viernes, 3 de abril de 2009

NO ES UNA VIRTUD, ES UNA OBLIGACIÓN




Empiezo el año, o termino el verano, según convenga, con dos publicaciones de géneros que no son en sí los más característicos de mi obra: Chacarilla City Blues, un poemario que recopila textos entre el 2003 y el 2007, una especie de cuaderno de bitácora lírico (¿?) que se fue gestando a la par de la escritura de mis cinco novelas, registrando sueños, angustias y fertilidad creativa. En este caso, a diferencia de mi habitual universo ficcional, los escenarios se vuelven reales y los personajes son tangibles. ¿Autobiográfico? Más que eso. ¿Confesional? Un poco más acertado. El estilo filudo de las frases y la aspereza de ciertas ideas –apolíticamente contestatarias- recogen sin duda la atmósfera vertiginosa de Lima Ilegal y la tensa contemplación de Campamento Amistad, aunque tocando –esta vez sí– tópicos más personales, más directos, sin tanta trama como en las novelas.

Y sin embargo, Chacarilla City Blues claro que tiene trama. Los 20 poemas que dan pie al título recogen los ideales de un escritor y su grupo de amigos que construyen un mundo paralelo ideal para la creación artística, sin necesidad de salir del barrio. Los poemas avanzan narrando las noches de bohemia, las mañanas de resaca escribiendo ante el desconcierto ajeno y el compromiso con la eternidad, hasta que la realidad y las falacias acerca de la aceptación de los cambios destruye a esta improbable generación beat de principios de un siglo apocalíptico.

En cuanto a La Burbuja, la influencia de la novela es también descarada. Se trata de 3 relatos escritos a manera de novela corta, en donde la ilación principal entre un cuento y el otro radica en el hombre, es decir, así como ahora está de moda escribir sobre la mujer, su histeria y una irreal promiscuidad a lo Sex and the City, en La Burbuja, a pesar de lo femenino del título, me permito hablar sobre el hombre, sobre su imperfección, temores y vanidades.

En orden cronológico, el primer relato El Salmón data del año 2001 o 2002, antes de haber empezado siquiera la primera línea de Días distintos y en donde se aprecian los últimos vestigios de mi idealismo hippie que floreció a fines de los noventas.

El argumento: un escritor de 30 años, casi retirado, se aleja del sistema a vivir a las afueras de la ciudad, rodeado de un río, varios árboles y miles de estrellas. Como es de esperar, la realidad siempre lo alcanzará para plantearle algún problema, tal vez uno definitivo.

Tuvieron que pasar 5 años, escribir 4 novelas y publicar 2 antes de animarme a escribir un cuento de manera formal. Corría el verano del 2007 y fue la necesidad lo que me llevó a hacerlo. Atravesaba un terrible bloqueó creativo después de mucha fertilidad; en un momento de lucidez, me senté a mirar dentro de mí y a sacar afuera lo que me angustiaba por dentro: así nació La Burbuja, una historia de amor triste y aleccionadora, matizada con los aderezos que habían marcado mi primera etapa literaria: lenguaje real, drogas, noches de sábado, música y lujuria. Sin embargo, queda claro que La Burbuja (el relato) es más que una síntesis en 30 páginas de lo escrito anteriormente, se trata del inicio de una nueva búsqueda literaria: adentrarse en los personajes más que en sus actos.

Y precisamente en esa forma fue concebida Sabor a mí (2008), escrita en dos semanas durante el ultimo diciembre, es el relato en primera persona de un detective privado pero en una honda mucho menos ellroyniana (Placeres Culposos) y más chandleriana, con un personaje con convicciones un tanto líricas para su oficio, que debe ubicar y retener a una mujer que despertará en él dudas y temores que un hombre que vive en una jungla de cemento – y el vivía en una y muy hostil – no puede permitirse.

Bueno, es lo que hay para el 2009, con mucho corazón, como siempre, manteniendo la constancia de una obra por año… y no es una virtud, es una obligación.

Fragmento de la Burbuja:

http://cesarsanchezt.blogspot.com/2007/05/la-burbuja-cuento-indito.html