jueves, 20 de septiembre de 2007

SE ACABARON LOS CUARTELES

Un invierno más al que logramos sobrevivir. Así lo muestran los calendarios. Se terminaron los cuarteles con un fin de fiesta a lleno total, como no podría ser de otro modo. Doce poetas en escena, un violinista, música en vivo a cargo de Qalin y la presentación oficial en Lima de La Lengua Popular de Andrés Calamaro. Las buenas vibras de Delfus (el legendario Sargentito) contribuyeron para poco más de dos horas de arte y expresiones. Esperamos sincera e inevitablemente reunirnos de nuevo en Diciembre, mes idóneo para cualquier cosa, a recibir la llegada del calor e intercambiar experiencias.


Al lado, mi pata Gonzalo o Pedro Casusol


Agradecemos a todos los que se acuartelaron este invierno no tan sangriento (aunque siempre corre algo): John Martínez, Claudia Ulloa, Cecilia Podestá, Gabriel Ruiz Ortega, Karen Luy, Milagros Martínez, Leonardo Aguirre, Luis Bocelli (violinista), Miguel Sánchez Locatelli, Miguel Gutierrez, Pamela Loaiza, Eva Velásquez, Diego Vivanco, Enrique Carro, Lizette Crespo; a Delfín, por el espacio, el rock and roll y la buena honda y a nuestros proveedores de alegría.
Se acabaron los cuarteles pero siempre quedarán algunos momentos memorables como los sonidos irreproducibles de John, o la nostalgia matizada con humor negro de Pierre, o el sorpresivo y algo más que auspicioso debut de Miky, y finalmente, claro, el texto de cierre a cargo de Gisella que calentó a todos los que sobrevivimos acuartelados a las penas de este invierno.

Pierre Castro y Gonzalo

Los Organizadores: Pedro Gonzalo Casusol, César Sánchez, Pierre Castro y Gisella Soto.



"Por eso, si en invierno hace frio, tambien bajo al infierno un poco"


Texto de Cierre (19/10/07)

Gisella:
“Como algunos saben César esta escribiendo una novela erótica, que se podría pensar que contiene ciertos matices autobiográficos, ya que narra la historia de un matrimonio joven que empieza experimentar sexualmente, jugando con los márgenes de lo permitido. Quiero aclarar, que es una novela de ficción, aunque si quieren pensar lo contrario por mi no hay ningún problema. Esta escrito a dos voces. Y lo que les voy a leer está narrado por Jenny, la joven y bella esposa.

Bueno, acá estamos. Si la primera vez me pareció raro, ahora me encuentro en otra dimensión. O algo así. Llevamos más de una hora tomando vino y casi media, desnudos en el jacuzzi de la habitación con jazz de fondo.
Me agradó Rafael, de primera impresión. Era guapo, educado, entretenido... pero no sabía quién era en realidad y eso no me dejaba soltarme del todo. Andrés por su parte lucía más tranquilo y relajado de lo que hubiese esperado. No creo que esté cómodo exactamente, sin embargo se le ve un tanto distante, lo que podría denotar, en su caso particular, que no se siente considerablemente afectado por la situación, porqué cuando lo está hace lo posible por demostrarlo a través de actitudes o frases cínicas.
Llegamos al punto –afortunadamente, supongo–, en el que ya no quedaba nada por conversar. Entonces es que Rafael se anima a besarme en serio por primera vez en lo que va de la noche. Lo hace repentinamente y no atino a reaccionar bien... al principio. Con los segundos algo empezó a cambiar. La inquietud que me albergaba se disipaba, sus brazos me inspiraron confianza, entre mis piernas algo se calentaba y no tenía nada que ver con el agua del jacuzzi.
Años, ya no sé cuantos, que nadie que no fuese Andrés me tomaba así entre sus brazos, comiéndome la boca y el cuello, envolviéndome en un manto de emoción y deseo. Y aún más, porqué este no era mi chico de toda la vida, era Rafael, un virtual desconocido que me engatusó en el ciber espacio y que conforme han ido pasando los minutos –y las copas– ha confirmado ese poder seductor en persona.
Sus dedos exploran mi clítoris y vagina con decisión. Acto seguido, susurra cosas a mi oído, cosas sucias, cosas un poco tontas, cosas que no llego a entender del todo pero que no son necesarias de entender, porque el simple echo, la forma como salen de sus labios para introducirse en mis oídos, son suficientes para hacer que empiece, por fin, a olvidarme de mis pensamientos, a abandonar esa bendita costumbre mía de ser tan consciente de mi misma siempre. En ese momento es que noto, vagamente, que Andrés sale del jacuzzi. No estoy del todo segura. No me atrevo a mirar, a saber si está molesto, si piensa irse, si...
Entonces me doy cuenta que ya lo estoy besando, apasionadamente, o eso me parece. Me estruja con un brazo fuertemente, mientras que con la otra introduce, no sé cuantos dedos en mi vagina. Intento de algún modo zafarme. El no me deja. Sabe que quiero zafarme. Y también sabe que su negativa a soltarme me resulta evidentemente placentera. Tanto que hago esfuerzos para no correrme, no aún. Lo toco. Me aferro a su pene con fuerza, casi con rabia, y lo masturbo a tal ritmo, que a los pocos minutos, él es quien tiene que detenerme para no venirse.
Nos miramos. Estamos conectados. Nuestros ojos están encendidos por algo más que el vino y la marihuana. Recién entonces reparó en mi marido, que está sentado al borde de la cama, con un polo encima, y desnudo de cintura para abajo, fumado, con los ojos no clavados, sino atravesados en nosotros. Era la mirada más indescifrable que le había visto jamás.
–Ve con él. Vamos –dijo Rafael en un tono de voz que no sé si Andrés ha llegado o no a escuchar. El jazz suena enloquecidamente.
Salgo del jacuzzi. Me cubro con la toalla e intento secarme torpemente. Él me espera. Termina de fumar mientras yo me acerco caminando despacio, muy despacio...”





miércoles, 19 de septiembre de 2007