domingo, 20 de abril de 2008

PROLOGO INEDITO DE CAMPAMENTO AMISTAD POR L.S.V.


Conocí a César hacer unos años, cuando estudiábamos letras en la universidad. Recuerdo que al conversar sobre nuestros asuntos personales, conforme fuimos agarrando confianza, él me dijo que era escritor. No que era poeta ni que le gustaba escribir, como decían muchos, él decía que era escritor y escribía novelas. Sí, claro, brother, pensaba yo.
Después me di cuenta que el tipo si escribía novelas. Después yo también empecé a escribir novelas, o a intentarlo al menos, sumido en un extraño y sutil trance del que ahora sólo quedan recuerdos cada vez más lejanos. No voy a entrar en detalles sobre cual era "el método" para encontrar el punto ideal para sentarse a escribir como si la vida entera se te fuese en ello, ni porqué de pronto se agotó. Sólo recuerdo que en algún momento, ambos recibimos el mismo telegrama metafórico, directo a nuestras conciencias: Oye, muchacho, ¿no crees qué ya es hora de bajar al mundo?
Decidí prestar atención a lo que escondía el mensaje entre líneas, a las oportunidades que había perdido y a las que aún me quedaban por perder. Decidí tomar el tren.
El tren me llevó a innumerables fiestas de facultad, con cerveza, chicas tontas y música mala, hice escalas en trabajos grupales, sesiones de chat y prácticas pre profesionales, llegando a la estación de los graduados con un empleo ya asegurado en un importante medio de comunicación local. Corría diciembre del 2004.
Entonces, coincidí con César en una reunión de amigos en común. Aunque no había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, sin duda nuestra relación se había enfriado notoriamente en los últimos años, al punto de apenas saludarnos cuando nos cruzábamos en la universidad. Él también había tomado el tren, sólo que el suyo iba a otra parte. Había dejado la universidad y decía que escribía a tiempo completo. Tenía una novela publicada en una editorial pequeña y afirmaba tener dos más casi terminadas. Esta vez no me dije: Sí, claro, brother, sino más bien: ¿Pero, por qué?
Me quedé pensando. Recorrí mentalmente los parques, malecones y pasajes del pasado, encontrándole el sentido que le faltaba: aún estaba sumergido en aquel viejo trance adolescente. Lo confirmé cuando recordé lo último que me había dicho al despedirnos aquella noche: Creo que mañana voy a despertarme temprano, hay que aprovechar diciembre para escribir. Confieso que sentí algo de cólera contra él en ese momento. ¿Es que acaso no tiene responsabilidades ni preocupaciones como todos? Sí las tenía, sin duda, tan mundanas como urgentes, como las de los demás, pero eso es algo sobre lo que tampoco voy a entrar en detalles.
He leído las novelas de César, las publicadas y las inéditas y me gustan. Sin embargo, eso carece de importancia, cualquiera puede hablar bien de los libros de su amigo. No soy crítico literario ni pretendo enumerar tecnicismos que a nadie le interesan para persuadir a las personas de que un libro es bueno, por mí que cada cual lea lo que mejor le parezca y se acabó. Pero si voy a hacer, aunque sea por última vez, apología a la enorme voluntad y sentido del compromiso que mueven a escritores como César a soportar prejuicios, censuras e indiferencias con tal de que la siguiente página siempre sea más intensa que la anterior. Entonces, el vulgar oficio de escribir asume la condición de arte.

CAMPAMENTO AMISTAD

Entrevistas dada durante la gira promocional de CAMPAMENTO AMISTAD en Ayacucho
- Campamento Amistad es tu tercera novela que publicas a los 26 años. ¿Te consideras un escritor particularmente prolífico?
Me gustaría serlo. Aún no estoy seguro. La trilogía Lima Ilegal y Campamento Amistad, fueron obras que escribí en poco más de dos años, teniendo recesos muy breves entre cada libro. En la actualidad, siento que no cuento con el espacio físico ni emocional para producir como antes, aunque trato de estar siempre avanzando una nueva novela.
- Dijiste que Campamento Amistad fue creado, de alguna manera, durante el proceso creativo de la trilogía sobre Lima. ¿A qué se debe entonces el cambio de temática o género que hay entre Lima Ilegal y Campamento Amistad?
Se debe a muchas cosas. Una de ellas es a que yo nunca tuve pensado ser un escritor que se quedase etiquetado bajo un sólo tópico. Creo que si uno lee Días Distintos o Placeres Culposos, verá que más allá de la acción y la intriga y el contexto social, se tocan también grandes temas humanos, como la soledad, la ambición o la frustración. Campamento Amistad sigue ahondando en esos temas humanos a pesar de ser en apariencia, un género totalmente distinto.
- Al no sentirte considerado un "escritor de género", como ubicas tu narrativa dentro de las tendencias actuales en el país?
Para ser sinceros y hablar con propiedad, debo decir que soy un ignorante con respecto a las movidas literarias en provincia. En Lima, por lo general, todo se define por modas y la difusión de los medios. Probablemente, hayan varios autores jóvenes interesados también, en reivindicar a la literatura urbana, tan injustamente menospreciada por los críticos actuales. Pero no tienen difusión y no los conozco. En cuanto a las tendencias más saltantes de ahora como la metaliteratura o el periodismo ficcionado, no creo que tengan nada que ver con mi óptica narrativa.
- ¿Te consideras un explorador del lado oscuro de la humanidad, literariamente hablando?
Creo que la mayoría de escritores, al menos los que a mí me gustan, lo son. Y lo son porque eso le da humanidad a sus obras. Las personas satisfechas con su vida diaria no necesitan con tanta urgencia al arte. Uno no escribe para ellos, quizás sí como público comercial, mas no como lector especial. El drama es lo que mueve a las historias que convertimos en novelas. Ahora, la forma del drama puede cambiar, no siempre tiene que ver con crimen y patologías sexuales, por supuesto.
- Volviendo a Campamento Amistad, ¿qué fue lo que te llevó a escribir una novela de terror?
Fue el cine, fue el cine antes que Stephen King, incluso. Desde chico he disfrutado de las películas de terror de serie b taquilleras como Viernes Trece o Masacre en Texas. Claro que Campamento Amistad no es en absoluto una copia o una recreación chicha de estas películas. Me gustó la idea de los jóvenes que se van a un lugar alejado de la ciudad para pasar fiestas y un impertinente los empieza a matar uno por uno. Al margen de eso, Campamento amistad no tiene a monstruos indestructibles que matan por decenas y sin sentido alguno. La historia o la trama, dentro de todo, mantiene verosimilitud siempre.
- Finalmente, ¿qué recomendarías a los jóvenes narradores para no perder la prolijidad creativa?
Constancia, me imagino, y también fe, bastante. Escribir de chico con toda el alma, sin saber si te van a pagar por eso, es aceptado. Después ya no, hay que estar muy comprometido con tu arte para seguir escribiendo como si la vida entera se te fuese en ello, al pasar los 25 años y no ser famoso. La fama le pude dar "calidad" a una obra que no la tiene, pero nunca corazón.

Entrevista 2

- A pesar de ser una novela, relativamente lineal o convencional, en cuanto a su estructura y desarrollo, Campamento Amistad, da la sensación de ser una mezcla de muchas cosas.
Y lo es. Por un lado está el thriller de terror, que es una especie de homenaje a las películas de ese género que me cautivaron de niño, y también la historia sobre la crisis existencial que atraviesan las jóvenes víctimas, lo cual es en realidad el verdadero sustento de la novela y no los crímenes en sí.
- ¿Cómo así surgió la idea de escribir sobre un escritor asesino?
En realidad primero, pensé en las características mínimas de la personalidad del personaje al que llamo Marc, y luego, casi sobre la marcha, ya sentándome a escribir, se me ocurrió que todas las patologías de Marc encajarían perfecto, en un escritor inédito, tímido y con tendencias esquizoides.
- En tus novelas, a pesar de que varían de escenario y temática de una a otra, parecen que ya empiezan a destacar ideas u obsesiones personales que podrían determinar tu obra.
Sí, es cierto, o al menos mi obra hasta ahora. Temas como la ambición, el fracaso, la irracionalidad de una sociedad que todos llegamos a aceptar sin cuestionar, las debilidades humanas, los actos de buena voluntad mal expresados, entre otras cosas han sido recurrentes en mis novelas; por lo general, son sensaciones o sentimientos que van apareciendo en la historia espontáneamente, más que temas que busque desarrollar de manera pre concebida, aunque creo que al final, cada novela te suele dar un concepto.
- Has empezado a publicar a una edad relativamente temprana, y has logrado mantener una regularidad al respecto. ¿Qué tan difícil puede ser mantener ese ritmo en un medio tan limitado de mercado como el nuestro?
Es difícil, pero todo en la medida de lo que busques. Hay autores que no les falta quien les publique sino historias que contar. Otros que imaginación les sobra pero carecen de medios. En todo caso, el publicar en si no te cambia la vida, el poder vivir de la literatura sí, y son dos cosas muy diferentes, al menos en nuestro país. Mi conclusión, es seguir trabajando, en lo mío, que es la creación. Siempre se puede publicar un libro, pero no siempre uno puede escribirlo.
- Hay ciertos autores que parecen destacar como influencias claras en tu estilo narrativo. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
Me gusta mucho la literatura norteamericana del siglo pasado, y también algo de la actual que mantiene la misma línea. Hay autores quizás ya "clásicos", en el estilo que me caracteriza, como Jack Kerouac, Bret Easton Ellis o James Ellroy, pero también hay otras tendencias que me han influenciado bastante. Entre esas están, cierta literatura best seller femenina, bastante aguda como la que hacen Olivia Goldsmith o Mary Higgins Clarke. Me gustan los policiales clásicos como Chandler, Mcdonald, o Hammet. También leí con mucha atención a Camus, Goethe, Wild, D.H Lawrence, Chesterton y otros europeos, mientras escribía la trilogía Lima Ilegal.
- ¿No tienes mucha cercanía con la literatura latinoamericana?
No sé si esa sea la mejor forma de decirlo. Suelo leer lo que me gusta exclusivamente, y así han llegado a mis manos libros de Cortázar, Onetti, Vargas Llosa, García Márquez, Oswaldo Reynoso, etc. Sin embargo, confieso que aunque en si los libros me gustaron, quizás los autores, no me apasionaron tanto como para seguir su obra. Supongo que es algo generacional, eso de sentirse más cercano a ser alguien como Bret Easton Ellis que a Vargas Llosa o Julio Cortázar.