porque es domingo en la noche y nadie quiere saber, porque mañana será lunes y volverán a sus vidas autómatas y sin sentido. Vaya, he pasado 28 años de mi vida en América y aún me sorprendo al ver el rostro de un americano el domingo por la noche, mirada cansada, aburrida, no habla, no quiere hablar o tal vez sólo balbucea si se ve en la obligación de hacerlo, tampoco escucha, bueno eso es algo por lo que tal vez la noche dominical sea inocente ya que el americano nunca ha escuchado más que su propia voz y luego su voz y luego la suya nuevamente si es que aún le queda aire. Creo que la felicidad para el americano promedio sería vivir en un país donde todos, a excepción de él por supuesto, sean mudos.
¡Ahy, América mía, 28 años y no cambias! Será por eso que el mundo te ama, pequeña y sensual tirana. (...)

1 comentario:

Mandrágora Cartonera editorial dijo...

Cesar te escribo este comentario desde cochabamba, Bolivia, y quiero pedir tu colaboracion para nuestro proyecato cartonero..http://mandragoracartonera.blogspot.com

saludos, ivan castro aruzamen

iaruzamen@hotmail.com